Museos franquicia

9:54 Fran Ibáñez Gea 3 Comments





El atesoramiento de obras, su conservación y promoción son tareas fundamentales que acomete un museo. El mundo del arte está en continuo movimiento. La vertiginosa velocidad a la que avanza hace que todas las instituciones y galerías estén siempre al tanto de cambios y propuestas. Las casas de subastas y ferias asumen el papel hoy de lo que antaño realizaban las exposiciones universales. Todo está por hacer, todo está por descubrir. Estar a la altura de los tiempos es una máxima. 

El inmenso volumen de piezas que los museos conservan es inabarcable a sus limitaciones arquitectónicas. El espacio de exposición suele ser minúsculo comparado con el basto número de obras de arte custodiadas en sus almacenes. Dos de los museos españoles más importantes son conscientes de esta realidad. El Museo Nacional del Prado, de las 8.000 cuadros inventariados, sólo 1.150 están a la vista en sus salas. El proyecto aprobado para la ampliación de Norman Foster en el Salón de Reinos se espera que muchas más puedan ser expuestas. El Centro Nacional de Arte Reina Sofía cuenta con 30.000 obras, suma y sigue, teniendo el 5% expuesto. Los americanos, franceses y rusos no son menos. Y este hecho explica la motivación de difundir en otros lugares, inaugurando nuevas sedes y centros, el volumen archivado de sus colecciones.

El parisino Louvre tiene una franquicia en Lens y Abu Dhabi. De la mano, Pompidou se presenta en Metz y se cuela en Málaga. La Solomon Gunggenheim Foundation abrió en Nueva York y de allí conquistó Venecia, Bilbao, siendo doblete para Abu Dhabi. Hermitage anunció su idea de abrir una sede en Barcelona próximamente. El aplauso por esta iniciativa viene dado por la internacionalización de las ciudades donde se posan estas instituciones, bien conocidas en lo ancho y largo del mundo. Su presencia genera unas sinergias muy interesantes como dinamizadoras del turismo cultural. Incluso algunas de ellas, bien el Pompidou malagueño (De la Fuente & Malavé), bien el Guggenheim bilbaíno (Gehry) han visto experimentar en sus ciudades una imagen nueva más atractiva de renovación. Unas consecuencias más ásperas son la falta de idiosincrasia con el arte del lugar. Es un pastiche en el que la ciudadanía no se siente reflejada. No forma parte de su verdad cultural. Va al margen de sus artistas y de sus corrientes artísticas. El malacitano de toda la vida se encuentra en el Pimpi, no en el Burguer King. Ahí entra el debate de qué cara se quiere mostrar, una marca blanca de ciudad más adaptada a las previsiones del foráneo o el abanico de posibilidades con el que un lugar ajeno pueda ofrecer.

Otras muestras a caballo de museos franquicia podrían considerarse Caixa Forum, con sedes en Barcelona, Girona, Lleida, Tarragona, Zaragoza, Madrid, Valencia, Palma y Sevilla. Sus exposiciones temporales cuentan con un itinerario vertebrado por algunas de ellas. Todo ello es posible por los convenios firmados con otras grandes instituciones como el British Museum, el Louvre o el mismo Prado. El Thyssen-Bornemisza tiene su colección estatal en la capital, algunas obras en el MNAC, mientras la colección Carmen Thyssen tiene sede en Málaga, y obra hasta en Andorra. La Tate inglesa también podría incluirse en este apartado, atendiendo a que dos de los museos principales de la institución tienen sede en el propio Londres (Britain y Modern) y los otros dos en Cornwall (St Ives) y Liverpool. Todo ello es respuesta a una cuestión dada. La limitación espacial ha encontrado su solución con la expansión y nueva apertura de sedes en nuevos destinos, promoviendo valores culturales y haciendo el arte más accesible al público en cualquier parte del mundo.

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Arte de mujer

12:12 Fran Ibáñez Gea 0 Comments




El Museo Nacional del Prado, en aras de la excelencia que lo regenta, abre la puerta grande a las mujeres artistas. En esta ocasión, y en el marco de su bicentenario, las mujeres ganan el merecido protagonismo en una exposición capitaneada por dos pintoras excepcionales cuya relación con España y el Prado es estrecha: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana.

Rompiendo las barreras que había sobre ellas, estas pintoras consiguieron ser reconocidas por su talento y dedicación al arte, llegando Anguissola a ser pintora de cámara en la corte española de Felipe II por mediación del duque de Alba. Pero esto no es más que la punta del iceberg: la mayor de siete hermanas fue discípula de Miguel Ángel, quien la admiró y apoyó, así como siendo mencionada por Giorgio Vasari como una excelente pintora por logros propios. En España fue dama de Isabel de Valois, apasionada del dibujo. A la muerte de la reina, se convierte en tutora de las infantas. Habiendo trabajado con Sánchez Coello, el paso del tiempo desdibujó su recuerdo, atribuyéndose obras de Anguissola a éste que pasados los siglos han vuelto a llevar el nombre por derecho de su creadora.

