París

1:10 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


Esta opinión que aquí refiero creo que es extremadamente necesaria para la salud de París, y todo el mundo debería tenerla en cuenta. Es la única salvación que le encuentro a sus males: desmitificarla. 



París es una ciudad objetivamente bella. Su estética arquitectónica y urbanística hacen un placer pasearla, y lo que es más, es una ciudad para pasear. Sus espaciosas avenidas y bulevares conforman un sistema arterial donde la historia tiene un momento en cada esquina. Sus balconadas de forja, sus fachadas claras y sus tejados de zinc al sol de nobles plazas pactan el alma de la ciudad. Sus parques, sus fuentes, sus puentes. El Sena. Palomas a los pies de Notre Dame. París es una ciudad gris donde la moda impone las leyes de la elegancia. Una industria llena de glamour que abandera como padres fundadores la nueva Francia. Existe una estática y máxima que va colgada en bolsos de Louis Vuitton. El París de hoy es lujo, uno que no comulga con la ostentación de Versalles pero sí peca de derroche simbólico en bolsos, cosméticos y joyería que prevalece en la cultura de tocador. París es clasista: la garganta de las cloacas, del metro, sigue siendo la corte de los milagros, huérfanos de un Sade destronado que contrasta vilmente con la solera de la plaza Vendome, desde el Ritz, pasando por Hublot y terminando en Dior. Después de la revolución y su esplendor, hoy, cruzando el puente de Alejandro III, los Inválidos son una metáfora de la ciudad. Una losa que la vacía y la llena de silencio, ni el ruido alza la voz. Escurridizas pasan las masas. Sólo aquellos que pertenecen a otra época y que vieron caer bombas sobre su país buscan el sol que los anestesie.

Más allá de ser una de las capitales más importantes del mundo y uno de los núcleos más influyentes de la cultura, París es una ciudad cuya sobrexplotación de imagen provoca que el acercarse a ella sea una decepción. Está demasiado idealizada en el imaginario colectivo por el cine y la literatura. En cambio, es una ciudad que a día de hoy no hace justicia a todo el arte que la ha alzado hacia la grandeza. Por eso he hecho una lista de los ocho lugares más destacados de peor a mejor de la ciudad de París.


8  TORRE EIFFEL

Es algo tan concurrido como aburrido. No me explico el mal gusto que tuvieron para plantar en el centro de una ciudad tan limpia, amplia y pura de estilismo algo disruptivo de semejantes dimensiones, que se puede ver desde cualquier punto de la ciudad. De hecho, desde el avión al aterrizar se veía. La 'puntiaguda', como deberían llamarla, sólo la disculpa el paso del tiempo. Hubo un señor del que decían que la detestaba tanto que iba todos los días a almorzar al restaurante que hay en la primera planta, porque es el único sitio desde donde se puede ver París sin encontrársela. En sí, no tiene misterio alguno. Es una atracción más de París. Teniendo lo que tienen en su historia, en su cultura y en su haber, considerar ese mamotreto como símbolo e insignia de París e incluso de Francia resulta una aberración y un despropósito mediocre. 

7 NOTRE DAME

Fue el monumento que más me indignó de todos. El trato comercial que se le da es herejía pura, pero peor es la falta de conservación, imperdonable. Una auténtica negligencia. Capillas ennegrecidas, calcinadas, gárgolas deshechas. El estado del templo denota una crisis nacional importante. Mientras tanto los turistas en piaras, dan codazos, placajes y empujones por hacer cuatro fotos a las vidrieras. Es muy importante tener una cultura religiosa cuando se entra a un lugar santo, y poner puestecitos con souvenires es el primer elemento para desacralizar el templo. Allí Dios ni está ni se le espera. He de decir que Disney la pintó mejor a como es o está en la actualidad. Notre Dame es la víctima más vilipendiada de todo París. A ella acude la carcoma turista a pisotearla. 

6 JARDINES DE LUXEMBURGO Y SORBONA

Es un barrio fascinante. La norma parisina de todo escenario cinematográfico se cumple allí. Los Jardines de Luxemburgo están más apartados del eje de los visitantes por lo que se disfruta más que otros parques o jardines como las Tullerías. Pensar que en la Sorbona comenzó todo lo que Mayo del 68 provocó es emocionante. En este enclave brota un París oculto lleno de orgullo más allá de banderas y jeques generales laureados. Es un París para su gente. 

