El piano de Falla
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Fran Ibáñez Gea
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La relación que existe entre Guadix y el compositor Manuel de Falla es estrecha. Sirva de celestina en este encuentro la pluma de Pedro Antonio de Alarcón, quien por medio de su Sombrero de Tres Picos (1874) el gaditano lleva la obra a las tablas londinenses en el verano de 1919 como ballet. El éxito fue sonado en ambas partes del Atlántico, pues no podría ser de otra manera, habiendo formado equipo Falla con el coreógrafo pupilo del Bolshói, Myasin, la dirección orquestal de Ansermet y decorados de Picasso. El eco de los aplausos llegó a la hoya accitana, nombrando al maestro hijo adoptivo de la ciudad en 1927.
En uno de sus viajes por la zona, D. Manuel es acompañado de algunos amigos, entre ellos el poeta Federico García Lorca. El realizado en 1928 a Guadix y Purullena estaba motivado por la noticia llegada al músico de que en los sótanos de la catedral había un instrumento único en muy deterioradas condiciones. Efectivamente, la pieza en cuestión era uno de los primeros clavicémbalos (clavecín o esquineta) construidos en España. Juan Aparicio (Gaceta literaria, 15 de febrero de 1928) parece recoger unas líneas sobre las impresiones de Federico sobre la pieza, añadiendo que era rosa y oro rococó. Por otra parte se sabría su precio de compra por la diócesis, de doscientos ducados, y que ante semejante valor, debiera estar custodiado por el deanato catedralicio.
En una inscripción se perfila la identidad del instrumento: Franciscus Perez Mirabel. Civitates hispalense. 1737. En el taller sevillano de Mirabel se construyeron los primeros clavicémbalos, ganando popularidad en toda Europa. Así mismo, este instrumento sirvió para relevar al arpa barroca en la catedral accitana bajo las órdenes del maestro de capilla D. Pedro de Arteaga y Valdés, entre otras incorporaciones e innovaciones musicales. El propio Falla había compuesto años antes un concierto para Clave y conjunto de cámara, lo que este hito lo entusiasmaría mucho más.
Teniendo en cuenta esas notas de pasado, volvemos al presente. El paradero del instrumento era una incógnita, pues no ha habido ninguna reseña a posteriori desde la visita del compositor sobre cuál era el estado o situación del mismo. La realidad es que en los sótanos de la catedral ya no está, ni en ninguna de sus dependencias. Presumiblemente la guerra podría haberlo devorado y haber convertido su madera desgastada y teclas en fogata, como tanto patrimonio maltratado y ultrajado en los estragos de la contienda. Sin embargo, la puesta en valor de Falla rescató del olvido esta joya y por alguna circunstancia se entendió que su lugar no era ese. En 2018, la orden de religiosas de clausura concepcionistas de la ciudad deciden cerrar el convento, con lo que conllevaría la migración de las hermanas y también de todos los bienes artísticos en su interior. El edificio de cuatro siglos y medio atesoraba bastantes obras de arte. Y entre ellas se encontraba el "piano de Falla". En algún momento, o bien para protección del mismo durante la guerra o por desuso durante la posguerra, se depositó en el vecino convento. Ante el interés de éstas de trasladar el clavicémbalo fuera de la ciudad una vez que echaran el cerrojazo, se les pidió que lo devolvieran a la catedral, ya que son los canónigos los legítimos dueños de éste y quiénes pueden ponerlo en valor para disfrute de los accitanos y accitanas en las dependencias museísticas.
Las monjas desatendieron las peticiones, pusieron en venta el convento y junto con el resto de lienzos, imágenes y mobiliario hicieron mudanza, dejando Guadix huérfana de parte de su historia. Se abre así una brecha de final impreciso, pues queda al amparo de las religiosas concepcionistas reparar el agravio cometido contra el patrimonio de la ciudad. Esperamos poder verlo pronto y tener la oportunidad de entusiasmarnos con los mismos ojos de descubrimiento que Falla y Lorca pusieron en él.
La desmadrilización del arte (II)
12:04
Fran Ibáñez Gea
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No sólo el patrimonio arqueológico de nuestros museos necesitaría pasar por una fiscalización de legitimidad, sino que dentro de este terremoto ha sido el arte y las pinacotecas las que se han atrevido a romper lanzas contra la quietud y reclamar a los museos nacionales obras, que bajo alguna consideración y buena voluntad, podrían tener mayor representatividad contextual en otros lugares.
El caso más llamativo ha sido el sugerido por Málaga de proponer que "El fusilamiento de Torrijos" (1888) pueda viajar del Museo del Prado hasta el Museo malacitano sito en el Palacio de la Aduana. El peso de esta sugerencia recae en que este hecho tuvo lugar en la playa del Perchel, y que la memoria del general Torrijos está íntimamente ligada a la ciudad. Es posible que la lucha de Torrijos por la libertad signifique para Málaga lo mismo que la Constitución de 1812 y las Cortes para Cádiz. Un símbolo de la libertad contra la depredación y corrupción política. No obstante, si se creara un precedente de este tipo, habría que hacer una remodelación masiva de todos los cuadros, guiados bajo el criterio del lugar que representen. Así Granada se llenaría de un historial de Alhambras, Sevilla de Giraldas y Córdoba de Mezquitas pintadas.
A pesar de ello, lejos de esta idea, el cuadro que encargó hacer el gobierno a Antonio Gisbert para el Museo del Prado, no tiene ningún nexo con esta reclamación. Por el mismo motivo que Málaga hoy puede hacer dicha petición, Sagasta ya entonces dispuso sufragar con el erario público esta obra para que fuese un referente a las siguientes generaciones y jamás olvidar en recuerdo perpetuo la dignidad y sacrificio de los caídos por la libertad, quedando a la altura referencial de los "Fusilamientos del 3 de mayo" (1814) de Goya.
En cambio, es notoria la política que el Prado ha tenido y fomentado bajo su "Prado disperso" en el que a lo largo de su historia ha cedido a instituciones provinciales y académicas la custodia de algunas de sus obras. Sirva de ejemplo, con motivo del doscientos aniversario de la pinacoteca, la Universidad de Granada hizo una exposición sobre los lienzos que el museo nacional tiene en cesión en las dependencias universitarias. Por tanto, el Museo del Prado va más allá de sus propios muros y comparte este despliegue artístico a lo ancho y largo del territorio nacional. Una medida sensata para paliar el almacenamiento congestionado que sufre y dar visibilidad a su contenido.
Sí sería fortuita la cesión del "San Francisco arrodillado en penitencia" (1664) de la accitana Mariana de la Cueva y Barradas, actualmente en los depósitos del Prado. Gracias a investigaciones y hallazgos, principalmente resueltos por Carmen Hernández Montalbán, se dató la autenticidad y origen natal de la pintora. Para el Museo del Prado esto no representa gran descubrimiento en comparación con las obras maestras de Velázquez, Murillo o Tiziano que atesora. Su calidad no deja de ser humilde, como copia de un modelo de El Greco, a expensas de que recaiga en una mujer la autoría. Una reducida lista donde cada vez van saliendo a la luz más nombres y uniéndose al club de otras grandes artistas como Lavinia Fontana, Sofonisba Anguissola o Artemisia Gentileschi. Sin embargo, para Guadix sería un privilegio poder contar con esta pieza en el futuro museo de la ciudad, fomentando el papel que representó Mariana de la Cueva y Barradas en la pintura granadina del siglo XVII y aumentando la expresión pictórica al ya vasto patrimonio accitano.
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