2020 se precipita con grandes cambios. Trae consigo un futuro palpable en el que se hace posible una actualización del siglo XXI. Madrid, sin ir más lejos, metamorfoseará su imagen hacia una ciudad renovada, comprometida y consolidada de los retos que en este tiempo despiertan. A esta nueva cara, cuyo pistoletazo lo dio Manuela Carmena con la reinauguración de la Gran Vía, se unen las obras en Plaza España; la apertura del céntrico complejo Canalejas; la ampliación del Museo del Prado por Norman Foster en El Salón de Reinos; la polémica nueva intervención de las Torres Colón(Lamela, 1968) que lo convertirá en uno de los rascacielos de consumo casi nulo de España; la torre Caleido se sumará al equipo de Cuatro Torres, los rascacielos más altos de la capital; y lo más importante, el Museo de las Colecciones Reales estará a punto para abrir sus puertas.
A los pies del Palacio Real y la catedral de la Almudena se encuentra la obra de Tuñón y Mansilla, (2016) a posteriori Tuñón y Moreno, premio FAD y de Arquitectura española en 2017. Este espacio será el responsable de custodiar la valiosísima colección perteneciente a los monarcas de las tres principales dinastías de este país: Trastámara, Habsburgo y Borbón. Patrimonio Nacional confía a este proyecto la reubicación de las grandes piezas de incalculable valor artístico que quedan dispersas por los diferentes Reales Sitios. Unificada su localización, provoca que el Museo de las Colecciones Reales sea uno de los más potentes junto con el Museo Nacional del Prado. Una inauguración muy esperada y deseada en el mundo del arte, que tras la adjudicación a Telefónica y Empty el diseño de la museografía podrá ver la luz muy pronto.
Entre las obras maestras más deseadas se encuentra el Políptico de Isabel la Católica (Juan de Flandes, 1504). Las tablas, a la muerte de la reina, fueron desmontadas y dispersándose durante los años entre compras y herencias. Considerado como el 'más fino y delicioso evangelio ilustrado conocido' hoy las Colecciones Reales conservan quince de ellas. La túnica de José (Velázquez, 1630), pintada en su primer viaje a Italia junto con La Fragua de Vulcano, estas dos piezas fueron a adornar el Palacio del Buen Retiro de Felipe IV, hasta que este óleo fue mandado por Mariana de Austria a la muerte del rey al Real Monasterio del Escorial por su significado religioso. El manierismo y delicia del Martirio de San Mauricio y la legión tebana (El Greco, 1582), la exquisitez del Martirio de San Lorenzo (Tiziano, 1567) o la sobrecogedora Salomé con la cabeza del Bautista (Caravaggio, 1607) son parte de las grandes obras maestras que podrán ser vistas por el público en este museo. Junto a ellas, Patrimonio Nacional mantiene en depósito el Lavatorio de Tintoretto, varias obras en distintos formatos del Bosco o el Descendimiento de Van der Weyden en el Museo del Prado. Así mismo, es comprometida la elección de las piezas que irán definitivamente en el nuevo museo y cuáles seguirán imperturbables en los Reales Sitios.
Los archivos de esta colección se extienden más allá de la pintura y la escultura. Abarca todo aquello que esté catalogado perteneciente a Patrimonio Nacional, donde figura porcelana, carruajes, relojes, mobiliario, falúas o abanicos. A destacar de la Real Armería la significativa colección de borgoñotas y armaduras del emperador Carlos V; el tapiz que representa el triptico del Jardín de las Delicias del Bosco, en mayor formato, tejido en oro, plata, seda y lana; imaginería de Mena y un crucifijo de Bernini; el cuarteto Stradivarius; o la Góndola Napolitana de Carlos II.
El rey Juan Carlos I lega durante su reinado la parte de la colección más moderna. Alfonso Guerra mandó a Rafael Canogar encargarse de dicho proyecto, y en las últimas décadas del siglo pasado se sumaron a este histórico catálogo obras de Sempere, Chirino, Guinovart, Genovés, Muñoz, Guerrero, Saura, Barceló y el propio Canogar. La polémica se mantuvo durante años cuando el rey se encaprichó de El Atleta Cósmico (Dalí, 1960), y tras una rocambolesca batalla, pudo mantenerlo en su despacho junto a un retrato de su abuelo, Alfonso XIII. Sin embargo, las piezas más recientes en formar parte de este equipazo de sobresalientes y únicos ejemplares son el Códice del Toisón de Oro y una cómoda de Gasparini de Carlos III, que había sido sustraída durante la invasión napoleónica, y que forma juego con una gemela que tenía Patrimonio Nacional. 900.000€ invertidos para dotar del merecido y cuidadoso esplendor a este proyecto. Un apropiado despertar, sin más dilación, para subrayar el incuestionable valor y compromiso que España mantiene, al cabo de los siglos, con la cultura.
Apostar por uno mismo
10:03
Fran Ibáñez Gea
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10:03 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
Ser es algo, por sí, complicado. No debería serlo, pues en
esencia no hay hecho más elemental que ser uno mismo. En cambio, el eje
rotatorio que nos va descubriendo este mundo pule las aristas, debilita la
diferencia e intenta imponerse al espacio que se demanda. Las alas no consiguen
tener suficiente desenvoltura y el vuelo es más dificultoso. Igual que sucede
con las personas, sucede con las ciudades.
Toda comunidad vivida en historia, que se reconoce con su entorno,
que extiende la costumbre a sus habitantes tiene alma propia. Y ese palpitar
que acostumbran a sentir los paisanos lo advierten los foráneos. Esta energía
la adelanta la literatura y el arte, que son una traducción inequívoca de lo
inmaterial que se capta en el ambiente. El Madrid de suburbio que soslaya Valle
Inclán; el gato mismamente castizo de Galdós. Ese lago de Sanabria que padece
un sueño eterno, una campana que quiere tocar entre las aguas de San Manuel
Bueno y Mártir de Unamuno. O entre rubiales y alamedas, el caserío agrietado
carcomido por la pena y encalado de orgullo, regentado por Bernarda Alba en la
obra de Federico García Lorca. El paisaje y el paisanaje no necesariamente se
soportan, pero por un destino incierto no han tenido más remedio que
entenderse.
El aire contenido en las Meninas de Velázquez; el brillo en
el atardecer de las marinas o la nieve en Burgos de Sorolla. Pradilla mostrando
la rendición ante una Granada acaecida, en el barrizal de las victorias. La
familia de Felipe V empotrada en la imaginación de Van Loo porque no se conocía
en la austeridad de España palacio capaz de albergar tanto derroche Borbón. La
intuición puede llevar hacia un camino donde rija la realidad.
Hoy, en este tiempo de despertar o morir, la población es
consciente de su latido. Algunos han abandonado el pulso y han deshecho perseguir
cualquier parte de esperanza. Han consentido que se apodere la voz extraña que combate contra nosotros. Es difícil evitar el resbalón, sufrir la cornada de la crítica o caminar al mismo ritmo cuando menguan las fuerzas. Otros se retan por avivar la llama y desquitarse
del sueño que los entierra. Pongamos luz
a la intención, sembremos ilusión. Contagiemos ejemplo de superación, nunca de rendición. Busquemos
las vías que iluminen nuestros proyectos e invitemos a la comunidad entera a
formar parte de eso, a enriquecer el lugar, a conseguir ser referencia por la
calidad y variopinta oferta autóctona.