Lavinia Fontana destacó como pintora de un primer barroco. La influencia de los Carraci fue determinante en su trayectoria, la cual ganó gran notoriedad como pintora en la corte del Papa Clemente VIII y Paulo V. Elegida miembro de la Academia de Roma, Fontana llega a pintar desnudos en gran formato para el ámbito religioso, siendo esto extraordinario para una mujer en la época. Del propio barroco nace Artemisia Gentileschi, quien desarrolló su pintura de la admiración hacia Caravaggio.  La violación sufrida por uno de los discípulos de su padre marcaron el carácter tenebrista de su pintura, reflejando este vívido sentimiento en la decapitación de Holofernes por Judit (1614-1620, Galería Uffizi) La agresividad, sensibilidad y precisión reflejada en el lienzo la han convertido en su obra maestra. El Museo Nacional del Prado conserva su Nacimiento de San Juan Bautista (1635) encargado por el virrey de Nápoles para el Palacio del Buen Retiro de Felipe IV.

No será la primera vez que el Prado haga una exposición protagonizada por mujeres. Clara Peeters estrenó esta línea, siendo sus bodegones fascinación y deleite del público. La habilidad de Peeters la hacen maestra del detalle y notaria de su tiempo, constatando en las piezas cotidianas un discurso realista y cómplice. Sus reflejos la retratan, firmando su rostro contra el agravio con el que era vilipendiado el arte de las mujeres. Nuestro siglo, con firme determinación feminista, ha querido rescatar de la invisibilidad y de los almacenes la belleza que mujeres como Angelica Kauffman, Rosa Bonheur o Rosario Weiss (ahijada de Goya) demostraron en su tiempo y que el paso de éste la han barrido del lugar donde su grandeza las puso. Hoy, su pintura es analizada y reubicada, para que las futuras generaciones no duden de que un museo no es sólo sitio de hombres.

Esta iniciativa refuerza el compromiso que el Museo Nacional del Prado tiene con el arte, con su historia y con el presente. Una mirada nueva hacia el renacimiento o el barroco cuyos pinceles los toman artistas femeninas valientes que lucharon en su día por ser tan valerosas como los grandes maestros.


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Guerrero / Vicente

8:25 Fran Ibáñez Gea 0 Comments





El arte, sus hijos y hermanos, son todos discípulos del mismo motivo: la continua búsqueda de expresión que defina por sí solo ese algo que se halla más allá del lienzo. Que permita sumergirse a golpe de mirada en las intenciones y emociones del artista. Cada obra es un mar al que admirar y respetar, y en el que poder comprobar la bravura y calidez de sus aguas. Su fauna y su espuma. La profundidad que lo baña y la historia que lo regenta.

De esta manera, José Guerrero y Esteban Vicente se reúnen por vez primera en casa del granadino, un encuentro pos-morten, a pesar de que sus vidas si en algún momento hicieron amago de cruzarse, sí anduvieron caminos paralelos. Las trayectorias fueron familiares. Del provincianismo y ruralismo que los vio crecer (Guerrero en los escolapios. Vicente en los jesuitas) marcharon a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de allí a París a curiosear las vanguardias que ya se olfateaban en Madrid. Nueva York, sería el punto de inflexión. De allí venían sus esposas y allí conseguirían una nueva nacionalidad. En el caso de Esteban, mayor que Guerrero, la guerra civil le sorprendió en España, fiel a la república, contribuyó a la causa hasta que se exilió a Estados Unidos donde el embajador, en aquel entonces Fernando de los Ríos, le hizo vicecónsul de Filadelfia. Un año fundamental de su carrera es 1950 donde se presenta a la exposición New Talent (Talent 1950) en la que fue seleccionado. Guerrero llegaría una década después al país y tomó rápido contacto con la Escuela de Nueva York, en ebullición, que sirvió de catarsis para el artista. Para ambos, el dedo grácil de Betty Parsons los catapultó a las esferas artísticas americanas.

La circunferencia la cerraban pintores de la talla de Mark Rothko, Clifford Still y Barnett Newman. El expresionismo abstracto era uno de los movimientos imperantes más cotizados. Costó desprenderse de la figuración, desaprender las formas, sintentizarlas y abreviarlas. Suprimirlas. No se le pueden poner puertas al campo. Así esta corriente viste en una masa de color el lienzo, pariendo la experiencia personal que los habían llevado hasta allí.

Vicente, más académico, fue profesor en la universidad de Puerto Rico. Volvió a España gestada la transición y recibió, entre otras distinciones, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes entregada en el Museo del Prado por el rey Juan Carlos I en 1990. Guerrero también decidió regresar a España. Exponer su última colección en Granada fue un golpe de realidad. En 1966 conoció a Zóbel y su cercanía con la generación de El Paso lo llevó a formar parte del Museo de Arte Abstracto español de la Fundación Juan March en Cuenca.

