Bodegón con cacharros

10:04 Fran Ibáñez Gea 0 Comments



El Museo Nacional del Prado custodia el tesoro más valioso que España tiene. La amplia colección de arte expuesta en sus salas encierra ni más ni menos que la majestuosidad que dioses y monarcas inspiraron al lienzo. Los grandes maestros de la pintura se congregan en él siendo su legado la más digna sepultura que le dieran los tiempos. Millones de personas recorren sus entrañas admirando la belleza que los siglos han congregado en este penacho del mundo sobre el que se alza España.  Una sala tímida sirve de paso a turistas y visitantes que oscilan entre Velázquez y Murillo con el pinganillo puesto, al trote del bullicio de hacer de la perfección un delicado garrafón. Allí queda quieto enconado el bodegón con cacharros de Francisco Zurbarán, a la servidumbre de su Santa Isabel de Portugal. Este lienzo es probablemente el vivo retrato de la esencia de este país. Una voz a la vista que narra desde el Lazarillo de Tormes al Don Juan de Zorrilla la firma inequívoca de nuestra costumbre.




Austero, sobrio y sereno. Estático, quieto, místico quizás. Zurbarán fue embajador del óleo sacro, y aunque estos fuesen elementos ajenos a la liturgia, sí los dotó de solemnidad, bañándolos en una luz dura, intensa y directa. No hay titubeos. No hay fallo. No nace la primavera de los jarrones, ni abundan alimentos. Es un bodegón seco, pálido. España parece pobre, yerma y oscura. Ante un telón azabache, a la sazón elegancia de los Austrias, los cacharros visten el cuadro con orden. No parecen perturbados. No se desbocan en agonía. Guardan la distancia. No yacen erguidos de sepultura, ni conservan ceniza. Tienen latido. Hay altivez. Esta es la España castellana de caminos de polvo y sombreros de ala ancha. Árida y fría. Quien creyera que los cacharros eran cotidianos se equivocaba. Ahí queda en secreto el guiño que el pasado risueño hace al presente: un bernegal de plata sobredorada en una salvilla de peltre. La alcazarra trianera de exquisita finura, anfitriona en esta presidencia de magistrales siluetas. A la derecha el búcaro de indias, de la América regalo a Sevilla llegara para exponer como trofeo en vitrina. Y otra alcazarra sobre salvilla de peltre cierra el juego de figuras que asientan el barroco español en un solo estante. Esta imagen de arte menor, guarda en sí el rostro de las Españas, de la que fuera y de esta misma. Pues en su aparente mesura, en el sosiego de sus formas, sin demostraciones grandilocuentes, sin atisbo de pesadumbre, cabe una exquisita dignidad, gloria y nobleza, que en su imperturbable discreción no parece tener que demostrar, solamente ser. Ser sin pretender, sin obedecer. Ahí queda la España que es.

Cuando Andy Warhol viajó a Madrid en enero de 1983, Luis Antonio de Villena le hizo una visita guiada a este museo. Al menos lo intentó. Subiendo la escalinata del edificio de Villanueva, le comentaba emocionado la ruta que iban a hacer para que el artista pudiera contemplar obras de Rubens, Tiziano o Goya. El americano hizo un alto antes de empezar y pidió entrar en la tienda de recuerdos. Extrañado, de Villena accedió. Caminó inspeccionando el espacio. Después de un largo rato compró una postal del bodegón de los cacharros. Cuando de Villena iba a empezar con la visita Warhol lo paró: ‘Ya he visto todo lo que quería ver’ contestó. Y por la puerta salieron sin haber cruzado mirada con las majas o las gracias. Si Estados Unidos se había convertido en un icono pop con cuerpo de una lata de sopa Campbell, al otro lado del charco, por donde surcan el Ebro y el Guadalquivir, es el bodegón español el que sin nadie a quien pintar ni historia inventada, pone rostro a todo un país, que si para el desconocido es mendicidad, para el que bien conoce todo es grandeza.

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La señora Dubose

11:05 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


Matar a un ruiseñor es una de las mejores novelas escritas en el siglo en el que nací. Abarca un ejercicio moral además de esbozar un retrato exquisito de la sociedad americana de 1930. Ante semejante bodegón podemos apreciar que dicha obra confina sus páginas hacia la atemporalidad. Todo lo que hay allí escrito juega un papel importante en el funcionamiento de la vileza y bondad humana. 


La señora Dubose es uno de los personajes que más desapercibido pasa y que, en cambio, más atracción puede producir. Es la vecina tipificada como mayor, de mal carácter, agria y quejicosa. Es fuerte el contraste que se forma si se empareja con la protagonista, la pequeña Scout Finch: valiente, comprometida, observadora y lo más importante, gracias a la mentalidad de su tierna infancia y a su padre, tiene una visión de oro cuya luz ilumina al lector, llevándolo en este desgarrador camino de una forma cándida cogido de la mano. Scout no tolera a la señora Dubose. Siente miedo e incomodidad cuando la ve. Pero la señora Dubose se entiende por sus silencios. Se manifiesta contraria a la realidad de la niña: la insulta cuando la ve vestida con pantalones, se enfada cuando ve desde su porche a Scout juntándose con negros, se irrita verla hacer cosas de niños y no de niñas. No existen palabras amables.

La señora Dubose es una mártir presa de sí misma. Ella vivió la época de la esclavitud, la guerra de secesión incluso. Desde Lincoln hasta el segundo Roosevelt, era los miedos, el misticismo y las manías que un ciudadano mujer del sur estadounidense podía manifestar. Era una enferma que paliaba su dolor con opio, y que por convencimiento cristiano antes de que llegara su hora prefiere rabiar en el inaguantable daño que la enfermedad le causaba sin tomar drogas. En la quietud de su casa, sin amigos ni visitas, la soledad la arropa. Nació en un país donde los negros eran esclavos. Donde las mujeres no tenían ni voz ni voto y el hombre blanco era dueño del mundo. Aprendió a que aquella era la única realidad que los tiempos le harían comprender. Pero los años la llevaron a otro siglo donde existía un panorama distinto. La segregación fue el precio a pagar por abolir la esclavitud, pero la marginalidad fue un hecho hasta que a mediados del XX hubo movimientos civiles a favor del colectivo afroamericano. Rosa Park, Malcom X y Martin Luther King fueron algunos de los artífices que personificaron esta lucha. Hasta entonces hubo una clara brecha entre opresores y oprimidos, bien reflejada en Matar a un ruiseñor.

Muchas personas obedecen, como la señora Dubose lo hizo, a una estructura social repleta de complejos y carencias morales que se van haciendo el relevo durante generaciones. La falta de compromiso y consciencia con la realidad que los envuelve hace que no sean competentes con su entorno. La falta de cultura en muchos ámbitos necesarios y presumir de ignorancia hacen a esta sociedad muy peligrosa. Existe una motivación intrínseca de pseudohonra que discrepa de la propia evolución humana, esto es, las personas se comprometen con unas ideas en un momento de su vida y desisten de ser críticos con ellas. Matrimonios políticos o deportivos son tan viscerales como insensatos, pero la diferencia es que el deporte es un juego y la política no. Una persona ha de ser dueña de su progreso, de cambiar, de transformarse. Es inconcebible manifestar las mismas ideas en distintas circunstancias vitales. Es preciso el cambio. Si la señora Dubose hubiera ido aprendiendo a lo largo de su vida, si se hubiera ido desprendiendo de viejos prejuicios, si hubiera querido asistir sus miedos y temores infundidos por supersticiones, es muy probable que hubiera sido feliz.


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El Guernica de Sánchez Mejías

12:29 Fran Ibáñez Gea 1 Comments



Existe una versión alternativa a la visión popular que se tiene del cuadro-mural de Picasso, El Guernica. Se expone así que bautizarlo con este nombre se debió a un giro en los acontecimientos para presentarlo en el pabellón que la República española dispuso en la Exposición Internacional de París de 1937. El bombardeo de la sagrada e inocente villa vasca conmocionó al mundo occidental, marcando un antes y un después en las conciencias internacionales de la brutalidad y agresividad de la guerra llevada a cabo en la península, así como la frialdad y fiereza del ejército nazi. Ésto elevó aún más la leyenda romántica de una democracia que luchaba contra los males despóticos del fascismo.



