Barcelona

12:58 Fran Ibáñez Gea 1 Comments





Barcelona es la novia de España. Llena de vida, su modernismo la envuelve en un aire romántico de libertad, de rebeldía, de señorío. Pasear por sus calles es una delicia. Desde el Tibidabo a la Barceloneta, sus cuatro puntos cardinales tienen un encanto especial que la coronan como una de las ciudades más queridas de España. 

Es una ciudad elegante, con un barrio gótico que sencillamente enamora. Persigue el futuro con una mirada atrás que hace destacar el pulso catalán: un pueblo noble, altruista y consciente de que su posición como puerta de Europa lo hacen muy cosmopolita y diverso. Barcelona acoge y recibe con amabilidad. Bajo la cuestión independentista, no se respira hostilidad. La publicidad de las televisiones y tertulias dibujan un retrato de desgarro que queda muy lejos de la realidad. El catalán, como lengua, es una exigencia cultural y soberana que ha de prevalecer. Enriquece al conjunto del país. La diferencia no se puede obviar ni se debe someter bajo una castellanización a la fuerza. Ni Sevilla es Castilla, ni lo es Mallorca, ni Ceuta, ni Bilbao ni Santiago. El centralismo administrativo no es excusa para sobreponerse a las distintas identidades que se asientan sobre la península. Cataluña ha de florecer por sí misma ¿Lazos amarillos? Muchos. Y banderas esteladas en todas partes. La ciudad manifiesta una lucha callada que la Generalitat ha (mal) promovido y en la que están estancados. Cierto es, que junto a toda esa manifestación independentista, las pintadas de lazos amarillos crea una sensación de suciedad. Son grafitis de escaso valor visual que perturban el paisajismo modernista de la ciudad condal. Lejos de juegos infantiles y actitudes párvulas en el Parlament por parte de unos y otros, la política no se sufre en las calles, afortunadamente. 

Es una ciudad que ha ido adaptándose y desarrollándose en episodios promovidos por la cultura o el deporte. La Exposición Internacional de 1929 o los Juegos Olímpicos de 1992 son dos eventos clave para el urbanismo de Barcelona. Sin lugar a dudas, ser sede de las olimpiadas determinó drásticamente la nueva ciudad que hoy se disfruta. Fueron unos juegos que brillaron y marcaron un antes y un después. Los juegos olímpicos de Barcelona 92 fueron los mejores de la historia. 

Uno de los lugares que más he disfrutado ha sido el barrio gótico. Callejear por el casco histórico de Barcelona me ha recordado a mi Albaycín. Tranquilidad e historia. Existe una sabiduría que embelesa al viandante y lo introduce en un trance de calma y sosiego muy necesario. Otro de los puntos de encuentro con mejores vistas fue la azotea del centenario hotel Majestic desde donde se puede contemplar la Sagrada Familia o Paseo de Gràcia con la Casa Batlló y la Pedrera iluminadas al atardecer. Pero si tuviera que elegir entre todos uno, ese sería Montjuic. Su majestuosidad aportan el sobresaliente que Barcelona necesitaba. El espectáculo piromusical junto con la fuente mágica acompañando para las fiestas de la Mercé hicieron que no cupiera un alma en la avenida de la reina María Cristina. La noche catalana llena de luz hacían honor a la verdad de esa ciudad. Como español me enorgullece que uno de los miembros de este país sea Cataluña, y como granaíno, tener una hermana como Barcelona. 


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