La aguja del pajar

9:20 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


 A veces nos sorprende el gusto de la lectura. Poder guarecernos en un momento de reposo, en un recodo de intimidad para pasear la vista entre páginas que se acompasan, en desliz de dedos en telar, a un galope que bulle por parsimonia. La maestría de darse tiempo y sentido. Y así, poco a poco blindar el refugio donde las interferencias son más escasas e ineficientes. Donde los mensajes dejan de ser exigidos al instante y las prisas perecen. Entonces se acude a la cita. Y se disfruta. 

Entre las fuentes de maná de letras siempre cabe huronear entre las librerías de segunda mano, donde quedan los despojos de las casas vacías, de los estantes de estudiantes que dejaron de serlo. A modo de jaulas, en régimen penitenciario se encuentran expósitos amontonados estos libros tan locuaces. Postreras enciclopedias lucidas, imberbes diccionarios y guías de viaje. Fuimos mapas en la carretera, tomos alfabéticos, la cuerdecita de la biblia que quedó fosilizada señalando el evangelio de Mateo. Y también hay libros de cocina, y crucigramas hechos, y cuentos infantiles con los bordes descuajaringados con algunas páginas garabateadas en trazos densos de cera azul. Así pues, hay de todo. De todo lo que nadie quiere. Vertederos de la oportunidad, por si nostálgicos en diógenes todavía adquirieran para museo doméstico aquellos libros en lote del barco de vapor. 

A las puertas del desánimo, siempre sobresalen, como las teclas negras de un piano, los clásicos: quijotes por doquier, la celestina en decenas de ediciones distintas o el Sí de Moratín. Algo más internacional: moby dick, el alquimista -de Cohelo-, el rey Lear. Encontrar la aguja en el pajar. Y todos ellos bien vestiditos en estanterías con etiquetas. Sin que nadie los sepa más. Porque las librerías de segunda mano corren el riesgo de ser un termómetro de la mediocridad de la ciudad donde se encuentran. Es un escaparate del intelecto común, de lo que familias en generaciones se han molestado en leer alguna vez, por riguroso imperativo escolar. Ahí yacen, englotonando descarados el lugar de algún esperanzador lector que en merecida epopeya sesta la batalla por devolverle dignidad a tantos refugiados. Jamás una sociedad culta podría permitir, ni por equivocación, un aparcamiento de libros con tan mal gusto como la nuestra. Y sin embargo, todavía se puede comprar Bodas de Sangre por dos euros. 

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El Guadix de Emmanuel Bibesco

20:11 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


En nuestra guía de visitantes ilustres, el siglo XX en Guadix se estrena con Emmanuel Bibesco (1877-1917). Encontré entre las colecciones del parisino Musee d'Orsay fotografías personales que Bibesco hizo en su gira por Andalucía. Entre ellas cabe destacar las relacionadas con nuestra ciudad fechadas en 1901. El Guadix que encuentra Bibesco es el de las reformas urbanísticas realizadas a finales del siglo XIX, entre las que se encuentran el ensanche de la plaza de la catedral, con la demolición y expropiación de las casas que ocupaban dicho lugar; o la creación de la calle nueva (actual Mira de Amescua) que conectaba el centro con la carretera de Almería. Así como el avance de permitir llegar a la ciudad por medio del ferrocarril, lo que facilitó y dotó de comodidad el acercamiento a la hoya. 

Aquel no era un Guadix cualquiera, pues aún vivían y pasaban por sus calles personajes de un inolvidable talante que legaron su recuerdo entre el sabor y saber popular. Entre ellos destaca un ya mayor D. José Requena Espinar, fundador de El Accitano y gran pensador, republicano y comprometido con las causas sociales; un joven padre Pedro Poveda, a las puertas de empezar tan encomiable labor educativa en las cuevas; e incluso la Señá Frasquita (cuya foto-retrato con el resto de empleados de la Confitería tomada por Chavarino es de 1901 también). 

Sobre las imágenes que este visitante, hermano de un príncipe rumano y amigo de Proust, nos dejó en su gira por la región, podemos apreciarlo sentado con bombín y brazos entrecruzados, a su espalda la ermita de San Sebastián, a orillas del río; despidiendo a algunos amigos en diligencia en la plaza de la estación de ferrocarriles; y las tomadas desde la misma por los caminos cercanos (panorámica de Purullena, hasta llegar al entorno de la venta del Molinillo). Cabe destacar la vivacidad y la espontaneidad de las imágenes que tomó, haciendo del instante un compañero más, sin alarde de poses profundas o encorsetadas. Y sin embargo, la modernidad aún se subía en mula. 




