El Guadix de Gerald Brenan

11:28 Fran Ibáñez Gea 1 Comments



Debió ser en la posguerra cuando Brenan apareció entre los barrancos y laeros que abren paso a Guadix. A la aridez del paisaje en la meseta del Zenete, junto con el tinte carmesí de las minas, se le sumaba un muro de blancura por el picón de Jerez, brazo de Sierra Nevada, que hacía en el horizonte una impoluta división entre la tierra y el cielo. Todavía quedaba sangre seca en los arcenes que las amapolas camuflaban. ¡Anatolia! se pensó. Pues hasta los accitanos, con voz raspada y faz tostada, se le asemejaban turcos. Decía él que al ser un cruce de caminos, una populosa villa sucia y ruidosa, el polvo de los camiones, burros y paseantes cubría de una fina capa los ropajes y pelajes de los viandantes, dándoles un tono ocre, de sucio acostumbrado*. 

No le prestó mucha atención a la catedral y se lamentó de que la bella plaza de arcos, que probablemente había conocido antes de la contienda, fuera arreglada con poca primura. Sin lugar a dudas, como lo había sido para otros forasteros y literatos, el foco de la atención en esta visita estaba en el barrio de las cuevas. Anteriormente ya se había documentado sobre los libros de viajes de sus paisanos tiempo atrás, los cuales decían que eran los gitanos los que poblaban estas viviendas. ¡De ninguna manera! exclamaba Brenan, que percibió cómo eran trabajadores y familias humildes, sin alusión a etnias. Quedó tan maravillado de la temperatura que la tierra ofrece que incluso anotó en su Al Sur de Granada (South from Granada) el precio que tenía una cueva en libras. Este paisaje lunar, decía, parece haberse cortado como el queso. El geólogo alemán Drasche le dio al loess el nombre de Formaciones-guadijeñas (Guadix-formation) de tan insólito y admirado que es el fenómeno. 

También habla Brenan sobre los escritores Shushtari, Mira de Amescua y Pedro Antonio de Alarcón. Conoce la historia y leyenda del premier San Torcuato y se interesó por la novedosa y motivadora empresa que estaba llevando a cabo el entonces obispo D. Rafael Álvarez Lara. Y es que el escritor inglés confesó que "Guadix no es una ciudad feliz" para realzar la deleznable pobreza y hambruna que corrían por los rostros de los accitanos. Fue D. Rafael el que convirtió el palacio episcopal en una espartera, dando de trabajar a cientos de hombres y mujeres para paliar el desempleo estacional que el campo producía. ¡Hasta los niños de las cuevas van aseados y llevan zapatos de alpargatas! y es que este obispo, comentaba Brenan, ha hecho más por la decencia de Guadix que cualquier gobierno español en siglos**.

El Guadix destruido y vandalizado que quedó tras la guerra no fue la mejor carta de presentación a nuestro visitante inglés. Un Guadix a expensas de la leche en polvo y el pan de centeno. Un Guadix que migraba al extranjero en cargueros al amanecer y empaquetaba sus raíces a la aventura de su suerte para darle a sus hijos algo de comer. Sus apreciaciones y percepciones sobre la realidad palpable de la ciudad son un retrato humano ante la ruina de un pueblo milenario, con su siempre gota de gracia en el desierto de sus manías. 







(*)There is something both harsh and sordid about Guadix whish assails one as soon as one enters it. Since it is a port of call for many sorts of travelling people, there are always gipsies, mules, horses, and donkeys standing about, and rows of lorries drawn up at the entrance. The dry gitty soil gives off a fine dust, so that the men and women one meets look unwashed and dirty, spit frequently, and have loud, rasping voices. 

(**) Yet today it is a Bishop of Guadix who has done more to raise the standard of life and decency in this city than several hundred years of Spanish government had done before him (...) I can only say that the new schools erected by the Church in the cave quarter and the clean dresses of the schoolchildren show that, if the esparto factory has indeed made a profit, the money has been well employed. 

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Santos, ínfulas e insolaciones

18:09 Fran Ibáñez Gea 0 Comments



A pesar de la extensa producción de la que se ha escrito sobre la guerra, aún quedan ciertos vacíos y lagunas en las que muy pocos se han sumergido. Particularmente, la guerra civil española, no deja de ser un hito en nuestra historia reciente subrayada por el fratricidio y la condena mutua entre los bandos participantes. Recordarla es volver a hablar de Franco y de la Segunda República. Y en ese fecundo camino trillado por designar una victoria moral seguimos hoy. Para dificultad, una losa de silencio enturbia la analítica y clarividencia del conflicto. Achica la dimensión y empobrece testimonios, hechos y creaciones. A día de hoy, aún, tenemos un reto importante que atender de aquel episodio. 

