La aguja del pajar

9:20 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


 A veces nos sorprende el gusto de la lectura. Poder guarecernos en un momento de reposo, en un recodo de intimidad para pasear la vista entre páginas que se acompasan, en desliz de dedos en telar, a un galope que bulle por parsimonia. La maestría de darse tiempo y sentido. Y así, poco a poco blindar el refugio donde las interferencias son más escasas e ineficientes. Donde los mensajes dejan de ser exigidos al instante y las prisas perecen. Entonces se acude a la cita. Y se disfruta. 

Entre las fuentes de maná de letras siempre cabe huronear entre las librerías de segunda mano, donde quedan los despojos de las casas vacías, de los estantes de estudiantes que dejaron de serlo. A modo de jaulas, en régimen penitenciario se encuentran expósitos amontonados estos libros tan locuaces. Postreras enciclopedias lucidas, imberbes diccionarios y guías de viaje. Fuimos mapas en la carretera, tomos alfabéticos, la cuerdecita de la biblia que quedó fosilizada señalando el evangelio de Mateo. Y también hay libros de cocina, y crucigramas hechos, y cuentos infantiles con los bordes descuajaringados con algunas páginas garabateadas en trazos densos de cera azul. Así pues, hay de todo. De todo lo que nadie quiere. Vertederos de la oportunidad, por si nostálgicos en diógenes todavía adquirieran para museo doméstico aquellos libros en lote del barco de vapor. 

A las puertas del desánimo, siempre sobresalen, como las teclas negras de un piano, los clásicos: quijotes por doquier, la celestina en decenas de ediciones distintas o el Sí de Moratín. Algo más internacional: moby dick, el alquimista -de Cohelo-, el rey Lear. Encontrar la aguja en el pajar. Y todos ellos bien vestiditos en estanterías con etiquetas. Sin que nadie los sepa más. Porque las librerías de segunda mano corren el riesgo de ser un termómetro de la mediocridad de la ciudad donde se encuentran. Es un escaparate del intelecto común, de lo que familias en generaciones se han molestado en leer alguna vez, por riguroso imperativo escolar. Ahí yacen, englotonando descarados el lugar de algún esperanzador lector que en merecida epopeya sesta la batalla por devolverle dignidad a tantos refugiados. Jamás una sociedad culta podría permitir, ni por equivocación, un aparcamiento de libros con tan mal gusto como la nuestra. Y sin embargo, todavía se puede comprar Bodas de Sangre por dos euros. 

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El Guadix de Emmanuel Bibesco

20:11 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


En nuestra guía de visitantes ilustres, el siglo XX en Guadix se estrena con Emmanuel Bibesco (1877-1917). Encontré entre las colecciones del parisino Musee d'Orsay fotografías personales que Bibesco hizo en su gira por Andalucía. Entre ellas cabe destacar las relacionadas con nuestra ciudad fechadas en 1901. El Guadix que encuentra Bibesco es el de las reformas urbanísticas realizadas a finales del siglo XIX, entre las que se encuentran el ensanche de la plaza de la catedral, con la demolición y expropiación de las casas que ocupaban dicho lugar; o la creación de la calle nueva (actual Mira de Amescua) que conectaba el centro con la carretera de Almería. Así como el avance de permitir llegar a la ciudad por medio del ferrocarril, lo que facilitó y dotó de comodidad el acercamiento a la hoya. 

Aquel no era un Guadix cualquiera, pues aún vivían y pasaban por sus calles personajes de un inolvidable talante que legaron su recuerdo entre el sabor y saber popular. Entre ellos destaca un ya mayor D. José Requena Espinar, fundador de El Accitano y gran pensador, republicano y comprometido con las causas sociales; un joven padre Pedro Poveda, a las puertas de empezar tan encomiable labor educativa en las cuevas; e incluso la Señá Frasquita (cuya foto-retrato con el resto de empleados de la Confitería tomada por Chavarino es de 1901 también). 