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El Guadix de Edouard Morerod

12:24 Fran Ibáñez Gea 0 Comments



Edouard Morerod (Aigle, 1879- Lausanne,1919) fue un pintor suizo que captó en sus viajes la luz y paisajes de Europa y el Mediterráneo. Entre sus lugares más destacados se encuentra Guadix, en la que tomó bocetos e hizo varias pinturas de la ciudad en su estancia de marzo a septiembre de 1909. Aunque cuenta con una producción artística extensa, no ha sido hasta muy recientemente cuando el divulgador Antonio Cuerva lo ha vuelto a sacar del olvido para traerlo hasta este otro siglo y rescatar con ello un Guadix de principios del XX con el color y la brillantez de entonces. Así pues, el gran testamentario de su paso por la ciudad ha sido el periódico local El Accitano, quien dio cobertura e hizo gala de amistad de todo lo relacionado con el pintor durante su visita. 

El 27 de marzo de 1909, El Accitano publicaba una nota de prensa bajo el título de "Pintores Notables": Han visitado nuestra redacción Mr Edouard Morerod y Mr Marcel Fouriner procedentes de París, que se proponen permanecer en esta población larga temporada, sacando apuntes de lo más pintoresco y notable de ella y de los alrededores. Sean bienvenidos y les deseamos gran éxito en su artista empresa. Queda por tanto en aviso la población y sirva este llamamiento como patente de corso para que puedan circular con libertad de artista por las calles de Guadix. 

De igual forma, El Accitano, recoge unos días más tarde, 8 de abril, la intención de estos pintores de acercarse al marquesado y continuar con sus labores artísticas: Los pintores Mr, Edouard Morerod y Mr Marced Faurnier (cada vez lo escriben de una forma diferente) están haciendo preciosos cuadros reproduciendo tipos y paisajes y se proponen hacer una excursión por el Marquesado del Zenete para copiar algo de sus costumbres. El 12 de junio, El Accitano, seguía siendo corresponsal de las novedades y movimientos de los artistas. A título de "Buen viaje" se decía: Ha salido para Almería, donde pasará un mes relacionado con los asuntos de su profesión nuestro estimado amigo el joven y distinguido pintor francés Mr, Edouard Morerod, quien pasado ese lapso, regresará a esta población para proseguir aquí sus estudios. 

El 19 de junio, el periódico describe una entrevista entre el francés y una gitana, María de la Salud. El artista servía de interpelante y la mujer, natural de un pueblo cercano a Córdoba, le contaba cómo eran los entierros de alegres en su tierra. Los frutos ya iban saliendo en el estudio de Mr Morerod, en tanto que el 3 de julio, se anotaba bajo el título de "Obra de arte": Hemos tenido gratísima ocasión de ver y admirar el magnífico retrato de cuerpo entero y tamaño natural de nuestro estimado compañero Jose Mª Ortíz García y con destino a la próxima exposición de París ha hecho al óleo el joven e insigne pintor francés Mr Edouard Morerod, con tal habilidad y consumada maestría que no parece sino que se ha trasladado al lienzo el espíritu viviente, digámoslo así, del modelo, que parece palpitar en la superficie del cuadro. Firma la nota Manuel Solsona Soler, quien incluso le dedica el poema "Flores y perfumes" del 21 de agosto.  

El 4 de septiembre termina esta visita: Después de larga, laboriosa y brillante campaña en nuestra hermosa y pintoresca ciudad, ha salido para París nuestro estimado amigo el distinguido pintor francés Mr Edouard Morerod, a quien deseamos feliz viaje. Entre sus obras sobre Guadix destacan las escenas de la feria de ganado, algunas plazas (de la catedral y su paseo, de Santiago, San Miguel) y sobre todo las Cuevas y sus habitantes. La mayoría de fotos mostradas en esta publicación pertenecen al archivo de Antonio Cuerva, a cuya investigación le debemos la subsanación de este agravio acometido por olvido de la ciudad de Guadix hacia este pintor, monsieur Edouard Morerod, que llevó a la musa y duende guadijeños consigo a todas las exposiciones y círculos artísticos en los que participó. Un embajador de los pinceles que abrió una ventana a perpetuidad entre el público europeo y la hoya accitana. 