Recuperemos las viejas glorias de forma responsable. Sin ínfulas.
Arrastremos hasta el presente cualquier conato de grandeza y de felices épocas.
Todo está por hacer. Sorprendamos al futuro con nuestro trabajo. Nunca estuvo la aventura tan cerca.
La solución duerme
10:11
Fran Ibáñez Gea
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10:11 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
El Preámbulo
Después de haber vivido durante unos cuantos años en Madrid decidí regresar durante un tiempo al pueblo del que había salido. Fui plenamente consciente del cambio drástico de rutina al que me enfrentaba. Madrid era mi pasión. Allí el tiempo no lo marcaba ni el sol ni el calendario. La agitación y el bullicio se palpaba. Las calles llenas de gente, de voces, colores y estilos diferentes. Música y luz por todas partes. Cualquier rato libre podía encontrar su alternativa. Para más inri, vivía en la glorieta del emperador Carlos V, la rotonda de la estación de Atocha. Una arteria en la que encontrar fácilmente el camino a cualquier parte.
Asomar por el parque del Retiro era una atracción en la que fichaban asistencia todos los posibles perfiles que cabían en un sitio así: ancianos echando pan a las palomas, ciclistas, corredores, los que hacían yoga entre el estanque y la estatua de Ramón y Cajal. También muchos turistas, curiosos, familias, amantes entre matorrales. Dueños y perros, picnics sobre el césped. Un paseo en barca, unas castañas. La casa de Vacas, el palacio de Cristal y el pabellón de Velázquez-Bosco. La rosaleda y los pavos reales en Cecilio Rodríguez. Títeres e influencers. Famosos de televisión y desconocidos de atrezzo. Extranjeros y vecinos. La feria del libro o el Florida donde Lola Flores dejó el pendiente que no quiso perder. Un pulmón verde con mucha historia desde el que poder despedir el atardecer a los pies del ecuestre Alfonso XII. El Retiro era un ejemplo de Madrid. Un sin-parar. El mejor sin-vivir.
Después de eso podías quedar a comer en el griego de Lavapiés, un tardeo por la Latina (y como sea domingo una vuelta por el rastro y la Plaza Mayor). Por la tarde a Tribunal y si hace buen tiempo cualquier skybar de Gran Vía. Al Casa Corona antes de cenar por Serrano o Chamberí. Terminar paseando por el Palacio Real de noche, la acera del Arenal y la Puerta del Sol. Hablando de las nuevas exposiciones que tiene el Museo del Prado. De la última película de Almodóvar o cualquier vieja gloria de la movida que suena. Hablar del colega que nunca está porque trabaja en Deloitte o de lo baratos que te han salido los vuelos a Viena. La modernidad de Malasaña y que los pakis te abastezcan en la dos de mayo. La libertad de Chueca, un barracón donde el siglo xxi ronda sin complejos. Echamos la última en el barrio de las letras. Pasamos por el Congreso, por el Palace. El Prado descansa de rebaños. Espera, una llamada de última hora, antes de que cierre el metro tira para Moncloa que ha venido un amigo de un amigo que nos cuela en Uñas Chung-Lee. Y vuelta a empezar.
Y cojo, y me vuelvo. Mis amigos casi me ponen en los telediarios. Las cenas que hacíamos litúrgicamente cada jueves. Las fiestas clandestinas y las que no nos perdíamos cada domingo. Lo que no inventaba uno lo hacía otro. A una la cogen para un videoclip de Guitarricadelafuente y otra para un capítulo en Netflix, a otra la llaman de reportera en los premios de Vanity Fair, el que trabaja en el Atlético de Madrid, el Youtuber y el que desfila para Palomo Spain. El que se sabe cada palmo del jardín del Bosco. En fin, formamos un gran equipo y una pintoresca familia. En cambio decidí dejar aquello y apostar por esto. Por el pueblo que me nació y me crió. La primera cosa que hice fue dar de alta el Internet.
El Hecho
A pesar de todo ello, de la vitalidad y el derroche, de sentirte vivo y tener la percepción de que cualquier cosa podía ser posible, de que mortales e inmortales bebían de la misma copa, me dije que me cogía el siguiente tren.
Aquel verano de los primeros días de exilio tuve la fortuna de que todo mi Madrid peregrinara hasta Guadix a pasar unos días en mi nueva realidad. Con ellos, lo que siempre había sido mi monótona 'ciudad' tenía otro color. No es el sitio, es la gente. Cuando viviendo aún en la capital hacíamos excursiones por Buitrago de Lozoya, Tarancón, Patones, Cuenca, etc todo nos parecía maravilloso. Nuestra actitud de disfrutar del sitio, de hacerlo nuestro, de quitarnos la camiseta para tomar el sol, de echar mil fotos y de ir cantando. De tomar un tentempié en cualquier parte. En Madrid cuando hacía bueno todos los jardines se llenaban de gente, todo recuadro de césped era útil para sentarse. Casi había que pedir la vez. En Guadix, como ejemplo de la España vacía y profunda, parecía que estaba mal visto ver a alguien así, como si no tuviera casa o algo que hacer. Aquí el césped sólo vale para que caguen los perros.
La gente parece mucho más sufrida, devastada, cansada. Sin ánimo. Esperan el fin de semana para ir a un centro comercial a comprar. La monotonía los ha arroyado a todos y la costumbre es ley. Su ritmo vital es exactamente el del reloj. Deseando salir de trabajar para acostarse. El domingo, con suerte, podrás ver a un par de ciclistas por la calle. Tranquilo es todo demás. Y eso que pasa aquí pasa en el 80% de este país que se siente vacío. Que está en coma. Es un mal que se ha ido apoderando, aunque la gente diga que quiere su tierra pero no saben hacerlo de la forma correcta. Tienen otras dinámicas. Otras prioridades. La esperanza existe, porque se ve que hay personas que apuestan por comprometerse, por innovar, que se niegan a desaparecer. Y aunque sea un importante aliciente, los escépticos son muchos y miran con recelo las apuestas. Algo habrá que hacer.
La solución
Madrid tampoco es un camino de rosas. La contaminación era un problema bastante gordo. El móvil te alertaba de que no salieras a hacer deporte porque había grandes cantidades de partículas nocivas en el ambiente, a pesar de los proyectos de Manuela Carmena por solucionarlo. La mafia de los alquileres era otro atraco. Carísimos y en condiciones ruinosas. Rezabas por encontrar algo digno que tuviera una ventana y que si era más de un cuarto piso, con suerte, hubiera ascensor. Siempre compartiendo claro. Y esa tónica económica era la que dinamitaba el sueldo. Madrid tenía de todo, pero ni punto de comparación con salir por Granada de tapas. En una cena se te iban dos de los azules. Coger el metro a hora punta tampoco es que fuera una delicia. Y aunque los tiempos estaban controlados, ya suponías que tenías que salir cuarenta minutos antes para llegar a algún sitio. Las distancias eran caprichosas.
Nada de esos problemas existen aquí. Ni contaminación, ni especulación, ni distancias largas. Por eso cuando ellos vinieron a verme se sintieron encantados. Una ciudad bonita, estética, con historia. Donde se podía respirar aire puro y salir a tomar algo era una sorpresa grata para el bolsillo. Copas a cinco euros. Café a uno veinte. Todo a un paso ¿Y si nos buscamos nosotros un piso por aquí? se preguntaron entre bromas. Y es que si estos enclaves que hoy se sienten abandonados supieran hacerse atractivos, serían las ciudades las que emigrarían a los pueblos. Al encuentro de una calidad de vida accesible. Lo están deseando realmente. Ser de Madrid es un tanto penoso sino tienes un pueblo al que escaparte para desconectar.