Sobre las imágenes que este visitante, hermano de un príncipe rumano y amigo de Proust, nos dejó en su gira por la región, podemos apreciarlo sentado con bombín y brazos entrecruzados, a su espalda la ermita de San Sebastián, a orillas del río; despidiendo a algunos amigos en diligencia en la plaza de la estación de ferrocarriles; y las tomadas desde la misma por los caminos cercanos (panorámica de Purullena, hasta llegar al entorno de la venta del Molinillo). Cabe destacar la vivacidad y la espontaneidad de las imágenes que tomó, haciendo del instante un compañero más, sin alarde de poses profundas o encorsetadas. Y sin embargo, la modernidad aún se subía en mula. 




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El Guadix de Edouard Morerod

12:24 Fran Ibáñez Gea 0 Comments



Edouard Morerod (Aigle, 1879- Lausanne,1919) fue un pintor suizo que captó en sus viajes la luz y paisajes de Europa y el Mediterráneo. Entre sus lugares más destacados se encuentra Guadix, en la que tomó bocetos e hizo varias pinturas de la ciudad en su estancia de marzo a septiembre de 1909. Aunque cuenta con una producción artística extensa, no ha sido hasta muy recientemente cuando el divulgador Antonio Cuerva lo ha vuelto a sacar del olvido para traerlo hasta este otro siglo y rescatar con ello un Guadix de principios del XX con el color y la brillantez de entonces. Así pues, el gran testamentario de su paso por la ciudad ha sido el periódico local El Accitano, quien dio cobertura e hizo gala de amistad de todo lo relacionado con el pintor durante su visita. 

El 27 de marzo de 1909, El Accitano publicaba una nota de prensa bajo el título de "Pintores Notables": Han visitado nuestra redacción Mr Edouard Morerod y Mr Marcel Fouriner procedentes de París, que se proponen permanecer en esta población larga temporada, sacando apuntes de lo más pintoresco y notable de ella y de los alrededores. Sean bienvenidos y les deseamos gran éxito en su artista empresa. Queda por tanto en aviso la población y sirva este llamamiento como patente de corso para que puedan circular con libertad de artista por las calles de Guadix. 

De igual forma, El Accitano, recoge unos días más tarde, 8 de abril, la intención de estos pintores de acercarse al marquesado y continuar con sus labores artísticas: Los pintores Mr, Edouard Morerod y Mr Marced Faurnier (cada vez lo escriben de una forma diferente) están haciendo preciosos cuadros reproduciendo tipos y paisajes y se proponen hacer una excursión por el Marquesado del Zenete para copiar algo de sus costumbres. El 12 de junio, El Accitano, seguía siendo corresponsal de las novedades y movimientos de los artistas. A título de "Buen viaje" se decía: Ha salido para Almería, donde pasará un mes relacionado con los asuntos de su profesión nuestro estimado amigo el joven y distinguido pintor francés Mr, Edouard Morerod, quien pasado ese lapso, regresará a esta población para proseguir aquí sus estudios. 

El 19 de junio, el periódico describe una entrevista entre el francés y una gitana, María de la Salud. El artista servía de interpelante y la mujer, natural de un pueblo cercano a Córdoba, le contaba cómo eran los entierros de alegres en su tierra. Los frutos ya iban saliendo en el estudio de Mr Morerod, en tanto que el 3 de julio, se anotaba bajo el título de "Obra de arte": Hemos tenido gratísima ocasión de ver y admirar el magnífico retrato de cuerpo entero y tamaño natural de nuestro estimado compañero Jose Mª Ortíz García y con destino a la próxima exposición de París ha hecho al óleo el joven e insigne pintor francés Mr Edouard Morerod, con tal habilidad y consumada maestría que no parece sino que se ha trasladado al lienzo el espíritu viviente, digámoslo así, del modelo, que parece palpitar en la superficie del cuadro. Firma la nota Manuel Solsona Soler, quien incluso le dedica el poema "Flores y perfumes" del 21 de agosto.  