Expositions personnelles
1901 Salle de la Grenette, Lausanne
1910 Paris, Galerie des Artistes Modernes
1910 Chaîne et Simonson
1910 Vienne, Galerie Arnot
1910 Paris, Foyer du Théâtre Antoine
1911 Madrid, Salon Hispania

1912  Paris, Galerie des Artistes Modernes
1913 Genève, Musée Rath
1910 Londres, H
amilton Place, Mme Meyer Sassoon
1915 Lausanne, Galerie Bernheim-Jeune
1917 Neuchâtel, Galerie de la Rose d’Or
1918 Genève, Galerie Moos
1919 Uruguay, Montevideo 

Après le décès de l’artiste
1921 Genève, Galerie Moos
1910 Lausanne, Musée Arlaud
1931 Lausanne, Galerie de Bourg 15
1934 Lausanne, Salle Grand, Galeries St-François
1978 Pully, EXPUL, Maison Pulliérane
1990-91 Lausanne, Galerie Vallotton
2017 Pully, Musée d’art de Pully
2019 Aigle, Espace Graffenried
2021 Ropraz, (Vaud-Suisse) Fondation L’Estrée

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Aquella mañana

9:40 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


 Aquella callada mañana, enmudecida quedó Granada tras el tiro a Federico. Qué madrugada tan corta y qué día tan largo embestía. Como un relámpago que atizara la negrura, el sol de pronto, aprisa por primera vez, baleó su luz sobre la ciudad deslomando a las alimañas que aún estaban con el fusil y el cigarro regocijándose de haber matado al poeta. Sus rostros cicatrizados por la barbarie no debieron ser nunca los mismos. Se ha escrito mucho sobre aquel verano de la guerra. Buen ejemplo de ello es la recopilación de correspondencia de los Rodríguez-Acosta que Manuel Titos ofrece en su Verano del 36 en Granada. Y más aún sobre las últimas horas y la milimetrada meticulosidad del finamiento de Lorca. Ante esto, ya está Gibson para beber de la barra libre que se ha formado del chiringuito del asesinato. 

Pero poco se ha dicho sobre el día posterior. Si el sol pudo levantarse aquella mañana, no tuvo fuerza para brillar un verano. Pues la propia gente, en su ruin mezquindad, alfombró de sombras las calles y plazas, siendo decoro del cainismo que se había orquestado. De esto da buena fe Agustín Penón, el hombre que se presentó en Granada en pleno franquismo para poder hacer de corresponsal del mundo e ir a aquel agujero infecto y cínico que supuraba como el cadáver de Federico. A los que no se habían ido de la ciudad ni habían muerto, a ellos se acercó tirando del hilo de la amistad reverencial que el alzamiento y la represión no habían destruido sobre el cerco de conocidos, convivientes y allegados que tropezaron o intercambiaron palabras con Federiquito. Desde luego ese pulmón de recuerdos yacía en Fuentevaqueros, donde aún había vivas manos que lo sostuvieron en la niñez y compartieron el eco mutuo de sus carcajadas. 

Emilia Llanos fue de las primeras en conocer la noticia en Granada. Un amigo llegó a casa para avisarle de que las "Escuadras Negras" lo habían apresado y matado de madrugada. Como una paloma voló de seguida al carmen de Falla, según le había prometido a doña Vicenta Lorca. En su puerta, en la Plaza Nueva, se encontró con González Mendez y Pérez Roda, recién alistados en los "Españoles Patriotas" y hacían guardia en la puerta de la Chancillería. Ellos mismos también le confirmaron el suceso, y rota de dolor una vez más se fue directa por la cuesta Gomérez, a casa del compositor, con la esperanza deshojada de pensar que aún se podría hacer algo por salvar a Federico, que todo era una broma pesada más en aquel aire desmoralizador. Como el tercer cantar del gallo, de camino vio a Gallego Burín que volvió a confirmarle la noticia. Éste le advirtió de que no subiera a ver a Falla y no lo comprometiera ("No vayas. No lo metamos en esto")

Por su parte, el popular y enjuto músico se presentó en Gobernación exigiendo tener noticias de Federico y saber su paradero. Allí le dijeron que como volviera a preguntar por él o se pasara por allí tendría graves problemas. Don Manuel de Falla entristecido y acongojado por siempre se autoconfinó en su carmen de la Alta Antequeruela y al término de la guerra, una vez ganaron las tropas franquistas, se exilió a Argentina donde murió. Quienes también sufrieron la condena fueron los Rosales, la familia que había tenido al poeta en su casa para protegerlo de los asaltos. Una cuantiosa multa cayó sobre ellos, y peor aún el escarnio público al que serían sometidos por la sociedad granadina. Juan Luis Trescastro fue uno de tantos de los que intentaron ponerse los galones de haber matado al poeta. No fue el caso, pero sí que después de haber acometido los fusilamientos aquella madrugada fueron al Café Fútbol de la Plaza Mariana Pineda a celebrarlo. Recién salpicada la sangre de Federico sobre la tierra, enfriándose dentro de sí. 