La otra versión encapsula este cuadro-mural en la generación del 27. Pintaba Picasso en recuerdo de su amigo Ignacio Sánchez Mejías, quien caído en la plaza de Manzanares, fue en digno luto y silencio recibida su muerte entre los más grandes artistas. El derechista Enrique Domínguez Martínez Campos sostiene la idea (por desmitificar a la izquierda) de que el cuadro originalmente iba dirigido a esta causa, y que después de la visita de una delegación española a la residencia parisina del pintor y el ofrecimiento de un millón de pesetas, Picasso adaptó lo que ya tenía y rebautizó su obra. Es interesante el ofrecimiento de esta nueva visión por la flexibilidad que acoge el simbolismo de El Guernica, en un fondo de desolación y tragedia.

En cuanto leí dicho artículo fui inmediatamente al Museo Reina Sofía, hogar de El Guernica, para verlo frente a frente y descubrir bajo esta nueva perspectiva la verdad que en él se esconde. Hay tres elementos fundamentales que cambian durante la elaboración del mural: el caído, los animales y la luz superior, principalmente. La sala expone las fotografías del desarrollo de la obra por lo que se puede ver el progreso y continua corrección que el pintor hacía sobre el lienzo.

En primer lugar el cuerpo tendido yace en posición horizontal a lo largo de toda la parte inferior central. El hombre (pues Picasso es transparente en cuanto a sexualidad refiere) en una mano tiene una espada rota y en la otra su fuerza sigue sujetando un ramo de espigas, símbolo de la fuerza de los pueblos y de los trabajadores. Este cuerpo está acompañado por otro que duerme en la muerte muy próximo a él pero que desaparece en las siguientes pinceladas dándole protagonismo al primer cuerpo. Cuerpo que va desapareciendo y que queda como resultante los brazos y la cabeza decapitada. Esto puede deberse a razones de estética. El Guernica es un cuadro cuya gravedad levita. No existe un peso firme sino un dolor profundo que nace en la oscuridad del fondo y se impregna en las figuras envueltas.


En segundo lugar la disposición del toro es muy cambiante, éste se pasea por todo el cuadro a lo largo de la creación. Nace primeramente en la esquina superior izquierda con una mirada inquebrantable y ruda, como si fuese a entrar en el ruedo a dar batalla; gana posteriormente cuerpo contoneándose por el centro con una vista más huidiza hasta terminar con el rostro típico cubista en la parte izquierda sin hacer aspavientos ni consternarse por lo que a su alrededor ve. El caballo por su parte estaba caído en el suelo y después se alza apoyado en una rodilla, y grita al toro llenando sus pulmones en un último suspiro. Tiene clavada una espada que cruza su lomo de arriba a abajo. Una punta de lanza doblada a los pies de caballo apunta al toro como el posible hacedor de la tragedia, como al que se le dirigía la muerte.

He de decir, como apéndice, que la práctica de rejoneo se reguló durante la dictadura de Primo de Rivera para que los caballos fueran protegidos en una malla, evitando así que a la primera cornada no echaran las tripas del caballo al suelo y eliminar esa imagen dantesca. 

Por último la bombilla, que originalmente era un sol que como un halo rodeaba la alegoría de la fuerza del pueblo y del trabajo, queda como una luz que estalla. Este elemento ha sido considerado como las bombas que caían. Aún así es tan ambiguo que se puede sujetar a múltiples interpretaciones. Sí me gustaría añadir que había un elemento que fue cambiando y que pasa desapercibido en el cuadro. Originalmente, en la parte derecha, en el extremo, cruzando el edificio en llamas, se encontraba una paloma blanca que volaba fuera del cuadro, eso indica que la luz que nace del cielo no tiene un significado esperanzador. La paloma se terminó sustituyendo por una puerta abierta que da salida a El Guernica. Esta situación dota de un espacio increíble a la obra, que no sólo queda recogida en el lienzo sino que sale de ella. Artistas como Velázquez en Las Meninas o El Greco en El Entierro del Conde Orgaz son capaces de abstraerte de tu localización y transportarte dentro de la escena. Denota un compromiso del público con lo que hay representado. No deja a nadie ajeno. No puede.

El cuadro a su vez es abrasador. Gotas de pintura caen derretidas por el brazo de esa mano que sujeta el candil. Tanto el bombardeo como la cornada tuvieron lugar a la misma hora. En torno a las cinco-seis de la tarde. Las llamas de los edificios tendrían más sentido con la versión del bombardeo, aunque aquella corrida fuera en el tórrido verano madrileño. No acudieron los bomberos a sofocar los incendios hasta dos horas más tarde. Sólo una flor nace de la mano del caído, como el árbol de Guernica que es lo único que sobrevive al feroz ataque.

Ignacio Sánchez Mejías era un personaje artístico muy importante en el primer tercio del siglo XX. Como torero, fue cuñado de Joselito 'El Gallo', custodio de la Esperanza Macarena, y mítica figura de la España de principios de siglo. Él dio la alternativa a Sánchez Mejías en 1919, estando presente Belmonte, insigne matador. La muerte de Ignacio conmocionó, como ya hemos referido anteriormente, a toda la opinión pública, pero más en concreto a su círculo de amigos artistas, dedicándole Federico García Lorca la elegía más bella escrita en español desde las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Ignacio era indiscutiblemente alguien con alto magnetismo y trascendencia en la vida pública (fue incluso presidente del Real Betis Balcompié). Por ello, pongo en duda de que si la intención original fuera en su recuerdo, Picasso, temperamental y decidido donde los hubiera, no hubiera maquillado la finalidad de su obra, dejando sin ese tributo a su amigo.

La única verdad objetiva del cuadro son las crines del caballo. El resto, alegórico de las artes destruidas por la contienda, fantasmas o plañideras, bomba o bombilla, es innegable la genialidad del artista y el poder que se eleva del lienzo al ser capaz de discutir el significado de sus miembros en un marco claro de agonía. Goya tiene mucho que ver: sus fusilamientos el 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío y sus pinturas negras dan herencia a esta sobresaliente e icónica obra del siglo XX.


Los muertos son siempre los mismos


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Londres

20:26 Fran Ibáñez Gea 0 Comments



Londres es una ciudad llena de vida y contrastes. Su arquitectura de estilo georgiano, victoriano, eduardino o neogótico se amalgama con construcciones tan señaladas como el London Eye, el puente del Milenio de Norman Foster o The Shard de Renzo Piano. Una ciudad adaptada a los nuevos tiempos, su cosmopolitanismo genético la convierten en una capital mundial de referencia. En ella se puede apreciar la más clásica tradición londinense junto con las modernas corrientes urbanas. Es una ciudad con un gran compromiso que retrata el día a día bajo su lupa de metrópolis: el centro financiero y cultural que tanto ha engordado el ego a aquellos votantes del Brexit. 

Es una ciudad para descubrir rincones, para saborear todo tipo de gastronomías y para desenvolverse en mil idiomas. Llena de color y movimiento, Londres es una feliz locura. Tiene lugares para todos los gustos: relajarse en Hyde Park o estar rodeado de bullicio en Trafalgar Square. El viejo Támesis, roñoso y bravío, es engarzado en una hilera de puentes las dos orillas de la ciudad. La elegancia de Kensignton o Mayfair. Lo alternativo de Nottin Hill o Camden. Y la mejor forma de descubrirlos todos es en bicicleta. Es una ciudad preparada para este tipo de transporte. De esta manera se pueden recorrer todas sus calles muy cómodamente y es un recurso muy económico. Pero cuidado con el tráfico, todo va al revés.  

Londres ¡qué gran ciudad!








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París

1:10 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


Esta opinión que aquí refiero creo que es extremadamente necesaria para la salud de París, y todo el mundo debería tenerla en cuenta. Es la única salvación que le encuentro a sus males: desmitificarla. 