La España vacía tiene la solución al problema que presenta este siglo. Si las pequeñas localidades están dispuestas a dejar a un lado su rancia y reprimida moral y abraza las sanas tendencias del feminismo o la libertad sexual, si se proponen no mirar mal al que destaca y deciden vivir más alegremente la vida, por lo menos intentarlo, las inversiones llegarán. En la mayoría de los casos no es el sitio el que tiene la culpa de su abandono, son las comunidades que habitan en él las que tienen un trato complicado. Ahora que lo online nos pone al servicio del mundo, que todo es ecofriendly, que el medio ambiente ha de estar de moda por imperativo vital y que cualquier cuestión que empodere la sostenibilidad en la rutina es una obligación, las migraciones a lo rural serán, una breve, cuestión de tiempo. La revolución está por llegar.
El Sorolla escandinavo
13:48
Fran Ibáñez Gea
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13:48 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
Joaquín Sorolla y Bastida es uno de los grandes maestros
pintores que ha dado la escuela española. Su nombre es sinónimo de calidad, de
luz, de compromiso. El estudio que persiguió toda su vida por seguir creciendo,
el derroche de amor por encontrar la verdad en el lienzo, por hallar la
pincelada y el color que se acercaran a la expresión de lo que sus ojos sentían
lo hicieron sublime. Era un traductor de emociones. Por su voluntad de
conocer más allá, de estar en contacto con lo que en otras partes del mundo se
había descubierto y acercarlo a su paleta para experimentar nociones nuevas.
Joaquín Sorolla es valenciano. No abandona jamás su Valencia
natal. La lleva consigo a donde quiera que viaja. El mediterráneo es su sello
de identidad. Los desnudos infantiles, las escenas de barcas y mujeres en la
playa son inconfundibles. Mas estos son sólo la forma, el recipiente. Encuentra en estos motivos la fidelidad a la humildad, la serenidad o la misericordia. Pero mucho recurrido tuvo que andar para desvelar ese
misterio que había sido parte de él desde siempre. A esa cara de reflejos
vibrantes en el mar existe también un Sorolla de interior. Imprime el gélido
aire que se mece entre las calles de Granada en invierno; asoma el sol por los
patios de la
Alhambra. Persigue la estela de Mariano Fortuny. Y continúa en
el contraste de retratar los campos y montes castellanos.
Un año después de casarse con Clotilde viaja a Italia pensionado. Corre el año 1889 y París celebra en una Exposición
Universal el centenario de la revolución francesa. Es invitado a ella por su
amigo Gil Moreno. Se da entonces el contacto crucial que avivaría en él la admiración hacia los
pintores daneses. Los escandinavos Kroyer, Zorn y Edelfert capitaneaban la gran
exposición. Sus nombres corrían como la pólvora. Irreverentes y auténticos, rompieron
las líneas establecidas para adentrarse en el estudio de la luz o en el
compromiso social con largas pinceladas. Sorolla despertó en aquel instante
para ser Sorolla. El continuo contacto que guardaron en las sucesivas
exposiciones así como las visitas que recibió de Zorn en su casa de Madrid
estrechó los lazos que el arte había creado. Ellos fueron sus referentes y sus
maestros. El mar del Norte, la orilla de Skagen, había predicho las estampas
que el maestro español apuntalaría en Valencia y Biarritz.
Pintar al aire libre era otra singularidad que lo dominaba. Aunque
Velázquez le había sido de inspiración, el profundo entendimiento le viene
también desde Dinamarca quienes habían captado la magia del sevillano y la
sensibilidad que desprendía en sus lienzos. Aun así, la mala iluminación y los
viejos barnices no dejaban expandir los brillos originales de las pinturas que
colgaban en el Museo del Prado (las Meninas no son restauradas hasta 1984, Las Hilanderas en 1986 o La Fragua de Vulcano en 2001). De ahí que fuera sabia la decisión de pintar con la misma
referencia de la naturaleza. No hay intermediarios. Son las pupilas de Sorolla
el carrete continuo que filma la brillantez instantánea en las olas y en la
espuma acariciando la arena. Exprime el sol de mediodía. Todo pareciera en aquel sentir abril o mayo. Ser la primavera de esplendor y gozo la que envuelve a Alfonso XIII en los jardines de la Granja de San Ildefonso (1907) o los tantos retratos al aire libre de Clotilde. Jugueteando entre los claros vestidos de lino o en
la tostada piel de los chiquillos. Simpatía que también tiene su espejo en el Báltico.
Las exposiciones universales son sus clases magistrales.
Gana el Grand Prix en 1900 por Triste Herencia, una combinación de impresionismo
y realismo. Del mar y de la costumbre. De su compromiso social y del mar
sempiterno que vela por custodiar el pensamiento y sentimiento aportado por el
artista en cada lienzo. Su universalidad es notable. Sorolla no quiere
reducirse ni limitarse. Sorolla quiere trascender, y lo hace. Trasciende. Encontró
la verdad que buscaba en la luz. Supo identificarla y dotarla de gran humildad
y honor. Vistió de gloria la pobreza. Hizo elegante la miseria.
La fundación Masaveu, la Hispanic Society
de Nueva York y el Museo Sorolla de Madrid son algunos de los grandes templos custodios
que atesoran gran parte de la prolífera colección del pintor
valenciano. Peregrinar por estos centros de arte es un dulce camino por el que
entender la complejidad y la constante superación que legó al mundo Joaquín
Sorolla y Bastida, quien mira a su mar y a su gente con un recuerdo eterno a los pintores que le trajeron la luz para que él mismo brillara.
La estética de la democracia
11:17
Fran Ibáñez Gea
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11:17 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
Ilustración: Raúl Arias
Las civilizaciones han demostrado brillar por su historia,
costumbres y adelantos. Su legislación, desde los faraones de Egipto hasta los
gitanos del Almanjáyar, han regido los límites de acción incuestionables para
cada comunidad. Los ritos celtas o las fiestas de un pueblo de Teruel presentan
una celebración a la población que es compartida con propios y ajenos. Se crea
un producto que nace de las tradiciones y se arroja al mundo. El doctor Fleming,
Albert Einstein o Neil Amstrong dando pequeños pasos. Con el sistema ocurre lo
mismo, estando dentro de la cultura, siendo un componente que articula
la soberanía y aporta ornato a las corbatas y maletines, tiene en su reflejo un
atractivo visual, en los gestos, expresiones y reflexiones, que nos
identifican, que nos incluyen.
La democracia ha aportado a este país una cultura
valiosísima de empoderamiento civil, tan sólo visto previamente en conatos
valerosos fracasados. El martirio de estas intentonas por conquistar la
libertad fue un caldo de cultivo que pasó de generación en generación hasta que
1978 tuvo su Biblia donde se les reconoce a ellos y se nos distingue a
nosotros, herederos, como seres iguales. El parlamento de hombres enlutados,
curas y militares dio paso a un rey constitucional abriendo las Cortes bajo la
atenta mirada de Suárez, la
Pasionaria , Alberti o Fraga. Todos en fraternidad. En otros
tiempos también nos trajo el sufragio universal para hombres y para mujeres.