5 EL MUSEO DEL LOUVRE

Mi más sentida animadversión hacia el museo del Louvre. A día de hoy no me puedo explicar cómo una de las pinacotecas más grandes e importantes del mundo consienta ese tráfico vulgar  de personas que peregrinan por sus majestuosas salas para ver a La Gioconda. Hay carteles que te dirigen a ella. Lo peor de todo es que comparte el mismo espacio cara a cara con Las Bodas de Caná de Veronés que es una deliciosa orgía de colores, formas, culturas, símbolos y divinidades, a la que todo el mundo le da la espalda porque prefieren agolparse, como hicieron en la Bastilla el 14 de julio, para dejar constancia de que vieron de lejos la Mona Lisa. No sólo por eso me parece exasperante, sino porque, aparte de que, personalmente, y salvando al egocéntrico de Rembrandt, Rubens y el interiorismo del tercer Napoleón, cerraría dos alas de las tres que el Louvre tiene. Además, una obra fundamental como la Libertad guiando al pueblo necesita de una intervención prestísima para paliar la falta de restauración y conservación que tiene. Delacroix exigiría exilio inmediato. Y Jacques-Louis David no se quedaría atrás, cuando su Consagración de Napoleón, de casi diez metros de largo, es vista de soslayo por la histeria analfabeta y sensacionalista que borreguea el Louvre. Lo que tiene que sufrir la victoria alada en esa escalera no está escrito. 

Para más inri, y para que se entienda el concepto de capital que tienen, usando como reclamo el arte (señalar el concepto de arte prostituido) se puede pasar al centro comercial que hay justo debajo del museo, en el carrusel, donde se forman colas y esperas para entrar al Apple Store que allí hay. 

4 AVENIDA CLICHY (MONTMATRE)

Lo ideal es subir al Sacre-Coeur al atardecer, y cenar en alguno de los restaurantes del alto Montmatre, donde se defiende una bohemia desgastada y roída, maquillada por estetas puristas con galerías que distan mucho de otros años felices para la pintura. Después, bajar hacia Moulin Rouge que no deja de ser más llamativo que Tío Pepe de la Puerta del Sol o cualquier Toro de Osborne en las carreteras españolas (de hecho el toro es más impresionante). Claro está, para que el molino rojo gane fuerza no se debe desbancar de su contexto en la avenida de Clichy donde se respira fácilmente poper en el ambiente. Es una avenida llena de luces que recuerda a unas Vegas dedicadas al sexo. Una ristra de sex-shops engarzan la vitalidad de esta calle que no descansa y que es un reclamo que tiñe de libertad, igualdad y fraternidad sexual a todos los que se acercan. 

3 LA SAINTE CHAPELLE 

Es uno de los lugares mejor guardados de París. Recóndito y espectacular, sus paredes de vidrieras encandecen el ambiente en un  crisol de luces. Si no estuviera masificado también, probablemente sería el mejor lugar de París con diferencia. La que fuera capilla real privada de los reyes de Francia, en la soledad de su oración, en el silencio que sólo el Sena rompe en sus aguas, la Santa Capilla ha visto al cielo desplegar su divinidad iluminando mortales. 

2 MUSEO DEL ORSAY

La vieja estación de Orsay alberga una de las mejores colecciones de pintura de los siglos XIX y XX de mayor calidad. Obras como El Origen del Mundo de Courbet son de visita obligada. Este museo, aunque hay mucha gente haciendo cola, dentro no da la impresión de que haya tanta. Al no haber una obra de referencia, se dispersan mejor, obviando a Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Monet, Cézanne, Degas, Matisse o Gauguin. Donde se ponga la mujer de rostro impávido de 77x53 que se quite lo demás. El Orsay es uno de los mejores museos que tiene París, que todavía honra sus pinturas y el espacio, no da la sensación de ahogo que retumba en el encierro del Louvre.

1 SHAKESPEARE AND COMPANY (BARRIO LATINO)

Sí. Lo mejor de París es una librería. La Shakespeare and Company, al otro lado del Sena, justo enfrente de Notre Dame, es uno de los lugares más especiales, leales al arte y maravillosos de París. Operativa y con su finalidad original, este lugar sirve de foco anglófilo literario y referente de una lengua con una trayectoria extensa entre páginas. En su emplazamiento, esta librería ha visto dar lecturas a insignes escritores que no os voy a contar, para que busquéis sobre ella y descubráis. El gozo de pasear el barrio latino sólo se compara con los campos Elíseos hasta llegar al arco del Triunfo a temprana tarde. Son placeres que gustan y que vienen bien vivir. Un gato pasea entre estanterías. Es el regente del único reino que queda en Francia, el de la buena literatura. 

Cada cual tiene que descubrir el París que más le apasione. Procurad desvestir vuestras retinas de la imagen preconcebida que los medios han proyectado en vuestras mentes (en la mía también). Desdibujad vuestras inquietudes y sed críticos con lo que queréis sentir y ver. No dejéis que os apresen los (pésimos) gustos ajenos. Haced lo que sintáis. Ni la torre Eiffel es una maravilla del mundo, ni la Mona Lisa es el mejor cuadro, ni Notre Dame es lo que Disney nos contó. París es una ciudad preciosa que el dinero ha hecho estéril. Adiós Baudelaire, adiós.

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