¿Y los García Lorca? En Granada quedaban su hermana Conchita, viuda ya de Fernández Montesinos, y sus padres. Éstos últimos dejaron la Huerta de San Vicente para irse con su hija y los nietos a la calle San Antón y acompañarlos en el duelo. Aquella mañana se presentó alguien en la casa con una nota. Según dice Paco el chófer, que había llegado instantes antes para atender a la familia y llevarle prensa y tabaco, Don Federico estaba jugando a las cartas un solitario y Doña Vicenta abrió la puerta. El extraño traía una nota que le acercó a su marido. El papel decía "Papá, entrega al dador dos mil pesetas". El padre mandó dárselas creyendo que habían refugiado a Federico y mandado al otro lado del frente para que estuviera a salvo. Los padres quedaron consolados. Lejos de eso, Paco el chófer sabía que aquello era un mal presagio. El extraño de la puerta era conocido como El Panaero, el más sanguinario miembro de las Escuadras Negras: "al verlo se me encogió el corazón". Así lo anotó Penón: 

-          Hola Paco -le dijo el Panaero. El chófer asustado le contestó en voz baja, y en ese momento salió doña Vicenta con los billetes en la mano y al verlos hablar se le iluminó la cara y les preguntó:

-          ¿Es que conocen ustedes a Paco?

-          Sí que le conozco… -contestó El Panaero 

 -       ¡Qué bien! -dijo doña Vicenta-. Así si mi hijo necesitara algo más ya no tienen ni que molestarse en venir hasta aquí. Como Paco está siempre en la calle, le dan el recado y él nos lo dirá.

Hasta pasado un mes, Vicenta no supo del final de su hijo. Su hermana Isabel insistía en no creer la muerte, que Federico estaba vivo. A finales del verano fueron confirmándose las sospechas de aquel secreto a voces. Así fueron enterándose poco a poco sus amigos, Rafael Alberti y María Teresa León, Margarita Xirgu, Pura Ucelay, Carlos Morla, Lolita Membrives, Rafaelito de León y su Juanito Ramírez de Lucas. Una torre de naipes deshecha en un suspiro. 

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Los machirulos del 27

21:38 Fran Ibáñez Gea 1 Comments


 Me encontraba en una librería de Málaga, huroneando entre estanterías, al encuentro de algún ejemplar cautivante y distraído que pudiera llevarme a casa. En este sigilo de placer aparecieron tres chicas cual elefantes en cacharrería. Tendrían la veintena. En edad de universidad al menos. Capitaneaba la tríada la más habladora mientras el resto asentía obediente. "De literatura clásica sólo me he leído Jane Eyre y Jane Austen." Asoló ante la apabullante escalinata de libros con nombres celebérrimos entre todos los siglos habidos. Entiendo que leyera Jane Eyre, pues fue desde luego una de las grandes contribuciones que Charlote Bronte hizo. Reconozcamos que las versiones llevadas al cine han sido también un aliciente a conectar al público general con la obra de las hermanas. Bien está el que el Canon literario haya reparado la infamia del silencio que las sentenció durante media docena de generaciones. Desde la muerte de éstas (Charlotte de hecho fue la última, en 1855) hasta hace unas décadas que ninguna antología ha tenido la decencia de dedicar las páginas merecidas a la trayectoria e influencia que tuvieron. Ni Cambridge, ni Evans, ni Oxford, ni Legouis & Cazamian. Ni puto caso. Y la Norton, que con el siglo XXI arreciado nombra a Emily Bronte y mucho es. En definitiva: una vergüenza. 

Contento estaba de que Jane Eyre, por tanto, haya sido una predilecta en su escueto registro de lecturas. De seguidas abrió el melón con "Jane Austen", que no es moco de pavo. Orgullo y prejuicio; Sentido y sensibilidad; Persuasión; la Abadía Northanger; Mansfield Park; Emma... si la chica se leyó a "Jane Austen" es de armas tomar. Entiendo entonces el "sólo", que no es poco. Las perdí de vista durante un par de minutos. Entonces volví a escuchar a esta capitana de la tropa asestar el primer balazo: "anda, la generación del 27. Estos son todos machirulos. Yo prefiero las sinsombrero". Ojeriza. La palabra es ojeriza. Nada más. En ese arrebato entendí el pronóstico: existe un estigma del odio que se acomete o no dependiendo de lo que esconda la bragueta. Es evidente el ostracismo al que han sido sometidas vilmente las mujeres durante siglos, negándolas de sus cualidades artísticas o literarias, científicas incluso. Y estamos en una era de reparación y concordia. De redescubrir y destapar. De asentar y reivindicar, que si alguna vez aquello fue un grave error para la cultura y la humanidad, es tiempo este de redimirse y construir juntos un hogar común menos hostil y fraudulento. 