Nos trajo el matrimonio igualitario, nos trajo la protección a las víctimas del
machismo. Nos dio la posibilidad de hacer responsables y dueñas a las mujeres
de su cuerpo. Pero mucho más antes aquellos que se reunieron en Cádiz,
perseguidos y asediados por una Francia pseudopaternalista, hicieron que la
libertad y la igualdad fueran rotuladas en oro en las mentes de cada español.
Han sido muchas las conquistas comunes que hoy parece se han
apartado en un baúl del que nadie recuerda. Un alzheimer nacional, con todo el
dolor y la angustia que conlleva el no reconocerse a sí mismo. Creen que el día
que viven ha nacido de la nada. Que no hay experiencia. Viven sin historia.
Para ellos nada sirvió que a Riego lo ahorcaran en la Cebada o que la sangre de
un Torrijos fusilado bañara el mar de Málaga. Que Federico García Lorca
descanse perdido y deshecho en harapos entre terrones de tierra. Y es plácido
considerar que la paz y la tranquilidad con la que respiran los hayan
obnubilado.
La obscenidad de la corrupción ha maniatado y ultrajado este
duro trayecto. Ha estallado la confianza y esa gente olvidadiza en vez de
defender a la víctima, la han apedreado, le han declarado el silencio y se han
puesto a coquetear con amistades tiranas. Ante el generoso abrazo que despierta
la democracia unos pocos acólitos, tristemente cada vez más, avivan un llanto
de autarquía, sequía y maltrato. Lo ven como bueno. El fascismo, ese engendro que
vio nacer, hizo sufrir y congeló el siglo XX, pareciera que el calentamiento
global, como con la viruela, la peste bubónica o el ántrax despertadas en el
deshielo de Siberia hoy, ha abierto los ojos de su tumba gélida de conciencia
de avaricia y arrogancia. Han echado brotes verdes en este otro siglo.
El fascismo, que
también goza de una estética atractiva de señoritismo y arrogancia, ha
promulgado como Lutero en Wittermberg las cuatro malas verdades que esquilman
la convivencia. Racismo, xenofobia, machismo y homofobia. Una caja de Pandora que asesta
una puñalada a la tolerancia amable de la democracia. Una sanguijuela que
haciendo el mal, se aprovecha de las últimas gotas de bien que queden. No
existe principio de igualdad. Se reduce al mínimo el sentido de la libertad.
Jamás comulgó el dueño con los esclavos. Sólo odio y miseria. En carnes propias
viví cómo dos señoronas ponían una queja porque el Palacio de Cristal del
Retiro de Madrid exponía la obra de un artista catalán. Él era Jaume Plensa, y
ellas dos infectadas maleducadas que me gustaría arrinconar en anécdota y no
volver a repetir más.
La democracia trajo la Unión Europea de panes y peces.
Fue ella quien redujo al recuerdo el muro de Berlín, que el Estados Unidos post-aparheid
tuviera un presidente negro. El beso de Honecker y Gorbachov. La paz de
Mandela, la madre Teresa, Rigoberta Menchú o Malala. Obama saludando a Castro. El
No a la guerra de Irak, el 15-M y la siempre mano tendida con las víctimas del
machismo, del terrorismo, de la injusticia. No hace falta remontarse a
Cervantes, a los versos de Quevedo o a los brochazos de finura que acariciaba
Velázquez. No hay que hablar de Armadas invencibles ni Escoriales para rescatar
la grandeza de este país. Su fuerza no estuvo en que nunca se ocultara el sol
en sus dominios. Fue en Madrid donde se trasvestían Almodóvar y McNamara en los
años de la movida, en Barcelona donde Lluis Llach cantó a coro con todo el público
L’estaca y los grises los desalojaron a palos. Carmen Thyssen atándose a los árboles
del paseo del Prado o a Gutiérrez Mellado recriminando a Tejero a dos pasos mientras éste
daba tiros en el techo del Congreso de los Diputados. El Guernica volviendo del
MoMA, Maruja Mallo, Alberti y Dalí reviviendo el 27. Rafa Nadal, Pau Gasol,
Alberto Contador y Fernando Alonso luciendo rojigualda. La duquesa de Alba en
calesa por la feria de Sevilla o yendo a las goyescas de Ronda a ver torear a
Morante o Enrique Ponce. Carlos Cano cantando la Murga de los Currelantes, Rocío Jurado entonando el himno de Andalucía. Serrat con las Nanas de la Cebolla de Miguel Hernández. Las universidades llenas de estudiantes. Los museos
abiertos a todos los públicos. Goles del Barça, del Madrid, del Atlético…hasta
del Betis. Pagando en euros y hablando de pesetas. Pinochet siendo juzgado, el
nazismo condenado y el valle de los Caídos desmantelado de todo viejo honor.
En tiempo como los de hoy, donde parece que el terrorismo
está en jaque, la conciencia feminista incluida en la agenda y un país que no
se denomina desnutrido y analfabeto, es necesario hacer frente a las brechas, a
las flaquezas. Lanzarse a salvar el medioambiente malherido. No permitir que el
mediterráneo sea un cementerio de hermanos, por muy morenitos que sean. Saber
que todos distintos, somos iguales. Que hay mucha ancha castilla que recuperar.
Ojalá los años veinte que se nos vienen sean dorados para cumplir estos buenos
propósitos ¡Salud y democracia!
El Prado disperso en la Universidad de Granada
11:42
Fran Ibáñez Gea
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11:42 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
El Rectorado de la Universidad de Granada, histórico edificio
renacentista del Hospital Real, acoge una exposición dedicada a los fondos que
el museo del Prado ha confiado durante siglo y medio en depósito a la propia universidad.
Esta relación evidencia la implicación que ambas instituciones tienen con la
sociedad y su compromiso con la cultura.
La relevancia de esta exposición recae en este diálogo, en
la custodia de ese Prado disperso, llamada así a la colección nacional
depositada en instituciones de toda España. Ochenta y ocho obras están en
Granada (el museo de Bellas Artes tiene gran parte) y de ellas once recaen en
la universidad. El rector Santiago López Argüeta solicitó en 1881, conocedor de
la mala coyuntura que siempre ha recaído en las grandes pinacotecas incapaces
de mostrar la totalidad de su catálogo por falta de espacio, algunos cuadros
para decorar el Colegio de San Pablo, hoy facultad de Derecho. Al mes llegaron
veinte cuadros, que bajo real decreto han ido redistribuyéndose por las
diferentes sedes y facultades de la universidad. Con el tiempo algunas fueron
devueltas, otras fueron nuevamente solicitadas por otros rectores. Las últimas
llegaron con Antonio Marín Ocete.
Granada, bastión fundamental de la historia de España, se
suma a los fastos del bicentenario recordando esta estrecha fraternidad con el
arte que tuvo su interés en el acercamiento a los círculos de estudiantes
universitarios cuando viajar a Madrid no contaba con las facilidades de nuestros
días. Abre la muestra la exquisitez y simbolismo del valenciano Antonio Muñoz Degrain
con su fábula de Lampecia y Febe o también conocido como la Metamorfosis de las
Helíades. En esta exposición se podrán ver obras de gran relevancia como el
cristo de Francisco Bayeu cuya fisonomía, en especial manos y pies, comprende
un realismo sobrecogedor y un ímpetu delicado en la pasión de la crucifixión. De
grandes dimensiones también es la
Muerte del Príncipe de Viana de Vicente Poveda, discípulo de Federico
Madrazo. Es el único de la muestra que no comparte instalaciones con el resto
de la exposición, pero sí está en el mismo edificio y puede ser visitado. De
inexcusable ternura y realismo, Casa de vecindad de Adela Ginés. Así como
copias de originales que respaldan la trascendencia que tuvo cada representación
para la ciudad como Carlos V y Felipe II o el dictamen testamental de Isabel la Católica , original de
Eduardo Rosales.