Federico García Lorca, su paisano, estuvo presente. Tanto en Nueva York como a su vuelta, donde fue a Víznar a ver con sus propios ojos la tumba anónima con la que la indeseable guerra había despedido al poeta universal. La Brecha III (1989) es un retrato al último Federico, al que quitaron la vida y se llevó la tierra. Un estallido, una voz quebrada. Un campo en verano. Bajo la tutela de esta exposición, aquellos compañeros desconocidos retoman contactos y se ponen al día de ese siglo turbulento en el que el pintar fue su única salvación. 





Exposición temporal
4 de octubre - 12 de enero

Centro José Guerrero
C/ Oficios 8 - Granada


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Masaveu en el Paseo del Arte

22:10 Fran Ibáñez Gea 0 Comments




Al paseo del arte español se le ha sumado un nuevo miembro. Desde Atocha a Colón, Madrid puede sentirse dueña del más absoluto de los orgullos al poder convivir con galerías de arte y museos de primer orden mundial. Coronada esta selecta lista por el Museo Nacional del Prado, la triada se completa con el escalafón del Reina Sofía y Thyssen-Bornemitsa. Caixa Forum, el museo Naval, el Museo Nacional de Artes Decorativas, el Museo Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional y la Fundación Mapfre dan la bienvenida también a una distinguida colega que estrena sede en el número 6 de Alcalá Galiano. La fundación María Cristina Masaveu Peterson es una institución que ha aportado merecidos logros al arte de una forma sustancial y que por fin abre sus puertas para exponer su colección. La elegancia en el gusto de esta familia catalana, asentada en Asturias, e interés mostrado en este ámbito explican la riqueza plástica y la selección estilística. Su mecenazgo y compromiso se ha enraizado generación tras generación hasta nuestros días. 

Algunas de sus obras han podido ser vistas en préstamos a exposiciones temporales, y es una delicia poder contemplar este buque insignia que corre el telón con La pintura española del siglo XIX. De Goya al Modernismo, un desfile orquestado y comisariado por Javier Barón, conservador de la colección de pintura del XIX del Museo del Prado, y por tanto una apuesta segura para pulir el éxito en esta muestra. Sus instalaciones rehabilitadas y recién inauguradas ofrecen un paseo ameno y sintético por piezas clave de los últimos dos siglos. Una cascada de estilos que comulgan entre sí, amalgamados en sus corrientes y afluentes. Hilvanados con un discurso elocuente, por sus salas florece el recorrido que los pintores españoles diseñaron con gran genialidad hasta la veintena del siglo pasado. 

Una tarde de toros (Suerte de Banderillas, 1793) con Goya o una alegoría de Vicente López estallan de complicidad la relación de estos dos amigos que tanto aportaron a una época oscura de nuestra historia. López Portaña, acogiendo las reminiscencias de Mengs o Tiepolo, encaja un retrato como mitología. Goya por su parte inyecta un discurso que barniza el costumbrismo. A la juerga se apuntan Eugenio Lucas Velázquez, Federico de Madrazo y Eduardo Rosales. Aparece Esquivel entre brochazos. En un segundo turno el color estalla con de Haes, Riancho, Martín Rico, Meifrén, Beruete y, aunque algo anecdótico, no pierde su silla, el maestro Fortuny. Los naturalistas catalanes empiezan a coger fuerza.

De un momento a otro de este paseo se llega al lugar sagrado de la colección. Romero de Torres y Zuloaga le hacen un ademán a Sorolla, el rey de esta exposición, la pasión y la fuerza. Un desplome de grandeza cuya presencia queda entronizada en la selección de las obras presentes en la fundación. La copia a Velázquez del retrato de Mariana de Austria es una declaración de intenciones. La familia de don Rafael Errázuriz Urmeneta o el Remero es una ventana abierta llena de frescura a su tiempo. Es muy probable que la casa Masaveu Peterson tenga en sus filas el mayor número de obras adquiridas del pintor valenciano en España.

La pintura catalana, cuyo esplendor lo brindan Casas y Rusiñol, destaca notablemente Anglada-Camarasa, Sunyer y Mir, a la par que el discreto pero fundamental Nonell, que sirve de sombra a este escaparate de luz, bordando realismo y peso a la trayectoria ofrecida en este discurso. El Silencio se cuela en uno de los patios de la fundación. Es la obra más contemporánea, perteneciendo al artista Plensa, quien tiene a ‘Julia’ como vecina en la cercana Plaza de Colón, y hasta hace poco también la trinidad de 'Invisibles' en el Palacio de Cristal del parque del Retiro. 

Es indudable el aprecio, respeto y contribución que la fundación María Cristina Masaveu Peterson hace al mundo del arte y el respaldo que supone la apertura al público de una colección sublime como es la suya, más aún en un enclave significativo del paseo del arte madrileño.

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