El 4 de septiembre termina esta visita: Después de larga, laboriosa y brillante campaña en nuestra hermosa y pintoresca ciudad, ha salido para París nuestro estimado amigo el distinguido pintor francés Mr Edouard Morerod, a quien deseamos feliz viaje. Entre sus obras sobre Guadix destacan las escenas de la feria de ganado, algunas plazas (de la catedral y su paseo, de Santiago, San Miguel) y sobre todo las Cuevas y sus habitantes. La mayoría de fotos mostradas en esta publicación pertenecen al archivo de Antonio Cuerva, a cuya investigación le debemos la subsanación de este agravio acometido por olvido de la ciudad de Guadix hacia este pintor, monsieur Edouard Morerod, que llevó a la musa y duende guadijeños consigo a todas las exposiciones y círculos artísticos en los que participó. Un embajador de los pinceles que abrió una ventana a perpetuidad entre el público europeo y la hoya accitana. 


Expositions personnelles
1901 Salle de la Grenette, Lausanne
1910 Paris, Galerie des Artistes Modernes
1910 Chaîne et Simonson
1910 Vienne, Galerie Arnot
1910 Paris, Foyer du Théâtre Antoine
1911 Madrid, Salon Hispania

1912  Paris, Galerie des Artistes Modernes
1913 Genève, Musée Rath
1910 Londres, H
amilton Place, Mme Meyer Sassoon
1915 Lausanne, Galerie Bernheim-Jeune
1917 Neuchâtel, Galerie de la Rose d’Or
1918 Genève, Galerie Moos
1919 Uruguay, Montevideo 

Après le décès de l’artiste
1921 Genève, Galerie Moos
1910 Lausanne, Musée Arlaud
1931 Lausanne, Galerie de Bourg 15
1934 Lausanne, Salle Grand, Galeries St-François
1978 Pully, EXPUL, Maison Pulliérane
1990-91 Lausanne, Galerie Vallotton
2017 Pully, Musée d’art de Pully
2019 Aigle, Espace Graffenried
2021 Ropraz, (Vaud-Suisse) Fondation L’Estrée

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Aquella mañana

9:40 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


 Aquella callada mañana, enmudecida quedó Granada tras el tiro a Federico. Qué madrugada tan corta y qué día tan largo embestía. Como un relámpago que atizara la negrura, el sol de pronto, aprisa por primera vez, baleó su luz sobre la ciudad deslomando a las alimañas que aún estaban con el fusil y el cigarro regocijándose de haber matado al poeta. Sus rostros cicatrizados por la barbarie no debieron ser nunca los mismos. Se ha escrito mucho sobre aquel verano de la guerra. Buen ejemplo de ello es la recopilación de correspondencia de los Rodríguez-Acosta que Manuel Titos ofrece en su Verano del 36 en Granada. Y más aún sobre las últimas horas y la milimetrada meticulosidad del finamiento de Lorca. Ante esto, ya está Gibson para beber de la barra libre que se ha formado del chiringuito del asesinato. 

Pero poco se ha dicho sobre el día posterior. Si el sol pudo levantarse aquella mañana, no tuvo fuerza para brillar un verano. Pues la propia gente, en su ruin mezquindad, alfombró de sombras las calles y plazas, siendo decoro del cainismo que se había orquestado. De esto da buena fe Agustín Penón, el hombre que se presentó en Granada en pleno franquismo para poder hacer de corresponsal del mundo e ir a aquel agujero infecto y cínico que supuraba como el cadáver de Federico. A los que no se habían ido de la ciudad ni habían muerto, a ellos se acercó tirando del hilo de la amistad reverencial que el alzamiento y la represión no habían destruido sobre el cerco de conocidos, convivientes y allegados que tropezaron o intercambiaron palabras con Federiquito. Desde luego ese pulmón de recuerdos yacía en Fuentevaqueros, donde aún había vivas manos que lo sostuvieron en la niñez y compartieron el eco mutuo de sus carcajadas. 