El breve recorrido que ofrece la exposición es suficiente
para notariar la relevancia que Granada y su universidad tienen en poder
exhibir una muestra artística de estas características así como homenajear al
museo nacional del Prado en su doscientos cumpleaños.
Exposición temporal
El Museo del Prado en la Universidad de Granada
13 de noviembre 2019 - 31 de enero de 2020
Sala de la Capilla, Hospital Real
Granada
Museos franquicia
9:54
Fran Ibáñez Gea
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9:54 Fran Ibáñez Gea 3 Comments
El atesoramiento de obras, su conservación y promoción son
tareas fundamentales que acomete un museo. El mundo del arte está en continuo
movimiento. La vertiginosa velocidad a la que avanza hace que todas las
instituciones y galerías estén siempre al tanto de cambios y propuestas. Las
casas de subastas y ferias asumen el papel hoy de lo que antaño realizaban las
exposiciones universales. Todo está por hacer, todo está por descubrir. Estar a la altura de los tiempos es una máxima.
El inmenso volumen de piezas que los museos conservan es
inabarcable a sus limitaciones arquitectónicas. El espacio de exposición suele
ser minúsculo comparado con el basto número de obras de arte custodiadas en sus
almacenes. Dos de los museos españoles más importantes son conscientes de esta
realidad. El Museo Nacional del Prado, de las 8.000 cuadros inventariados, sólo 1.150
están a la vista en sus salas. El proyecto aprobado para la ampliación de
Norman Foster en el Salón de Reinos se espera que muchas más puedan ser
expuestas. El Centro Nacional de Arte Reina Sofía cuenta con 30.000 obras, suma y
sigue, teniendo el 5% expuesto. Los americanos, franceses y rusos no son menos. Y este hecho explica la motivación de difundir en otros lugares, inaugurando nuevas sedes y centros, el
volumen archivado de sus colecciones.
El parisino Louvre tiene una franquicia en Lens y Abu Dhabi.
De la mano, Pompidou se presenta en Metz y se cuela en Málaga. La Solomon Gunggenheim
Foundation abrió en Nueva York y de allí conquistó Venecia, Bilbao, siendo doblete para Abu Dhabi. Hermitage anunció su idea de abrir una sede en
Barcelona próximamente. El aplauso por esta iniciativa viene dado por la
internacionalización de las ciudades donde se posan estas instituciones, bien conocidas
en lo ancho y largo del mundo. Su presencia genera unas sinergias muy
interesantes como dinamizadoras del turismo cultural. Incluso algunas de ellas,
bien el Pompidou malagueño (De la
Fuente & Malavé), bien el Guggenheim bilbaíno (Gehry) han
visto experimentar en sus ciudades una imagen nueva más atractiva de renovación.
Unas consecuencias más ásperas son la falta de idiosincrasia con el arte del
lugar. Es un pastiche en el que la ciudadanía no se siente reflejada. No forma
parte de su verdad cultural. Va al margen de sus artistas y de sus corrientes
artísticas. El malacitano de toda la vida se encuentra en el Pimpi, no en el
Burguer King. Ahí entra el debate de qué cara se quiere mostrar, una marca
blanca de ciudad más adaptada a las previsiones del foráneo o el abanico de
posibilidades con el que un lugar ajeno pueda ofrecer.
Otras muestras a caballo de museos franquicia podrían
considerarse Caixa Forum, con sedes en Barcelona, Girona, Lleida, Tarragona, Zaragoza,
Madrid, Valencia, Palma y Sevilla. Sus exposiciones temporales cuentan con un itinerario
vertebrado por algunas de ellas. Todo ello es posible por los convenios firmados con otras grandes instituciones como el British Museum, el Louvre o el mismo Prado. El Thyssen-Bornemisza tiene su colección estatal en la
capital, algunas obras en el MNAC, mientras la colección Carmen Thyssen tiene
sede en Málaga, y obra hasta en Andorra. La Tate
inglesa también podría incluirse en este apartado, atendiendo a que dos de los
museos principales de la institución tienen sede en el propio Londres (Britain
y Modern) y los otros dos en Cornwall (St Ives) y Liverpool. Todo ello es
respuesta a una cuestión dada. La limitación espacial ha encontrado su solución
con la expansión y nueva apertura de sedes en nuevos destinos, promoviendo
valores culturales y haciendo el arte más accesible al público en cualquier
parte del mundo.
Arte de mujer
12:12
Fran Ibáñez Gea
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12:12 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
El Museo Nacional del Prado, en aras de la excelencia que lo
regenta, abre la puerta grande a las mujeres artistas. En esta ocasión, y en el
marco de su bicentenario, las mujeres ganan el merecido protagonismo en una
exposición capitaneada por dos pintoras excepcionales cuya relación con España
y el Prado es estrecha: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana.
Rompiendo las barreras que había sobre ellas, estas pintoras
consiguieron ser reconocidas por su talento y dedicación al arte, llegando
Anguissola a ser pintora de cámara en la corte española de Felipe II por
mediación del duque de Alba. Pero esto no es más que la punta del iceberg: la
mayor de siete hermanas fue discípula de Miguel Ángel, quien la admiró y apoyó,
así como siendo mencionada por Giorgio Vasari como una excelente pintora por
logros propios. En España fue dama de Isabel de Valois, apasionada del dibujo. A
la muerte de la reina, se convierte en tutora de las infantas. Habiendo
trabajado con Sánchez Coello, el paso del tiempo desdibujó su recuerdo, atribuyéndose
obras de Anguissola a éste que pasados los siglos han vuelto a llevar el nombre
por derecho de su creadora.
Lavinia Fontana destacó como pintora de un primer barroco.
La influencia de los Carraci fue determinante en su trayectoria, la cual ganó
gran notoriedad como pintora en la corte del Papa Clemente VIII y Paulo V. Elegida
miembro de la Academia
de Roma, Fontana llega a pintar desnudos en gran formato para el ámbito
religioso, siendo esto extraordinario para una mujer en la época. Del propio
barroco nace Artemisia Gentileschi, quien desarrolló su pintura de la admiración
hacia Caravaggio. La violación sufrida
por uno de los discípulos de su padre marcaron el carácter tenebrista de su
pintura, reflejando este vívido sentimiento en la decapitación de Holofernes
por Judit (1614-1620, Galería Uffizi) La agresividad, sensibilidad y precisión
reflejada en el lienzo la han convertido en su obra maestra. El Museo Nacional del
Prado conserva su Nacimiento de San Juan Bautista (1635) encargado por el
virrey de Nápoles para el Palacio del Buen Retiro de Felipe IV.