París es una ciudad objetivamente bella. Su estética arquitectónica y urbanística hacen un placer pasearla, y lo que es más, es una ciudad para pasear. Sus espaciosas avenidas y bulevares conforman un sistema arterial donde la historia tiene un momento en cada esquina. Sus balconadas de forja, sus fachadas claras y sus tejados de zinc al sol de nobles plazas pactan el alma de la ciudad. Sus parques, sus fuentes, sus puentes. El Sena. Palomas a los pies de Notre Dame. París es una ciudad gris donde la moda impone las leyes de la elegancia. Una industria llena de glamour que abandera como padres fundadores la nueva Francia. Existe una estática y máxima que va colgada en bolsos de Louis Vuitton. El París de hoy es lujo, uno que no comulga con la ostentación de Versalles pero sí peca de derroche simbólico en bolsos, cosméticos y joyería que prevalece en la cultura de tocador. París es clasista: la garganta de las cloacas, del metro, sigue siendo la corte de los milagros, huérfanos de un Sade destronado que contrasta vilmente con la solera de la plaza Vendome, desde el Ritz, pasando por Hublot y terminando en Dior. Después de la revolución y su esplendor, hoy, cruzando el puente de Alejandro III, los Inválidos son una metáfora de la ciudad. Una losa que la vacía y la llena de silencio, ni el ruido alza la voz. Escurridizas pasan las masas. Sólo aquellos que pertenecen a otra época y que vieron caer bombas sobre su país buscan el sol que los anestesie.

Más allá de ser una de las capitales más importantes del mundo y uno de los núcleos más influyentes de la cultura, París es una ciudad cuya sobrexplotación de imagen provoca que el acercarse a ella sea una decepción. Está demasiado idealizada en el imaginario colectivo por el cine y la literatura. En cambio, es una ciudad que a día de hoy no hace justicia a todo el arte que la ha alzado hacia la grandeza. Por eso he hecho una lista de los ocho lugares más destacados de peor a mejor de la ciudad de París.


8  TORRE EIFFEL

Es algo tan concurrido como aburrido. No me explico el mal gusto que tuvieron para plantar en el centro de una ciudad tan limpia, amplia y pura de estilismo algo disruptivo de semejantes dimensiones, que se puede ver desde cualquier punto de la ciudad. De hecho, desde el avión al aterrizar se veía. La 'puntiaguda', como deberían llamarla, sólo la disculpa el paso del tiempo. Hubo un señor del que decían que la detestaba tanto que iba todos los días a almorzar al restaurante que hay en la primera planta, porque es el único sitio desde donde se puede ver París sin encontrársela. En sí, no tiene misterio alguno. Es una atracción más de París. Teniendo lo que tienen en su historia, en su cultura y en su haber, considerar ese mamotreto como símbolo e insignia de París e incluso de Francia resulta una aberración y un despropósito mediocre. 

7 NOTRE DAME

Fue el monumento que más me indignó de todos. El trato comercial que se le da es herejía pura, pero peor es la falta de conservación, imperdonable. Una auténtica negligencia. Capillas ennegrecidas, calcinadas, gárgolas deshechas. El estado del templo denota una crisis nacional importante. Mientras tanto los turistas en piaras, dan codazos, placajes y empujones por hacer cuatro fotos a las vidrieras. Es muy importante tener una cultura religiosa cuando se entra a un lugar santo, y poner puestecitos con souvenires es el primer elemento para desacralizar el templo. Allí Dios ni está ni se le espera. He de decir que Disney la pintó mejor a como es o está en la actualidad. Notre Dame es la víctima más vilipendiada de todo París. A ella acude la carcoma turista a pisotearla. 

6 JARDINES DE LUXEMBURGO Y SORBONA

Es un barrio fascinante. La norma parisina de todo escenario cinematográfico se cumple allí. Los Jardines de Luxemburgo están más apartados del eje de los visitantes por lo que se disfruta más que otros parques o jardines como las Tullerías. Pensar que en la Sorbona comenzó todo lo que Mayo del 68 provocó es emocionante. En este enclave brota un París oculto lleno de orgullo más allá de banderas y jeques generales laureados. Es un París para su gente. 

5 EL MUSEO DEL LOUVRE

Mi más sentida animadversión hacia el museo del Louvre. A día de hoy no me puedo explicar cómo una de las pinacotecas más grandes e importantes del mundo consienta ese tráfico vulgar  de personas que peregrinan por sus majestuosas salas para ver a La Gioconda. Hay carteles que te dirigen a ella. Lo peor de todo es que comparte el mismo espacio cara a cara con Las Bodas de Caná de Veronés que es una deliciosa orgía de colores, formas, culturas, símbolos y divinidades, a la que todo el mundo le da la espalda porque prefieren agolparse, como hicieron en la Bastilla el 14 de julio, para dejar constancia de que vieron de lejos la Mona Lisa. No sólo por eso me parece exasperante, sino porque, aparte de que, personalmente, y salvando al egocéntrico de Rembrandt, Rubens y el interiorismo del tercer Napoleón, cerraría dos alas de las tres que el Louvre tiene. Además, una obra fundamental como la Libertad guiando al pueblo necesita de una intervención prestísima para paliar la falta de restauración y conservación que tiene. Delacroix exigiría exilio inmediato. Y Jacques-Louis David no se quedaría atrás, cuando su Consagración de Napoleón, de casi diez metros de largo, es vista de soslayo por la histeria analfabeta y sensacionalista que borreguea el Louvre. Lo que tiene que sufrir la victoria alada en esa escalera no está escrito. 

Para más inri, y para que se entienda el concepto de capital que tienen, usando como reclamo el arte (señalar el concepto de arte prostituido) se puede pasar al centro comercial que hay justo debajo del museo, en el carrusel, donde se forman colas y esperas para entrar al Apple Store que allí hay. 

4 AVENIDA CLICHY (MONTMATRE)

Lo ideal es subir al Sacre-Coeur al atardecer, y cenar en alguno de los restaurantes del alto Montmatre, donde se defiende una bohemia desgastada y roída, maquillada por estetas puristas con galerías que distan mucho de otros años felices para la pintura. Después, bajar hacia Moulin Rouge que no deja de ser más llamativo que Tío Pepe de la Puerta del Sol o cualquier Toro de Osborne en las carreteras españolas (de hecho el toro es más impresionante). Claro está, para que el molino rojo gane fuerza no se debe desbancar de su contexto en la avenida de Clichy donde se respira fácilmente poper en el ambiente. Es una avenida llena de luces que recuerda a unas Vegas dedicadas al sexo. Una ristra de sex-shops engarzan la vitalidad de esta calle que no descansa y que es un reclamo que tiñe de libertad, igualdad y fraternidad sexual a todos los que se acercan. 

3 LA SAINTE CHAPELLE 

Es uno de los lugares mejor guardados de París. Recóndito y espectacular, sus paredes de vidrieras encandecen el ambiente en un  crisol de luces. Si no estuviera masificado también, probablemente sería el mejor lugar de París con diferencia. La que fuera capilla real privada de los reyes de Francia, en la soledad de su oración, en el silencio que sólo el Sena rompe en sus aguas, la Santa Capilla ha visto al cielo desplegar su divinidad iluminando mortales. 

2 MUSEO DEL ORSAY

La vieja estación de Orsay alberga una de las mejores colecciones de pintura de los siglos XIX y XX de mayor calidad. Obras como El Origen del Mundo de Courbet son de visita obligada. Este museo, aunque hay mucha gente haciendo cola, dentro no da la impresión de que haya tanta. Al no haber una obra de referencia, se dispersan mejor, obviando a Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Monet, Cézanne, Degas, Matisse o Gauguin. Donde se ponga la mujer de rostro impávido de 77x53 que se quite lo demás. El Orsay es uno de los mejores museos que tiene París, que todavía honra sus pinturas y el espacio, no da la sensación de ahogo que retumba en el encierro del Louvre.

