Arte de mujer

12:12 Fran Ibáñez Gea 0 Comments




El Museo Nacional del Prado, en aras de la excelencia que lo regenta, abre la puerta grande a las mujeres artistas. En esta ocasión, y en el marco de su bicentenario, las mujeres ganan el merecido protagonismo en una exposición capitaneada por dos pintoras excepcionales cuya relación con España y el Prado es estrecha: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana.

Rompiendo las barreras que había sobre ellas, estas pintoras consiguieron ser reconocidas por su talento y dedicación al arte, llegando Anguissola a ser pintora de cámara en la corte española de Felipe II por mediación del duque de Alba. Pero esto no es más que la punta del iceberg: la mayor de siete hermanas fue discípula de Miguel Ángel, quien la admiró y apoyó, así como siendo mencionada por Giorgio Vasari como una excelente pintora por logros propios. En España fue dama de Isabel de Valois, apasionada del dibujo. A la muerte de la reina, se convierte en tutora de las infantas. Habiendo trabajado con Sánchez Coello, el paso del tiempo desdibujó su recuerdo, atribuyéndose obras de Anguissola a éste que pasados los siglos han vuelto a llevar el nombre por derecho de su creadora.

Lavinia Fontana destacó como pintora de un primer barroco. La influencia de los Carraci fue determinante en su trayectoria, la cual ganó gran notoriedad como pintora en la corte del Papa Clemente VIII y Paulo V. Elegida miembro de la Academia de Roma, Fontana llega a pintar desnudos en gran formato para el ámbito religioso, siendo esto extraordinario para una mujer en la época. Del propio barroco nace Artemisia Gentileschi, quien desarrolló su pintura de la admiración hacia Caravaggio.  La violación sufrida por uno de los discípulos de su padre marcaron el carácter tenebrista de su pintura, reflejando este vívido sentimiento en la decapitación de Holofernes por Judit (1614-1620, Galería Uffizi) La agresividad, sensibilidad y precisión reflejada en el lienzo la han convertido en su obra maestra. El Museo Nacional del Prado conserva su Nacimiento de San Juan Bautista (1635) encargado por el virrey de Nápoles para el Palacio del Buen Retiro de Felipe IV.

No será la primera vez que el Prado haga una exposición protagonizada por mujeres. Clara Peeters estrenó esta línea, siendo sus bodegones fascinación y deleite del público. La habilidad de Peeters la hacen maestra del detalle y notaria de su tiempo, constatando en las piezas cotidianas un discurso realista y cómplice. Sus reflejos la retratan, firmando su rostro contra el agravio con el que era vilipendiado el arte de las mujeres. Nuestro siglo, con firme determinación feminista, ha querido rescatar de la invisibilidad y de los almacenes la belleza que mujeres como Angelica Kauffman, Rosa Bonheur o Rosario Weiss (ahijada de Goya) demostraron en su tiempo y que el paso de éste la han barrido del lugar donde su grandeza las puso. Hoy, su pintura es analizada y reubicada, para que las futuras generaciones no duden de que un museo no es sólo sitio de hombres.

Esta iniciativa refuerza el compromiso que el Museo Nacional del Prado tiene con el arte, con su historia y con el presente. Una mirada nueva hacia el renacimiento o el barroco cuyos pinceles los toman artistas femeninas valientes que lucharon en su día por ser tan valerosas como los grandes maestros.


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