A los pocos días del alzamiento, se constituye la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico (por decreto del 25 de julio de 1936) con la finalidad de salvar todas aquellas obras de arte cuya integridad corriese peligro y cuyo valor supusieran un coste irreparable para el patrimonio español. De aquí nace la iniciativa de empaquetar el Museo del Prado y catalogar obras de iglesias y monasterios, trasladando las piezas a buen recaudo. María Teresa León, alfil en esta obra titánica, da testimonio en La Historia Tiene la Palabra (1944) de todas estas hazañas que parecen no haber trascendido en esa historia de rojos y fachas. Alentador, su discurso, abarca el proceso y el papel fundamental que tuvieron las juntas orquestadas desde el gobierno republicano para, pasara lo que pasara, España no perdiera ni un ápice de su patrimonio por este suceso. A la cabeza de la junta en Granada se encontraba el reconocido historiador Manuel Gómez-Moreno, cuya función no era otra que preservar y acometer la misma finalidad que sus compañeros en Madrid. Desvistiendo la leyenda del terror republicano, habría que añadir antes de continuar que Pablo Neruda en sus memorias Confieso que he vivido (1974) advierte en una visita al Palacio de Liria durante la guerra, que el edificio había sido abandonado por los Duques de Alba por motivo justificado y que los soldados habían entrado a hacer uso de las cocinas, no permitiendo el paso a nadie a ninguna sala para protección de la integridad de los bienes. Si el palacio sufrió algún desperfecto a posteriori fue a razón de las órdenes de Franco de bombardearlo. 

Decíamos, se encontraba Gómez-Moreno catalogando y registrando los bienes a salvar, que con anterioridad y por su extensa labor en el mundo del arte ya conocía. En una visita previa, en compañía del crítico e historiador Ricardo Orueta, antes de 1936 ya había documentado algunas obras de arte de imaginería religiosa de la catedral de Guadix o del convento de San Francisco donde se encontraban obras del escultor Torcuato Ruíz del Peral. La presencia de Orueta es fundamental, pues no sólo fue Director General de Bellas Artes, sino que al ser especializado en la escultura del XVI y XVII también hizo varios monográficos sobre Pedro de Mena y Gregorio Fernández, lo cual no podría estar exento del gran valor que en Guadix había sobre el barroco tardío granadino con la presencia de Ruíz del Peral y su apoteósica sillería del coro catedralicio en el templo accitano.  Una imagen de tres piezas hagiográficas atribuidas a Ruíz del Peral del archivo Gómez-Moreno dada a conocer por Antonio Cuerva recientemente, evidencian una falta de rigurosidad en la clasificación atribuida que podrían haber contribuido a este esperpento que todavía nos llega. En cualquier caso el dato más importante que aparece en la información que acompaña a esta imagen es: Destruida. Esto es, las tres obras de arte se daban por destruidas en la guerra. Insalvables. Irrecuperables. 

La iglesia de San Francisco de Guadix, fundada por la propia reina Isabel la Católica, había gozado de privilegios y atesorado patrimonio sinigual. Siendo sepulcro del ínclito Lope de Figueroa, héroe de Lepanto, las órdenes religiosas vinieron a menos con las desamortizaciones y los concordatos, llegando el convento de San Francisco anexo a la iglesia durante la guerra a ser un asilo para ancianos desamparados asistido por las hermanas religiosas de Sta Teresa Jornet. Las monjas, precavidas, escondieron las imágenes de los santos y las vírgenes en el entretecho de la iglesia, que a pesar de alguna infortuna gotera, no caerían en malas manos, ultraje o sacrilegio. Posiblemente para cuando Gómez-Moreno organizó la expedición de salvaguarda las monjas, temiendo lo peor, ya se habrían adelantado negando toda existencia de éstas a cualquier desconocido, por muy erudito que fuera. 

Por otra parte vale mencionar la falta de jerarquía eclesiástica en la diócesis de Guadix durante la guerra. El obispo -beato- Manuel Medina Olmos fue fusilado junto con el de Almería (30 de agosto 1936). Para la administración apostólica es designado el arzobispo de Granada, el Cardenal Parrado, quien ocupa el cargo vacante y en diferido hasta 1943. Ante ese panorama, añadiendo los canónigos, sacristanes y párrocos mártires, el patrimonio de la Iglesia accitana queda expuesto a cualquier interés. El que no fuera destruido por cuatro anarquistas exaltados, seguramente fue mercadeado o trasladado a otros lugares sin retorno. En cualquier caso se debería disolver la errónea opinión de asumir la destrucción de las piezas e indagar sobre si verdaderamente sucumbieron en cenizas o formaron parte de la corrupción política que imperaba entonces. Hay obras que fueron, naturalmente, destruidas como la copia de La Piedad de Miguel Ángel (restaurada por la escultora Mari Ángeles Guil Lázaro), Nuestra Señora de las Angustias, de Torcuato Ruíz del Peral (aunque reemplazada por Castillo Lastrucci, el rostro y las manos de la virgen se recuperaron, siendo una imagen de candelero bajo la advocación de los Dolores) o los santos y profetas de los púlpitos de la catedral a los que guillotinaron, a excepción de Moisés. Entonces bien, habría que preguntarse si es posible discernir entre obras destruidas (y recuperadas o restauradas, como la experiencia nos ha mostrado) o desaparecidas, robadas y distribuidas en el mercado negro. 

Afortunadamente, las tres obras que Gómez-Moreno fotografió antes de la guerra y que incluyo aún siguen siendo admiradas en nuestros días. Una suerte de la que no goza buena parte del patrimonio eclesiástico accitano, pero que todavía aguarda esperanza por resolver algún travieso traspiés de la historia. A continuación, adjunto fotografías que hice sobre los santos "destruidos" San Francisco Solano y San Buenaventura del imaginero Torcuato Ruíz del Peral y San Bernabé de Alonso de Mena, que actualmente se encuentran en la exposición permanente del Museo de la SARI Catedral de Guadix. 







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