1 SHAKESPEARE AND COMPANY (BARRIO LATINO)

Sí. Lo mejor de París es una librería. La Shakespeare and Company, al otro lado del Sena, justo enfrente de Notre Dame, es uno de los lugares más especiales, leales al arte y maravillosos de París. Operativa y con su finalidad original, este lugar sirve de foco anglófilo literario y referente de una lengua con una trayectoria extensa entre páginas. En su emplazamiento, esta librería ha visto dar lecturas a insignes escritores que no os voy a contar, para que busquéis sobre ella y descubráis. El gozo de pasear el barrio latino sólo se compara con los campos Elíseos hasta llegar al arco del Triunfo a temprana tarde. Son placeres que gustan y que vienen bien vivir. Un gato pasea entre estanterías. Es el regente del único reino que queda en Francia, el de la buena literatura. 

Cada cual tiene que descubrir el París que más le apasione. Procurad desvestir vuestras retinas de la imagen preconcebida que los medios han proyectado en vuestras mentes (en la mía también). Desdibujad vuestras inquietudes y sed críticos con lo que queréis sentir y ver. No dejéis que os apresen los (pésimos) gustos ajenos. Haced lo que sintáis. Ni la torre Eiffel es una maravilla del mundo, ni la Mona Lisa es el mejor cuadro, ni Notre Dame es lo que Disney nos contó. París es una ciudad preciosa que el dinero ha hecho estéril. Adiós Baudelaire, adiós.

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Barcelona

12:58 Fran Ibáñez Gea 1 Comments





Barcelona es la novia de España. Llena de vida, su modernismo la envuelve en un aire romántico de libertad, de rebeldía, de señorío. Pasear por sus calles es una delicia. Desde el Tibidabo a la Barceloneta, sus cuatro puntos cardinales tienen un encanto especial que la coronan como una de las ciudades más queridas de España. 

Es una ciudad elegante, con un barrio gótico que sencillamente enamora. Persigue el futuro con una mirada atrás que hace destacar el pulso catalán: un pueblo noble, altruista y consciente de que su posición como puerta de Europa lo hacen muy cosmopolita y diverso. Barcelona acoge y recibe con amabilidad. Bajo la cuestión independentista, no se respira hostilidad. La publicidad de las televisiones y tertulias dibujan un retrato de desgarro que queda muy lejos de la realidad. El catalán, como lengua, es una exigencia cultural y soberana que ha de prevalecer. Enriquece al conjunto del país. La diferencia no se puede obviar ni se debe someter bajo una castellanización a la fuerza. Ni Sevilla es Castilla, ni lo es Mallorca, ni Ceuta, ni Bilbao ni Santiago. El centralismo administrativo no es excusa para sobreponerse a las distintas identidades que se asientan sobre la península. Cataluña ha de florecer por sí misma ¿Lazos amarillos? Muchos. Y banderas esteladas en todas partes. La ciudad manifiesta una lucha callada que la Generalitat ha (mal) promovido y en la que están estancados. Cierto es, que junto a toda esa manifestación independentista, las pintadas de lazos amarillos crea una sensación de suciedad. Son grafitis de escaso valor visual que perturban el paisajismo modernista de la ciudad condal. Lejos de juegos infantiles y actitudes párvulas en el Parlament por parte de unos y otros, la política no se sufre en las calles, afortunadamente. 

Es una ciudad que ha ido adaptándose y desarrollándose en episodios promovidos por la cultura o el deporte. La Exposición Internacional de 1929 o los Juegos Olímpicos de 1992 son dos eventos clave para el urbanismo de Barcelona. Sin lugar a dudas, ser sede de las olimpiadas determinó drásticamente la nueva ciudad que hoy se disfruta. Fueron unos juegos que brillaron y marcaron un antes y un después. Los juegos olímpicos de Barcelona 92 fueron los mejores de la historia. 

Uno de los lugares que más he disfrutado ha sido el barrio gótico. Callejear por el casco histórico de Barcelona me ha recordado a mi Albaycín. Tranquilidad e historia. Existe una sabiduría que embelesa al viandante y lo introduce en un trance de calma y sosiego muy necesario. Otro de los puntos de encuentro con mejores vistas fue la azotea del centenario hotel Majestic desde donde se puede contemplar la Sagrada Familia o Paseo de Gràcia con la Casa Batlló y la Pedrera iluminadas al atardecer. Pero si tuviera que elegir entre todos uno, ese sería Montjuic. Su majestuosidad aportan el sobresaliente que Barcelona necesitaba. El espectáculo piromusical junto con la fuente mágica acompañando para las fiestas de la Mercé hicieron que no cupiera un alma en la avenida de la reina María Cristina. La noche catalana llena de luz hacían honor a la verdad de esa ciudad. Como español me enorgullece que uno de los miembros de este país sea Cataluña, y como granaíno, tener una hermana como Barcelona. 


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Oriente: el día más oscuro

12:42 Fran Ibáñez Gea 0 Comments

Todos los nacidos en poblaciones de mestizaje cultural, donde la sabiduría y la belleza se impusieron en un extenso legado vibrando en el paso de las generaciones y de las civilizaciones, tienen más poder de verdad que los que rechazaron echar raíces en un campo donde no hubiera más flores con pétalos diferentes que a los que ellos lucían. Por eso, ciudades como Granada, bastión nazarita del último reino musulmán en la península, pueden lucir con orgullo la genética que los siglos les han hilvanado. La Alhambra, ciudad palatina, corona y queda en el rumor de sus albercas soberana de un tiempo donde los poemas del Corán eran grabados en escayola por sus patios y sus salas. Mas frente y compañía en la grandeza le hace la catedral renacentista más grande del mundo. Sepulcro de los Reyes Católicos quienes dispusieron que en el paraíso era buen lugar para descansar eternamente. Habiendo podido elegir ciudades católicas como Burgos, Valladolid o Segovia, donde la paz encontrarían asegurada envueltos y protegidos por la cristiandad, dejaron a la ciudad, por excelencia musulmana, ser la guardiana de su mortalidad. Un término sin afrenta. Es por ello, ante esta cultura que emanan las calles, lo que hace que se desprecie o ni la atención capte noticias islamófobas y racistas. 

Teniendo esto en cuenta, avistamos por costumbre que las noticias alientan a un desdén hacia Oriente Medio. Ellos parece que no investigan la vacuna contra el cáncer, ni les interesa la carrera espacial. Se pueden contar con una mano los premios nobel que han recibido. Sólo se dedican a lapidar a personas, tener a sus mujeres tapadas de pies a cabeza y a masacrarse entre unos y otros. Una sociedad que ebulle en el terror. Una región regada con la sangre de sus gentes. Desde Turquía a la India es la única publicidad que se les da. Bárbaros cuya vileza nos ha anestesiado el dolor de ver sufrir al prójimo. Lejos queda aquel Bagdad romántico que citaba en sus novelas Agatha Christie o el lujo de los shá persas que tanto encandilaba al glamour de occidente. Así, junto episodios traumáticos a extramuros como el 11S, es razonable que sociedades como Estados Unidos, sin contacto más allá del tira y afloja, tengan una conducta tan ignorante y chovinista. Ellos, cuyos fundadores, mucho antes de que George Washington existiera, eran un puñado de puritanos que Inglaterra había arrojado al vacío de los mares para que domaran a  putas, ladrones y delincuentes expatriados de la neblina británica. En definitiva, el germen poblacional de las primeras colonias fue la escoria social más sustancial de aquel tiempo. Un vecindario sin autoridad moral para mirar por encima del hombro a nadie. Y hoy, si no fuese por Hollywood y Harvard, Apple y Google, el MIT y la NASA, poco honor les quedaría. Insuficiente para una sociedad crítica que siente como desgarradora la historia reciente compartida con los nativos americanos, con la esclavitud y el apartheid, con el neocolonialismo. América nunca ha convivido con Oriente, pero siempre ha deseado su poder. 