No será la primera vez que el Prado haga una exposición protagonizada por mujeres. Clara Peeters estrenó esta línea, siendo sus bodegones
fascinación y deleite del público. La habilidad de Peeters la hacen maestra del
detalle y notaria de su tiempo, constatando en las piezas cotidianas un
discurso realista y cómplice. Sus reflejos la retratan, firmando su rostro
contra el agravio con el que era vilipendiado el arte de las mujeres. Nuestro
siglo, con firme determinación feminista, ha querido rescatar de la
invisibilidad y de los almacenes la belleza que mujeres como Angelica Kauffman,
Rosa Bonheur o Rosario Weiss (ahijada de Goya) demostraron en su tiempo y que el
paso de éste la han barrido del lugar donde su grandeza las puso. Hoy, su
pintura es analizada y reubicada, para que las futuras generaciones no duden de
que un museo no es sólo sitio de hombres.
Esta iniciativa refuerza el compromiso que el Museo Nacional
del Prado tiene con el arte, con su historia y con el presente. Una mirada
nueva hacia el renacimiento o el barroco cuyos pinceles los toman artistas femeninas valientes que lucharon en su día por ser tan valerosas como los grandes maestros.
Guerrero / Vicente
8:25
Fran Ibáñez Gea
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El arte, sus hijos y hermanos, son todos discípulos del
mismo motivo: la continua búsqueda de expresión que defina por sí solo ese algo
que se halla más allá del lienzo. Que permita sumergirse a golpe de mirada en
las intenciones y emociones del artista. Cada obra es un mar al que admirar y
respetar, y en el que poder comprobar la bravura y calidez de sus aguas. Su
fauna y su espuma. La profundidad que lo baña y la historia que lo regenta.
De esta manera, José Guerrero y Esteban Vicente se reúnen por
vez primera en casa del granadino, un encuentro pos-morten, a pesar de que sus
vidas si en algún momento hicieron amago de cruzarse, sí anduvieron caminos
paralelos. Las trayectorias fueron familiares. Del provincianismo y ruralismo que
los vio crecer (Guerrero en los escolapios. Vicente en los jesuitas) marcharon
a la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando, de allí a París a curiosear las vanguardias
que ya se olfateaban en Madrid. Nueva York, sería el punto de inflexión. De allí
venían sus esposas y allí conseguirían una nueva nacionalidad. En el caso de
Esteban, mayor que Guerrero, la guerra civil le sorprendió en España, fiel a la
república, contribuyó a la causa hasta que se exilió a Estados Unidos donde el embajador,
en aquel entonces Fernando de los Ríos, le hizo vicecónsul de Filadelfia. Un
año fundamental de su carrera es 1950 donde se presenta a la exposición New
Talent (Talent 1950) en la que fue seleccionado. Guerrero llegaría una década
después al país y tomó rápido contacto con la Escuela de Nueva York, en
ebullición, que sirvió de catarsis para el artista. Para ambos, el dedo grácil
de Betty Parsons los catapultó a las esferas artísticas americanas.
La circunferencia la cerraban pintores de la talla de Mark
Rothko, Clifford Still y Barnett Newman. El expresionismo abstracto era uno de
los movimientos imperantes más cotizados. Costó desprenderse de la figuración,
desaprender las formas, sintentizarlas y abreviarlas. Suprimirlas. No se le
pueden poner puertas al campo. Así esta corriente viste en una masa de color el
lienzo, pariendo la experiencia personal que los habían llevado hasta allí.
Vicente, más académico, fue profesor en la universidad de
Puerto Rico. Volvió a España gestada la transición y recibió, entre otras
distinciones, la Medalla
de Oro al Mérito en las Bellas Artes entregada en el Museo del Prado por el rey
Juan Carlos I en 1990. Guerrero también decidió regresar a España. Exponer su última
colección en Granada fue un golpe de realidad. En 1966 conoció a Zóbel y su
cercanía con la generación de El Paso lo llevó a formar parte del Museo de Arte
Abstracto español de la Fundación Juan
March en Cuenca.
Federico García Lorca, su paisano, estuvo presente. Tanto en
Nueva York como a su vuelta, donde fue a Víznar a ver con sus propios ojos la
tumba anónima con la que la indeseable guerra había despedido al poeta
universal. La
Brecha III
(1989) es un retrato al último Federico, al que quitaron la vida y se llevó la
tierra. Un estallido, una voz quebrada. Un campo en verano. Bajo la tutela de
esta exposición, aquellos compañeros desconocidos retoman contactos y se ponen
al día de ese siglo turbulento en el que el pintar fue su única salvación.
Exposición temporal
4 de octubre - 12 de enero
Centro José Guerrero
C/ Oficios 8 - Granada
Masaveu en el Paseo del Arte
22:10
Fran Ibáñez Gea
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Al paseo del arte español se le ha sumado un nuevo miembro.
Desde Atocha a Colón, Madrid puede sentirse dueña del más absoluto de los
orgullos al poder convivir con galerías de arte y museos de primer orden
mundial. Coronada esta selecta lista por el Museo Nacional del Prado, la triada se completa con el escalafón del Reina Sofía y Thyssen-Bornemitsa. Caixa Forum, el museo Naval, el Museo Nacional de Artes Decorativas, el
Museo Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional
y la Fundación Mapfre
dan la bienvenida también a una distinguida colega que estrena sede en
el número 6 de Alcalá Galiano. La fundación María Cristina Masaveu Peterson es
una institución que ha aportado merecidos logros al arte de una forma
sustancial y que por fin abre sus puertas para exponer su
colección. La elegancia en el gusto de esta familia catalana, asentada en Asturias, e interés mostrado en este ámbito explican la riqueza plástica y la selección estilística. Su mecenazgo y compromiso se ha enraizado generación tras generación hasta nuestros días.
Algunas de sus obras han podido ser vistas en préstamos a
exposiciones temporales, y es una delicia poder contemplar este buque insignia
que corre el telón con La pintura española del siglo XIX. De Goya al Modernismo, un desfile orquestado y comisariado por Javier Barón, conservador de la colección de pintura del XIX del Museo del Prado, y por tanto una apuesta segura para pulir el éxito en esta muestra. Sus instalaciones rehabilitadas y recién inauguradas ofrecen un
paseo ameno y sintético por piezas clave de los últimos dos siglos. Una cascada
de estilos que comulgan entre sí, amalgamados en sus corrientes y afluentes. Hilvanados
con un discurso elocuente, por sus salas florece el recorrido que los pintores
españoles diseñaron con gran genialidad hasta la veintena del siglo pasado.
Una tarde de toros (Suerte de Banderillas, 1793) con Goya o una
alegoría de Vicente López estallan de complicidad la relación de estos dos
amigos que tanto aportaron a una época oscura de nuestra historia. López
Portaña, acogiendo las reminiscencias de Mengs o Tiepolo, encaja un retrato
como mitología. Goya por su parte inyecta un discurso que barniza el
costumbrismo. A la juerga se apuntan Eugenio Lucas Velázquez, Federico de
Madrazo y Eduardo Rosales. Aparece Esquivel entre brochazos. En un segundo
turno el color estalla con de Haes, Riancho, Martín Rico, Meifrén,
Beruete y, aunque algo anecdótico, no pierde su silla, el maestro Fortuny.
Los naturalistas catalanes empiezan a coger fuerza.