Emilia Llanos fue de las primeras en conocer la noticia en Granada. Un amigo llegó a casa para avisarle de que las "Escuadras Negras" lo habían apresado y matado de madrugada. Como una paloma voló de seguida al carmen de Falla, según le había prometido a doña Vicenta Lorca. En su puerta, en la Plaza Nueva, se encontró con González Mendez y Pérez Roda, recién alistados en los "Españoles Patriotas" y hacían guardia en la puerta de la Chancillería. Ellos mismos también le confirmaron el suceso, y rota de dolor una vez más se fue directa por la cuesta Gomérez, a casa del compositor, con la esperanza deshojada de pensar que aún se podría hacer algo por salvar a Federico, que todo era una broma pesada más en aquel aire desmoralizador. Como el tercer cantar del gallo, de camino vio a Gallego Burín que volvió a confirmarle la noticia. Éste le advirtió de que no subiera a ver a Falla y no lo comprometiera ("No vayas. No lo metamos en esto")

Por su parte, el popular y enjuto músico se presentó en Gobernación exigiendo tener noticias de Federico y saber su paradero. Allí le dijeron que como volviera a preguntar por él o se pasara por allí tendría graves problemas. Don Manuel de Falla entristecido y acongojado por siempre se autoconfinó en su carmen de la Alta Antequeruela y al término de la guerra, una vez ganaron las tropas franquistas, se exilió a Argentina donde murió. Quienes también sufrieron la condena fueron los Rosales, la familia que había tenido al poeta en su casa para protegerlo de los asaltos. Una cuantiosa multa cayó sobre ellos, y peor aún el escarnio público al que serían sometidos por la sociedad granadina. Juan Luis Trescastro fue uno de tantos de los que intentaron ponerse los galones de haber matado al poeta. No fue el caso, pero sí que después de haber acometido los fusilamientos aquella madrugada fueron al Café Fútbol de la Plaza Mariana Pineda a celebrarlo. Recién salpicada la sangre de Federico sobre la tierra, enfriándose dentro de sí. 

¿Y los García Lorca? En Granada quedaban su hermana Conchita, viuda ya de Fernández Montesinos, y sus padres. Éstos últimos dejaron la Huerta de San Vicente para irse con su hija y los nietos a la calle San Antón y acompañarlos en el duelo. Aquella mañana se presentó alguien en la casa con una nota. Según dice Paco el chófer, que había llegado instantes antes para atender a la familia y llevarle prensa y tabaco, Don Federico estaba jugando a las cartas un solitario y Doña Vicenta abrió la puerta. El extraño traía una nota que le acercó a su marido. El papel decía "Papá, entrega al dador dos mil pesetas". El padre mandó dárselas creyendo que habían refugiado a Federico y mandado al otro lado del frente para que estuviera a salvo. Los padres quedaron consolados. Lejos de eso, Paco el chófer sabía que aquello era un mal presagio. El extraño de la puerta era conocido como El Panaero, el más sanguinario miembro de las Escuadras Negras: "al verlo se me encogió el corazón". Así lo anotó Penón: 

-          Hola Paco -le dijo el Panaero. El chófer asustado le contestó en voz baja, y en ese momento salió doña Vicenta con los billetes en la mano y al verlos hablar se le iluminó la cara y les preguntó:

-          ¿Es que conocen ustedes a Paco?

-          Sí que le conozco… -contestó El Panaero 

 -       ¡Qué bien! -dijo doña Vicenta-. Así si mi hijo necesitara algo más ya no tienen ni que molestarse en venir hasta aquí. Como Paco está siempre en la calle, le dan el recado y él nos lo dirá.

Hasta pasado un mes, Vicenta no supo del final de su hijo. Su hermana Isabel insistía en no creer la muerte, que Federico estaba vivo. A finales del verano fueron confirmándose las sospechas de aquel secreto a voces. Así fueron enterándose poco a poco sus amigos, Rafael Alberti y María Teresa León, Margarita Xirgu, Pura Ucelay, Carlos Morla, Lolita Membrives, Rafaelito de León y su Juanito Ramírez de Lucas. Una torre de naipes deshecha en un suspiro. 

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