Arabia, cuya riqueza es anhelada por todos, es consciente de su soberanía y su fuerza. Muchas son las amenazas y las garras deseantes de destriparla. Después de la segunda guerra mundial, con la desocupación de países como Gran Bretaña o Francia de la región, era palpable una voluntad de restaurar la convivencia. Desde los sucesos de Orán, el fundamentalismo era un enemigo del imperialismo occidental que a la población árabe no le hacía falta. Su cura era sencillamente ser y estar. La seducción comunista por un lado y la conquista americana, bajo el recuerdo de la europea, por otro, hicieron tambalear los pilares de un pueblo que buscó en sus raíces la estabilidad. Sin lugar a dudas en sus raíces más oscuras. Empezaron por derrocar a reyes con tronos milenarios. Los nuevos cambios desafiaban a las viejas autoridades. un Alá impostor se coló como ley. El ayatolá Jomeini en Irán inició la era de tinieblas en la que hoy todavía se sume Oriente Medio. La primavera árabe arrojó una luz esperanzadora, que aun frustrada será el germen para que las nuevas generaciones, el día que busquen la salvación de sus naciones, cojan impulso en la aventura de sus abuelos. Nadie hará nada por ellos, salvo ellos mismos. 

Pero sin lugar a dudas, si algo cambió el rumbo de la historia fue el 20 de noviembre de 1979. Si nuestros días están aborrecidos del terrorismo, si el ISIS ha sembrado el mal con consecutivos crímenes de lesa humanidad, si nuestros telediarios se encienden plagados de guerras y bombas en Siria, Gaza o Iraq, si el burka existe y la sharia restringe libertad a los musulmanes es por lo que pasó aquel día. Un amplio grupo de fundamentalistas asaltaron el lugar más sagrado del mundo musulmán: La Gran Mezquita de la Meca. Un hecho que puso en entredicho el Islam y presumió de golpe de Estado a la dinastía Saudita, protectores de los santos lugares. Soberanos que apellidaron una nación bajo su nombre. Los asaltantes alegaban la ilegalidad de la dinastía Al Saud y la corrupción del clero musulmán. Algo inaudito y muy temible. Arabia es un lugar estratégico donde debe reinar la concordia, para bien del mundo. Una preocupación que se extendió al Kremlin, la Casa Blanca y un recién estrenado Parlamento Europeo. Todos ellos, aun pudiendo sacar partido de la debilidad del jaque supuesto, fueron cautelosos. El asalto a la Meca supuso un desafío sin precedentes en el país con una difícil resolución. Los rehenes se contaban por miles. Los minares de la mezquita estaban ocupados por francotiradores. Convirtieron el lugar de oración en una fortaleza infranqueable. Mientras el gobierno de Arabia no se pronunciaba en comunicado oficial para no diagnosticar esta puñalada en el orgullo, el ayatolá iraní especulaba con los presuntos artífices alentando el odio a Estados Unidos. Algunas embajadas y consulados fueron atacadas en la región, resultando muertos parte del personal diplomático. A su vez, la defensa que pudiera hacer occidente para desvincularse no sirvió de mucho, teniendo en cuenta su historial, y la rencilla abierta tras la crisis del petróleo de 1973. 

Casi cuatro días tardó el gobierno saudita en devolver el ataque. Lo que llevó a cabo el consenso para dar luz verde por necesidad a que los tanques entrasen en la mezquita. Se empezó a evacuar el lugar desde las plantas más altas. Los fundamentalistas se guarecieron en la parte baja. Ya no quedaban rehenes. Arabia Saudí solicitó a Francia material para poder capturar a los terroristas, ya que el uso de las armas no está bien visto bajo suelo sagrado, tanto en los lugares donde se predica la voz de Mahoma, como donde se toma el cuerpo y la sangre de Cristo. La administración de Valéry Giscard en misión secreta mandó trescientos kilos de gas mostaza que sirvió para liberar la Gran Mezquita sin mayor violencia. Todo acabó el 4 de diciembre. Una factura que había cobrado 244 muertos y que todavía quedaría por ejecutar por decapitación a los 68 insurgentes capturados en varias ciudades del país, para mostrar la justicia que se hacía. Los Al Saud tomaron cuenta de ello y se implementó una aplicación más estricta del código islámico. No podría volverse a repetir un suceso así, ni manchar el orgullo y honor de una familia que se autoproclamaba iluminada de Alá. Y mucho menos por occidentalizada o libertaria. Ahí comenzó la propagación del terrorismo, como herramienta exportada para tener a rajatabla una región regada de pólvora donde todo son mechas. Penas severas se sucedían. La censura se imponía. Altas restricciones apresaban las libertades de su gente. Toda medida de control era poca. La paranoia era un gigante en aquel episodio traumático. La luz que oriente siempre había andamiado se apagó. Aquel duro golpe aún tiene su eco en nuestros días. Treinta años después los fantasmas siguen vivos. 


Fran Ibáñez Gea

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Apropiación cultural

11:45 Fran Ibáñez Gea 0 Comments



Las millones de personas que conforman y han conformado este mundo no se han segregado entre fronteras. Los países no pueden poner límites a quien tiene pies. Hay algo superior a la nación, que a su vez es una justificación de esa nacionalidad. La cultura es la madre de la hermandad. Es un legado plástico e inmaterial que reconoce a un grupo por su riqueza, por su diferencia, por su visión del mundo que les rodea. Por un todo compartido que genera un producto. Distintas culturas pueden cohabitar en la misma ciudad. En el mismo barrio de hecho. Y ninguna tiene potestad para sobreponerse a las otras. Todas tienen la misma dignidad. 

En cambio la historia ha demostrado que el ser humano olvidó durante siglos el principio de igualdad en su especie. Hubo jerarquías. Hubo opresores y oprimidos. Existió para vanagloria de unos, el vilipendio de otros. Aun así las culturas siguieron existiendo y manteniéndose, acompañando a sus creadores al estrato social al que se les encasillara. Porque la cultura es hacedora, ella inspira a sus miembros. Es la esencia común de un colectivo que se ha refugiado en su identidad. Durante décadas, los afroamericanos esclavizados desarrollaron técnicas de supervivencia que engalanaron. La cultura los protegió del infierno que vivían. Sacralizaron su salvación. Alisaban su pelo para evitar el estigma. El patchwork es suyo: en todo Estados Unidos había una ruta de las colchas en las que los refugiados escapados del sur eran indicados por los dibujos de las colchas, según las poblaciones a las que llegaban, por el camino más conveniente para llegar hasta Canadá y poder ser libres. La confección de colchas con diseños que señalizaban discretamente las condiciones de la zona es sin duda uno de los legados culturales afroamericanos más extendido y más ignorado. El blues es negro. El AAVE (AfroAmerican Vernacular English) es otra respuesta a ser arrancados por generaciones de su África natal. Abandonados de sus raíces tuvieron que crear una nueva identidad que dio fruto a la sociedad afroamericana. Los rasgos occidentales que tomaron no fue por adopción sino por imposición. 


Otra población marginada, la gitana, desarrolló en España una cultura riquísima de gran magnitud y repercusión, habiendo aportado con su música y carisma rasgos a la imagen cultural del país. Nada tiene que ver la cultura vasca, catalana o gallega con la gitana. Sí la andaluza, que ha convivido estrechamente con ella. La población gitana fue perseguida y abocada a un estrato social inferior al de los demás. Pensaban que los dejaban fuera del progreso, pero ellos no están más atrasados que el resto. No es hasta la democracia, a finales de los años setenta, cuando existe un aperturismo fraternal entre todos los colectivos, porque nace un sentimiento de unidad para disfrutar de un proyecto común nuevo. El flamenco en la España de la posguerra era un género popular pero sin lustre. Es Paco de Lucía, que en la más alta gloria esté, el primero que sube al Teatro Real su música. Es en el nombre de Camarón la cátedra que Jerez de la Frontera abre al flamenco. El tiempo ha curado heridas y ha convertido el género en algo ilustre. Lo ha academizado. Ha dejado de ser un flamenco de cuarto a un arte patrimonio inmaterial de la humanidad. Sin duda el buque insignia del gitanerío. Ante eso, no quita valor la marginalidad que sufren, tachados de trapaceros e incluso delincuentes. Con una cultura y una liturgia propia, los gitanos, con un orgullo barroco hermetizan sus ritos y sus leyes. 