De un momento a otro de este paseo se llega al lugar sagrado
de la colección. Romero de Torres y Zuloaga le hacen un ademán a Sorolla,
el rey de esta exposición, la pasión y la fuerza. Un desplome de grandeza cuya presencia queda entronizada en la selección de las
obras presentes en la fundación. La copia a Velázquez del retrato de Mariana de
Austria es una declaración de intenciones. La familia de don Rafael Errázuriz Urmeneta
o el Remero es una ventana abierta llena de frescura a su tiempo. Es muy
probable que la casa Masaveu Peterson tenga en sus filas el mayor número de
obras adquiridas del pintor valenciano en España.
La pintura catalana, cuyo esplendor lo brindan Casas y
Rusiñol, destaca notablemente Anglada-Camarasa, Sunyer y Mir, a la
par que el discreto pero fundamental Nonell, que sirve de sombra a este
escaparate de luz, bordando realismo y peso a la trayectoria ofrecida en este
discurso. El Silencio se cuela en uno de los patios de la fundación. Es la obra
más contemporánea, perteneciendo al artista Plensa, quien tiene a ‘Julia’
como vecina en la cercana Plaza de Colón, y hasta hace poco también la trinidad de 'Invisibles' en el Palacio de Cristal del parque del Retiro.
Es indudable el aprecio, respeto y contribución que la
fundación María Cristina Masaveu Peterson hace al mundo del arte y el respaldo
que supone la apertura al público de una colección sublime como es la suya, más
aún en un enclave significativo del paseo del arte madrileño.
Granada
13:07
Fran Ibáñez Gea
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13:07 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
Granada es.
Una mantilla de plata se engarza en la almenada Alhambra, sirviendo sobre su colina de corona a la ciudad de Granada. No es una belleza casual. Granada es especial. El aprecio árabe levanta un oasis de deseo y pasión, filtrando su esencia a la eternidad. Se percibe en el ambiente el reposo de los siglos, la virtud del agua que emana en arrullo por sus albercas y corretea por las acequias. El Darro acompasa al andariego en el paseo de los tristes. Mientras, la torre de los Arrayanes, sultana y señora, vigila muda entre golondrinas, y conversa cuando la luna asoma.
Es un pecado no quererla. Granada es embrujo. Todas sus culturas. Toda su gente. El granaíno es sencillo y bravío. Tiene ímpetu y mesura. Es de raza antigua. En su sangre hay abencerrajes, judíos y linajes convexos. Un vergel donde estalla la primavera. Cármenes derraman sus tapias buganvillas, jazmines y galanes. El silencio es un piropo roto por un baleado flamenco. En San Nicolás se asoma el atardecer para despedirse, y baña en fuego por cuatro rayos el arrebol. Granada es poesía. Todas las bellas letras que la Alhambra inspira y en ella abarca, musa legítima que rejuvenece en cada artista.
Granada es un confesionario donde encontrarse. Es un bosque que atravesar. Es la morería de un zoco. Teterías en hilera y turistas a porrones llenan sus calles de frenesí. La universidad hace brotar legiones de juventud que la defienden y la engalanan. Un bastión de gloria donde vivir es un placer.
Esta ciudad, que desde que Washington Irving la visitara ha sido lugar de peregrinación de tantísimas personas para conocerla, la han retratado, pintado y fotografiado mil veces mil. Cualquier representación o resumen es una anécdota a la fuerza que Granada despierta de forma individual. Sus tres ríos (Genil, Darro, Beiro) y siete colinas (Aceituno, Mauror, Asabica, Silla del Moro, Sol, Albaicín, Sacromonte) la hacen sagrada.Y cada rincón es un verso suelto que Federico García Lorca unió para después amarla eternamente.
Cinco cosas hay, personalmente, que no debería pasar por alto ningún preciado visitante:
La Alhambra: Es el foco de atención por excelencia. Masificada a chinos y guiris, las racionalizadas visitas rozan el aforo de lo que sería más cómodo. El recinto es una joya que no tiene una amplitud faraónica. Mayo es la mejor fecha para visitarla. Los jardines del Generalife y el Partal son propios de una fantasía escapada de Alicia en el País de las Maravillas. La rosaleda que acuartela la Alcazaba, con sus privilegiadas vistas está en su esplendor. El Palacio de Carlos V es gratuito y abierto todos los días. En él se alberga el museo de la Alhambra y el museo de Bellas Artes de Granada, el cual es muy recomendable por las obras de Alonso Cano, Diego de Siloé, Pedro de Mena, los Mora, Sánchez Cotán, López-Mezquita, Gómez Moreno y el inestimable Fortuny.
Albayzín: Sin lugar a dudas es el mejor lugar. Si te acercas al tan transitado mirador de San Nicolás es mejor en el atardecer (aunque desde San Miguel Alto es mayor el deleite). Aunque el momento cumbre es la madrugada, todo desierto, sólo la Alhambra iluminada y la oscuridad del lugar. Otro de los muy recomendables sitios desde donde poder admirar el paisaje es el mirador de los Carvajales, sin tener que ascender tanto la colina, un rincón más rescatado del barullo y donde poder estar tranquilo. Y el tercer, pero no menos importante, es el mirador que ofrece el Carmen de la Victoria, propiedad de la Universidad de Granada, con unas vistas, cara a cara con la Alhambra que no deben pasar desapercibidas. El Albayzín, también patrimonio de la humanidad, ofrece un rescate al tiempo y lo sumerge en un retal de calles enmarañadas, estrechas y adoquinadas que olvida el ajetreo de la ciudad.
Las Pasiegas: El entorno del centro. La plaza de la catedral (Pasiegas), la de Bib-rambla o entre la calle oficios y zacatín se puede pasar del mundo occidental, con la catedral renacentista más grande del mundo, al oriental, con un zoco musulmán, en un segundo. Una de las cuestiones históricas que más peso tienen es la Capilla Real donde descansan los restos de los reyes católicos, así como Felipe de Habsburgo (el hermoso) y la reina Juana (la loca). En este lugar, también se halla una obra de Botticelli, la Oración en el Huerto, siendo una de las pocas obras que vieron la luz fuera de Italia en tiempos del pintor, por encargo de la reina Isabel la católica.
Los Monasterios: Son piezas fundamentales del esplendor del barroco granadino. Tanto el monasterio de los Jerónimos como el de la Cartuja son escondites del arte que justifican la grandeza que residió en esta ciudad en tiempos pasados. Pocas palabras pueden hacer honor a la belleza tallada y esculpida que adorna sus cúpulas y paredes. Especial atención merece la basílica de San Juan de Dios.
La Ysla: La pastelería la Ysla, original de Santa Fe, es una de las más populares y cuyos dulces son exquisitos. Aquí nace el pionono, un pastel dedicado al Papa Pío IX del que tomó el nombre. La repostería y gastronomía granaína es un atractivo más para conocer esta ciudad, así como las tapas y bodegas de la zona.
Cascamorras
8:07
Fran Ibáñez Gea
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8:07 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
Guadix y Baza se engalanan, quitándose los trajes de feria,
para recibir con el color de la tierra, roja arcilla, el abrazo de la historia.
Predilecto septiembre que saca a las calles a sus paisanos para ver y acompañar
al Cascamorras, héroe siempre eterno.
Una rencilla centenaria floreció en una fiesta de calado
internacional. Dos villorios, cada cual en aras de maquillar su pasado islámico
tras la vuelta a la cruz y al vino, en unas obras en la localidad bastetana, un
obrero accitano escucha un murmullo que sale de la tierra. Ante lo que fuere
aclamando piedad, este hombre, de nombre Juan Pedernal, arañó y escarbó hasta
encontrar a aquel ser que se pronunciaba en auxilio. Para su sorpresa, aquel
hallazgo fue el de una pequeña talla de la virgen María. Creyendo que esta
bendición era de su pertenencia, quiso llevarla a su Guadix natal, encontrando
aquí el litigio: la imagen encontrada en Baza había de quedarse en ella. El
asunto se solucionó de buena manera. Un intento anual de recuperar la virgen
llegando inmaculado a su templo. Sin mancha alguna Juan Pedernal o sus
sucesores podrán retirar la talla y llevársela. De lo contrario, esta gesta,
improbable como han demostrado los años, habrá de reanudarse cada septiembre
hasta que se consiga. Quinientos años van. Hasta Cervantes presenció este hecho
en una de sus rondas recaudatorias por los corregimientos.
Son muchas las motivaciones religiosas que han dado lugar a
fiestas populares a lo ancho y largo de nuestro país. España, de fervor acuñado,
ha sabido transformar dichas celebraciones, contextualizándolas a la época que
las rigen. Rica en patrimonio inmaterial, la marcada genética hispana ahonda su
huella cuando de un festejo se trata. Y es así como, perdurando las tradiciones
y adaptándolas, el Cascamorras, sin ir más lejos, fue considerado una fiesta de
interés turístico internacional. Un compromiso férreo de ambos consistorios y
de toda la ciudadanía que cuidan y se esmeran porque estos quinientos años
vividos sean un ápice de todos los que quedan por correr, con la ilusión de
que tras un camino de obstáculos, tintes y algún que otro golpe, será en la
virgen de la Piedad
en la que el Cascamorras encuentre su refugio y en ella confíe sus fuerzas para
volver a Guadix, con las manos vacías y a sabiendas de que una carrera más le
espera entre sus paisanos por el sonado, y augurado, fracaso.
Si algo distingue esta fiesta es por su fuerte estética, por
la inmortalidad de su imagen, que recrea un paisaje sacado de todo contexto,
tiempo y lugar. Convierte las ciudades en una riada de hombres y mujeres
dispuestos a acompañar en el histórico desengaño al Juan Pedernal del momento. La
vestimenta del protagonista, brillante y vibrante juglar, contrasta con la del
resto, que no dudan en ennegrecerse, en colorearse de granate o azulete, para
quebrar las intenciones. Todos se ponen de acuerdo en su contra. El día que
ningún bastetano reciba al Cascamorras; el día que el convento de la Merced no le tenga las
puertas abiertas; el día que ningún accitano recuerde acompañar a su antihéroe,
se perderá uno de los grandes mitos que unió a dos ciudades hermanas y rivales.
Mientras tanto, y eso no pase, aún quedan muchos Cascamorras por pasar y muchas
Cascamorras en tomar el relevo. Un hito que rejuvenece y se vence a sí mismo en
cada cita, una apuesta por continuar y seguir siendo. A quinientos años no se
alcanza todos los días.
Fotografía: Nana Parra
Fotografía: Inma Ruíz Monedero, Makun
Oporto
9:19
Fran Ibáñez Gea
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9:19 Fran Ibáñez Gea 0 Comments
Oporto es una ciudad que no se entiende sin su Duero y sin su océano. Una colina que derrama, como su buen vino, una belleza histórica digna de admirar y de ser nombrada patrimonio de la humanidad. Sus iglesias esparcidas se conjuran como perlas engarzadas que van sirviendo de via crucis de estética e ideosincrasia cuando se pasea.
Es, después de Lisboa, la segunda capital más grande de Portugal, convirtiéndola en un foco referente de turismo y de gran concentración. El aeropuerto internacional Francisco sá Carneiro, sus buenas comunicaciones con el metro y la espléndida profesionalidad de sus comerciantes (políglotas sin igual, mostrando todas las facilidades y recomendaciones para que el viaje sea de lo más agradable posible) la convierten en un destino ejemplar, proyectando una calidad que extraña en tiempos donde el turismo masificado es un enemigo potencial a la conservación de las ciudades históricas.
Dos elementos están muy repartidos a lo ancho y largo de la región: los azulejos y las sardinas. Los azulejos que tanto embelesan el paisaje portugués se debe a una cuestión técnica. La humedad que arropa el Atlántico obliga a tener que revestir las fachadas con este tipo de material, habiendo un juego de belleza y buen gusto en cualquier parte donde te encuentres (su estación de tren central es buena muestra de ello). Por su parte, las sardinas, son una máxima de la fiesta lusa, ya que forma parte de la gastronomía de celebración como en la noche de San Juan.
Tres lugares hay indispensables para entender el sentimiento que despierta Oporto en el andariego:
La librería Lello. Es un lugar buscado internacionalmente desde que J.K. Rowling se inspirara para su sempiterno mundo de Harry Potter. El modernismo y neogótico que materializan esta fantasía han provocado que sea un foco de masas, y esto, muy atentos a los nuevos cambios, la librería ha sabido responder a la demanda: hay que comprar una entrada de 5€ (bien online, bien en un local próximo donde también podrás dejar la mochila/ equipaje de forma gratuita). Haces una cola eterna pero ágil (la gente suele ir a echarse una foto en la famosa escalera, y cuando ven que es imposible por el gentío que hay, se aburren y se van) y si compras algún libro (que los hay, y muy buenos. Existen unas ediciones espectaculares de su propia editorial sobre literatura clásica en todos los idiomas que merecen mucho la pena) se te descuentan los 5€ de la entrada. Los curiosos tendrán que obligarse a participar de la literatura llevándose un buen souvenir.
Cualquier iglesia. Desde la Santa Trinidad hasta San Ildefonso, todas la iglesias y basílicas son tanto por fuera como por dentro una maravilla. Entendiendo la animadversión que pueda surgir contra el sentimiento religioso, invitaría a que se vieran como lugares llenos de arte y que se respetara si coincide la visita con la eucaristía. Se entenderá todo mucho mejor si se tiene cierto conocimiento de cultura religiosa ya que se identifican con más facilidad las imágenes. En el caso de San Ildefonso, mostrado bajo la Santa Custodia portada por dos ángeles en un retablo churrigueresco, podría compararse con la Aparición de la Virgen a San Ildefonso de Murillo (Museo Nacional del Prado) o incluso con la narración de Gonzalo de Berceo en Milagros de Nuestra Señora, en el capítulo de la Casulla de San Ildefonso. Todo ello enriquece las perspectivas dogmáticas y referenciales que cada comunidad ha tenido.
La ribera del Duero. No temáis a bajar la ladera y llegar al río. Es el lugar más espectacular de la ciudad. Disfrutar de un vino de Oporto en las bodegas con vistas al río y a la ciudad, flanqueada por el puente de Don Luís I (del estilo de Eiffel) es un auténtico placer. Reminiscencias a las Orillas del Duero de Antonio Machado a su paso por Soria:
Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.
Su universidad y trasiego le aportan dinamismo. Su antigüedad es arquitectónica. Está en los huesos, pero su sangre es fresca, es nueva. Muchachos tirándose al río, barcas navegando hacia el mar y un sol dorando la piedra y brillando el azulejo hace resplandecer el entorno. Oporto es imperturbable, no abunda el ruido, se encuentra la tranquilidad. Se nota y se entiende que hay muchas cuestas.
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