Rosalía, una cantante millenial española (catalana y paya) fue tachada de apropiación cultural por su single Malamente. En él expone el habla andaluza y acoge rasgos del folclore español. Bajo este tema no es aconsejable ser chovinista. Apropiarse culturalmente o ser tachado de apropiación cultural de algo debe tener un sentido irrespetuoso, un ultraje a una identidad. Si en cambio, se es cuidadoso el trato que se haga con una cultura a la que no se pertenece, sino que se aporta y luce, tachar de apropiación no tiene sentido. A mí no me importa que en China coman tortilla de patatas con palillos. No me ofende. Como tampoco es ofensa que alguien que respete y quiera mi cultura haga uso de ella. Los puristas de la cultura son claros enemigos de la globalización. Rosalía, ha buscado en la canción popular su inspiración y la ha llevado con su amarga dulzura a su terreno (La hija de Juan Simón, Que nadie vaya a llorar, Aunque es de noche) Ni la pluma es potestad del homosexual ni el violonchelo es un instrumento de propiedad occidental. Hoy día se puede comparar a Rostropovich y a Du Pré con Yo-Yo Ma (quien en realidad es franco-estadounidense) No me importa que haya escuelas de flamenco en Japón. No me extrañaría que hubiese profesores de origen oriental en nuestros conservatorios enseñando a Enrique Morente, a Moraito Chico o a La Paquera de Jerez.

Sí es cierto que el que busca la autenticidad de esa cultura viaja al origen. Un tailandés en Malasaña tiene, aunque el reclamo sea exótico, probablemente una carta gastronómica occidentalizada. El té que sea de las Indias y el café de Colombia. Habrá muchos acentos en la Commonwealth pero todos estudian el del mismo Londres. Existirán muchos chocolates pero ninguno como el belga, al igual que muchos relojes, pero si viene de Suiza mejor. Habrá una imagen de la Macarena en Miami, República Dominicana o Filipinas, pero ninguna como la de San Gil en Sevilla. ¿Cómo va a ser lo mismo entender a Cervantes sin haber pasado por la extensa y ancha Castilla, o a Lorca sin haber pisado antes Granada? Y ya si es en otro idioma que no sea el español apaga y vámonos. Es el valor que pierde la copia del original. Quien no conoce a Dios a cualquier santo le reza.

¿Qué es apropiación cultural? Mis abuelos no celebraban Halloween ni pensaban en San Patricio. Está claro que un grupo social que no ha sido estigmatizado ni repudiado, como la sociedad blanca americana, ve el contagio cultural como una conquista celebrada. Actitud muy lejana de aquellos que tienen hacia su identidad propia un sentido de protección, de conservación y de reafirmación. Además una alta sensibilidad con este tema, recelosos con razón de regentar el regalo que su pueblo les ha legado: su identidad.  Alguien que ha sido señalado por el resto como vago, perezoso, analfabeto o cateto como ha sido la gente andaluza por su habla y sus costumbres, es legítimo, cansados de tanta burla, que pongan el grito en el cielo cuando alguien ajeno lo imita sin serlo. Bien es cierto, que si esta aduana fuese severa no tendríamos a Miguel Poveda (catalán y payo también) como uno de los garantes del flamenco en España. 




Fran Ibáñez Gea


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Puta

10:04 Fran Ibáñez Gea 0 Comments





Que la administración Sánchez consulte y pida consejo a la RAE para que se haga una revisión en el texto constitucional con la intención de actualizarlo a un lenguaje inclusivo es una gesta perdida por párvula inocencia. La Real Academia de la Lengua Española es una institución que ha tenido una alta e intacta honorabilidad, aunque los tiempos presentes no le traigan ninguna ventaja. Es su hermetismo, aun siendo notaria del lenguaje popular, el que la encierra y aísla de la realidad, de las necesidades y reivindicaciones que la calle exige.

Con el pueblo gitano no se ha molestado en revisar las acepciones arcaicas que son testimonio del vilipendio alimentando el racismo y los viejos prejuicios padecidos. Por su parte, otro revuelo causó cuando introdujo en sus páginas las acepciones de almóndiga y toballa, con un fin didáctico que no llegó a ser bien entendido. Pero eso son pelillos a la mar si con alguien tiene cuentas pendientes. El lenguaje se ha cebado con las mujeres porque la sociedad así ha permitido y querido. Haberle negado la entrada a Gertrudis Gómez de Avellaneda, a María Moliner o a Emilia Pardo Bazán ya deja a la Real Academia en mal lugar. En peor sitio si desde 2017, de cuarenta y cinco miembros sólo ocho son mujeres. Y una daga ahonda bajo su consentimiento velando porque así siga siendo que el lenguaje continúe denigrando y dando carrete al machismo en cualesquiera que sean las formas en las que se manifieste ese mal a extirpar.

La lengua es una pistola que en malas manos puede causar una catástrofe. La lengua no es inocente, porque la comunidad que la ha ido elaborando ha ido inculcando también en ella sus miedos, sus rechazos, sus formas de actuar y su manera de jerarquizar la sociedad. Han verbalizado sus temores. Es conducta por costumbre encasillar y situar dentro de un contexto cerrado todo lo que nos rodea, para que no quepa nada ajeno a nuestro entendimiento. De ahí nacen frases como 'O todos moros o todos cristianos' que explican el principio de igualdad entre la comunidad. ‘O follamos todos o la puta al río’. Es un ‘Fuentevejuna, todos a una’ más práctico: o todos somos iguales o todos somos iguales de desgraciados, pero no habrá unos mejores que otros, y en todo caso todos peores. La frase referida es interesante por la aparición de la palabra puta, palabra que designa de buena manera el trato que la mujer ha recibido a lo largo de la historia.

Del griego, butza, venía a significar ‘divertida y virtuosa’. Cuando llegó a Roma ya se denigró su significado, derivando el verbo latinizado puto, putare, putatvi, putatum en la palabra putta o putto, como muchacha o muchacho, como así lo cita Virgilio (me perdiit iste putus. Me ha perdido este muchacho), con un ligero sentido sexualizado. De la misma manera los putti, en arte, venían a nombrar a los angelitos que fluían en un cuadro con cierta tendencia erótica o que enmarcan el amor divino a una escena religiosa. Hay que llegar al siglo XVII cuando Covarrubias ya relaciona puta con putida, podrida. Habiendo seguido el camino negativo de mujer virtuosa o divertida, a mujer pobre y podrida que se presta al sexo por dinero. Un recorrido que no es ajeno a la realidad, pues si en la Grecia Clásica la mujer tenía un estatus social ajeno a sellos religiosos y a jerarquías cerradas, es al cruce de la edad media, cuando el mercantilismo y el capitalismo se han asentado, junto con la moral religiosa de patriarcado la situación llega a unos términos de sometimiento incomparables. Puta es una palabra con una fuerza y atracción fonética que si no tuviera el significado que los hombres le han dado sería una de las más destacadas de la época de Lope de Vega.

Con todo ello, se estaba gestando hasta dar a luz un lugar en el que despreciar a las mujeres que no se sometieran a las reglas impuestas. Las que no eran putas eran brujas. Así cayó Hipatia de Alejandría, Cleopatra, la Reina de Saba o la mismísima María Magdalena, considerada una de los apóstoles de Jesús durante los primeros años del cristianismo a prostituta por el papa Gregorio Magno. Cualquier mujer que pudiera ostentar algún tipo de poder o levantara celo entre los jerarcas era tachada con esta palabra. Hoy día precisamente es un insulto ágil, vuela con facilidad hacia cualquiera por inocuo que sea el motivo. 

No sirve que Arturo Pérez Reverte enarbole ninguna bandera de la indignidad a favor del machismo. Ni haga galantería de regente de unas normas que estorban. Dándose golpes de pecho y hablando de honores por mover una coma. El género neutro no ataca a ninguna gramática. No merece cruzadas desde viejos pupitres ¿A qué ofende? ¿al genitivo, al dativo o al vocativo, que ya ni existen? La lengua se hace y se deshace. La lengua se cuida o se descuida ¿Dónde está el llanto a portavoza, a miembra? ¿Dónde está la pena, la osadía, la tragedia?  La lengua es nuestro retrato como civilización. Ahí está, testigo de nuestros desmadres y excesos. Habrá que esperar a que al igual que San Pablo, se caigan del caballo para salir del error. Por eso y por tanto, no esperen de la RAE más que senectud. Pues a la vista está que vigilan y conservan lo que les interesa.



Fran Ibáñez Gea 

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España espanta

18:34 Fran Ibáñez Gea 1 Comments




España es un país que no se descalza ante sus males. Otto von Bismark, el canciller que unificó Alemania, afirmó que somos un país al que temerle, en el momento que dejemos de pelearnos entre nosotros mismos. Nuestra historia la componen volúmenes mastodónticos en el que cada efeméride la cosen largos capítulos quijotescos. Pero parece que a los españoles España espanta. Es una daga frustrada que araña en el desconsuelo y confirma lo que Ana Belén cantaba: camisa blanca de mi esperanza, a veces madre, siempre madrastra. Identificamos el rechazo con la sabiduría, como si el que contraría al resto tiene siempre razón sine quanon de ser más distinguido en la verdad. Al final todos han terminado por rechazarlo todo pensando que iban a ser más listos que ninguno, y en cambio son tan tontos como nadie. De esto probablemente tengan culpa los del noventayocho, que tocaron las campanas para dar cuenta de que el barco se hundía mientras todos bailaban. Tildó con acierto Valle Inclán aquello del esperpento. Y a raíz nadie quiso que le pillase desprevenido. Todos se convirtieron en catedráticos del critiqueo, o cuñadismo, que lo llamaríamos hoy día. 


El siglo XX es una viva imagen de toda la vida de nuestro país. En él hay reinados de viejo abolengo, de los de pompa palatina y trompetín; hay derrocamiento de líderes, pronunciamientos, una corona vacante, enfrentamientos fratricidas, invasiones, holocausto, cambios políticos y sociales, territorios coloniales, antiguo régimen, comunistas, toque de queda, misa de doce, disparos en el techo del congreso, Freddie Mercury en Barcelona y Rocío Jurado en Sevilla, la bandera arcoíris en las calles. Los grises detrás. Carrillo y Fraga juntos. Y todo ello mientras Jordi Hurtado presentaba Saber y Ganar y Jesús Quintero entrevistaba a Lola Flores en el Loco de la Colina. Esa es, ni más ni menos, que la España del siglo XX. Del Por la Gracia de Dios al No Pasarán y al Una, Grande y Libre. Del Sin Ira Libertad al No a la Guerra y al Welcome Refugees y Hermana yo sí te creo. El balance ha sido positivo. En el pueblo español siempre ha habido una luz que ha despertado la cordura.


La cinematografía hispana es algo que se rechaza con crudeza. Ver la realidad representada resulta una broma pesada. Marisa Paredes se apenaba por cómo los españoles responden ante la cartelera española: ¿Una película española? ¡Qué horror! ¡Ni verla! Bien es cierto que durante el siglo pasado el cine gozó de gran popularidad debido a la presencia de fantásticos directores como Buñuel, García Berlanga, Amenábar, Bayona, Trueba, Sáenz de Heredia o Almodóvar entre muchos otros. A lo que se sumó el protagonismo de icónicas figuras que no podían faltar como Sara Montiel, Concha Velasco, Carmen Sevilla, Paco Rabal, José Luís López Vázquez, Fernando Fernán Gómez, Pajares y Esteso, Gracita Morales, Paco Martínez Soria o Alfredo Landa. Una lista interminable de figuras y caras entrañablemente conocidas que daban color a una España triste y gris. Una generación de artistas relevados por jóvenes transgresores. 

Pepi Lucy Bom y otras chicas del montón es una de las cinematografías más destacadas dentro de la movida en la que se trata todo tipo de temas, hasta entonces considerados tabú o underground, y se ponen en primera fila (desde luego la lluvia dorada de una Alaska adolescente hacia Carmen Maura no estaba hecha pero sí pensada para todos los públicos). Las chicas Almodóvar no son actrices cualquiera. Convierten la actuación en un arte plástico más rompedor con la estética de la posguerra. Aun así Almodóvar para el público puritano que había quedado conforme con el régimen, sus películas eran una guarrería, como era todo aquello que se saliese del tiesto. Otra España que espanta. Drogas, sida y libertad sexual resultó un cóctel molotov contra el público 'de orden y de bien' que se guarecía en tradicionalismos, y sirvió para hilvanar barricadas entre los que se sumaban a los nuevos tiempos y los que conservaban los resquicios de lo que quedaba. Presumir el progreso no era un asunto de fácil buen ver. Hoy día Pedro Almodóvar o Alejandro Almenábar son directores de culto con una trayectoria y una estatuilla dorada que los avala. 

Todo esto más la sátira de Torrente mal entendida hizo perder parroquianos que no se identificaban con un cine que habían conocido de la mano de Antonio Molina, Juanita Reina o Pepe Sacristán. Imagen que se renovaría con comedias que tiraban de estereotipos peninsulares como reclamo en su cartelera. Algo bastante masticado que sorprendentemente parece no haber perdido sabor. Fernando Trueba, en la continuación del exitazo La niña de tus ojos se le ocurrió decir que no se sentía español ni por un momento y el público le hizo boicot, declarándole el vacío en las salas. Una actitud muy familiar como infantil. Un amor propio párvulo: en esta relación de amor-odio España se mete con España y nadie más. 



A pesar de todo, es la bandera de España y todo lo que la viste lo que crea crispación en la opinión pública. El mal matrimonio que mucha gente ha creado entre los símbolos patrios y el ala conservadora del parlamento no es una casualidad. De la calle Génova cuelga una larga bandera nacional que hace telón a las siglas del Partido Popular. Se ha vuelto una incondicional decoración en todos sus mítines. Se han apropiado del sentimiento español. Es un casamiento bajo ningún consentimiento. Todos hemos tenido malas juntas alguna vez. Encasillan la verdad de este país en una tauromaquia de garrafón, en pulseritas en una mano que sujete un fino de Jerez en feria y en salir de misa un domingo mientras se hacen los suecos cuando hay gente pidiendo limosna a sus pies. Y es que en el momento que alguien dice 'esto con Franco no pasaba' o 'si Franco levantara la cabeza' se retratan como tales: fachas nostálgicos. 

Muchos no conocieron ni vivieron la dictadura. Tampoco se creen el mito que la izquierda, hija de la república (en una bruma el barco velero cargado de sueños que cruza la bahía), creó una vez muerto el perro. Avivaron la rabia. Aquella contracultura no fue más que una deuda que resolver desde el final de la guerra. La distorsión que se infundió devolvió la moral hispana a unos niveles de antiguo régimen. El pensamiento crítico se dinamitó. La dictadura se ocupó de ser un padre severo que culpó de sus males a los hijos rebeldes y amamantó hasta la inutilidad a los hijos mansos. La soberanía de cuarteles y sacristías insultaba a los que salieron el 14 de abril a la puerta del Sol a ondear la tricolor, a pedir pan y libertad.

La Transición, uno de los hitos de antier, es revisada hoy con escepticismo y severa crítica. ¡Ínfulas Sancho! que diría el hidalgo. Con el 23F se especula. Lo hace la España que ahora espanta, que ahora asusta. Este país se ha convertido en una obra de arte moderna. Causa sensaciones pero pocos la entienden. Quien no se la explica replica lo que digan otros. Pero la majestad de sus pinceladas son imborrables. Son de acero. Cataluña vuelve a sacar del baúl las fronteras. A España precisamente, que tenía ciudadanos desde Manila a Buenos Aires ¿Habrá algo más internacional que el español y su gente? ¿Habrá algo más plural, que lo mismo está la Alhambra que una catedral? España espanta.

A España nadie la odia. No se engañen ¿Quién anhela su pobreza, los que piden trabajar o los que quieren seguir malviviendo? No hay más ciego que el que no quiere ver. Pero España no encuentra más que fuerza en su flaqueza. Es una completa inspiración que tiene embobada a su gente. Anestesiada de sus dolores, de sus quejidos. Si el español no se alza es porque está dormido en el Edén de Andalucía. Porque tiene donde remendar sus males. Toda España es arte. No hay lugar donde no esté presente. Ante eso no cabe duda, nadie se extraña. Ahí España no espanta. Menos mal. El mediterráneo es una fragua donde forjar descanso. Por donde escurrir rencores y abrir ventanas. No hace faltan las complicaciones. Nuestros mayores de hoy recuerdan la tristeza en una España feliz, en la que los niños llevaban en la mano una onza de chocolate metida en pan. Donde la guardia civil se avistaba en la bodega y el seat seiscientos podía llevar el doble de pasajeros. En la televisión había una cadena que emitía hasta las nueve. Se fumaba en los hospitales. Siempre ganaba el Real Madrid ¿Qué más hacía falta? ¿Para qué se quería más? Ese fue el gran problema. No darse cuenta del pozo en el que habían caído y ser capaces de seguir sonriendo. Qué linda ingenuidad. La vida seguía, como si no fuera con ellos. Muchos pobres habían sido siempre, daba igual quién les pusiera ahora el collar. Así les sorprendió la democracia ¿votar? qué más da. De España espanta la cárcel que llevan. Buen notario fue Federico (García Lorca), que retrató en melodía el drama que emanaba, y aún no ha habido aire suficiente que se lleve aquel tiempo que hoy todavía nos aguarda.

Camufló el machismo en una autoridad inmaterial, en la jaula mencionada. Todos eran presos. Bernarda Alba, Doña Rosita, el Novio y la Novia, Yerma. Un destino bajo el yugo del qué dirán. De una moral ronca y despiadada que destroza, degüella y aniquila al que no pasa por el confesionario. España espanta. Hicieron de Dios un tirano. Convirtieron los templos en aquelarres. Se apoderaron de la fe. Trapichearon con la santa cruz. Ni a Cristo dejaron tranquilo. Pretenderán que hoy las iglesias se llenen de creyentes ¡Si espantaron a todos! Ya sólo pueblan con graves lagunas beatas parroquianas. Van por dura costumbre con traje de domingo a la misa de doce. Acuden a su cita con el altar para encontrarse con sus amigas. Para luego charlar, un motivo para evadirse de su abandono. Enristran sus collares y las faldas de modista. Ellas custodian y regentan la vieja España.


¿España espanta? Para nada. Mi España salió a las calles el 8 de marzo para reivindicar que éste era un país feminista. Que no quieren ni una manada más suelta. Salió a celebrar con orgullo la diversidad sexual. Tiene una cultura inabarcable que suma tesoros a la lista de Patrimonio de la Humanidad. Mi España tiene un corazón fuerte, comprometido. Le duelen las muertes en el mediterráneo. Llora cuando sus hijos se marchan. Acampó en la Puerta del Sol para solucionar la crisis. Su solidaridad, su valentía, su tenacidad. A España hay que levantarla sin complejos, y no con un ¡arriba! sino con un profundo ¡viva! que es lo que sabe hacer, vivir, a pesar de sus pesares. 


Fran Ibáñez Gea

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Yves

9:20 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


Yves nació bajo la protección del signo de Leo. Sus vivencias de niñez fueron cúmulo a los recuerdos de Orán que la guerra no pudo llevarse, por eso Marrakech ocupó un lugar de libertad en su corazón, porque en ella respiraba todo el pasado que no podía recuperar. Las olas de arena que componían el rojo desierto bañadas en el mediterráneo se ondulaban como una sola musa o tótem estético que lo guiaría por siempre. Aquel aire fraguó a Yves Saint Laurent.






Con veintiún años, como director artístico avivó la llama y legado que había dejado Christian Dior, liderando una de las firmas de alta costura más prestigiosas del mundo. Aquello, para un provinciano argelino que aterrizaba en París con los mismos honores que los borbones en la época dorada de Versalles, fue el punto de inflexión que alimentó una figura, cuya forma y peso se harían insostenibles hasta para él mismo. La exigencia subrayaba la perfección. Un ritmo insaciable que lo acabaría devorando. Pero el maestro volvía a renacer entre sus cenizas. Ya se preocupaba Pierre Bergé de que así fuera. Fueron una pareja que sólo triunfaron en lo profesional, pues en lo personal un huracán interpuso las normas que curtirían sus afectos. Eran los años sesenta. Bergé, que había tenido contacto con el dinero y la inversión, jugó a sacar de la nada una de las firmas que hoy se alzan en la cúpula de la alta costura. Saint Laurent nació gracias a un grupo de amigos. Victoire, modelo fetiche y amiga íntima se encargó de hacer llegar al público la leyenda en la que Yves se había convertido. En los talleres el silencio imperaba cuando el modista aparecía. Casi era recibido con una reverencia. Era una total admiración en la que caían cada vez que el joven delgado de gafas anchas con bata blanca se dejaba ver. Las grandes inversiones de financiación llegaban y la firma se consolidaba. No había marcha atrás: el imperio podía comer en la misma mesa que los celebérrimos Chanel o Balenciaga. Las clientas demostraban su lealtad en cada temporada. No dudaban en dejarse vestir por Yves. Era atrevido, buscaba la vanguardia. Sabía distinguirse.

Mayo del sesenta y ocho fue la consecuencia al fin de una edad de posguerra. Se instauró el prêt-à-porter. Balenciaga se negó y viendo que los tiempos acompañaban faltos de glamour y elegancia se retiró. Los jóvenes como Cardin o Gaultier aprovecharon la oportunidad para hacerse con la industria. Yves Saint Laurent no podía quedarse atrás y abrazó de buen grado lo que sería un mercado exitoso. Pero la factura cobró un tremendo desgaste. Yves ya había cambiado por completo. Sus amigos habían sido demasiado permisivos con su ego de infancia. Era un santo laureado que no paraba de pecar. Loulou, Nureyev y Warhol fueron parte de esas amigas peligrosas. A Yves le sentaba como un guante ser un enfant terrible: whisky, cocaína y tranquilizantes eran una dieta diaria que lo envejecieron estrepitosamente. Había que buscar inspiración al precio que fuera. Con cuarenta años el maestro no tenía un pulso firme. Amigos de su juventud como habían sido Lagerferd culparon a su camarilla de aislarlo y consentirlo. Bergé fue un protector que se ceñía a resguardar los números. Los desencuentros y desengaños de un amor mal cuidado lo condujeron a saber dónde estaban las prioridades en aquella amistad. Cómo paliar los estragos e infortunios que se cocinaban en el taller mientras se mostraba una impoluta cara al público, lanzando la línea de perfúmenes que los posicionase en las alturas.

Del Yves tímido, risueño y ambicioso que se coronó en la casa Dior sólo quedaba una de lo tercero algo mustio y desgastado. Era su cárcel de oro. Él sólo quería crear. Esa era su vida. Anne-Marie fue su otro gran apoyo en la casa. Bergé deseaba codearse con el renombre, con lustre. Se hizo amigo de Mitterrand para estar cerca del poder. El día que murió el maestro, enterraron a una leyenda, orquestado por el que había sido su compañero y hacía unos meses también marido para afianzar y asegurar el legado. Las primeras filas del sepelio fueron ocupadas por altas instituciones. De amigos fueron invitados sólo unos pocos. Nada que ver con el de Versace, de farándula y famoseo. Bergé hizo gala de sus redes y de su carisma. Aprovechó el funeral para ser homenajeado. Puso la última piedra al trabajo de su vida. Esa fue la vida de un genio cuyas cenizas fueron esparcidas al botánico de Marrakech, la única tierra que lo vio feliz y lo dejó descansar.


Una década sin ti.


Fran Ibáñez Gea

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