Resonaba en el eco todavía, como un viento corrido por la argucia entre los libros, aquello de machirulos. La punta de lanza de aquel corrillo de poetas era Lorca. Y decir de Federico tamaño epíteto, era no saber absolutamente nada, ni de literatura, ni del mundo, ni de la vida. Cuando fue el teatro lorquiano el escenario donde el papel femenino se acogió a la verdadera libertad; donde las amas y criadas tuvieron la fuerza de una torrentera para hacer brotar su voz y su anhelo. ¿Con qué pavoneo desfilaban las manolas de la calle Elvira camino de la Alhambra? que nadie echó cuentas de las horas a las que regresaban ¿Con qué arrojo se asomaba a la reja Adelita? Con el mismo que partió el bastón de mando de su madre Bernarda ¿con qué descaro la Zapaterita se rebelaba o Marianita se resistía? "En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida". Dudo mucho que Vicente Aleixandre tuviera algo de machirulo; o Rafael Alberti, que destinó el dinero conseguido (10 millones de pesetas de entonces) cuando le dieron el Premio Cervantes en 1983 para que a su mujer, la sinsombrero María Teresa León, ingresada en una clínica con avanzado alzheimer, no le faltara jamás de nada. 

Las tres chicas no tardaron en irse. Allí no tenían nada que hacer. Habían desautorizado sin aspavientos la integridad de la mayoría de escritores. Y en ese preciso instante vuelvo a las Bronte, quien desde la atalaya del rudo páramo, embargadas en la soledad de la nada, escriben en un tiempo en el que naturalmente las mujeres escribían, pero las que lo hacían no se atrevían a tratar la moralidad y ponerla patas arriba. Ganaron prestigio, murieron jóvenes y Hollywood las tiene en un altar. Dicen que Charlotte envenenó a las otras dos. De algún modo eso hacía la joven que "sólo leyó Jane Eyre". Se veía venir. Toda una declaración de intenciones. 

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El Guadix de Sir John Carr

10:47 Fran Ibáñez Gea 0 Comments

Nuestro distinguido visitante, Sir John Carr, era experto, por su sencillez y ligereza, en relatar sus experiencias e impresiones en los libros de viaje. Esta afición lo llevó hasta España sobre la que publicó las anécdotas y vivencias de su paso por aquí en su libro “Descriptive travels in the southern and Eastern parts of Spain and the Balearic Island in the year 1809”. Tal momento no fue el más ventajoso para estar inmerso en el territorio español, dado que llevábamos un año con la guerra de independencia. Este hecho parece no ser de gran relevancia para Sir John Carr, cuya atención es absorbida por el relampagueante paisaje de cárcavas y barrancos que encierra a Guadix: “La presencia de cultivos anunciaba nuestra aproximación a la antigua ciudad de Guadix, a la que entramos a primera hora de la tarde, después de haber estado cabalgando durante tres leguas. Llegamos a tiempo de ver la Catedral esa misma tarde. Es muy bonita y desde la explanada las vistas son magníficas.”

Con explanada es posible que se refiera al paseo de la Catedral, ya que desde la barbacana existían unas vistas que llegaban a cubrir de un lado a otro la vega. Como aportación más particular la mención que hace a la Plaza de los Corregidores de entonces (“La Plaza Mayor es árabe y se parece a la de Granada”). La plaza de las Palomas y la plaza de Bib-rambla son necesariamente distintas por el proceso de urbanización al que han estado expuestas. Bien es cierto que ambas parten de dos puntos en común: el origen del trazado espacioso y rectangular en la mención musulmana; y las fuentes que albergaban (Bib-rambla aún la mantiene, mientras que la histórica accitana fuente de ‘La Mona` seguía existiendo para cuando nos visitó).

A la hora de la cena entraron en nuestra posada dos carruajes, de los que descendieron tres caballeros con pistolas, trabucos y sables en las manos, casi como para tomar la ciudad. Mientras que estábamos cenando, uno de ellos que había escuchado que éramos ingleses, entró en nuestra habitación y nos dijo que era un cura y que había ofrecido importantes servicios a los patriotas, que al final fueron descubiertos y que José Bonaparte había enviado una carta de su propia mano a un oficial para que inmediatamente fuese prendido y fusilado. Nos dijo que esta carta había sido interceptada y que le habían llegado noticias del peligro que corría y que acababa de escapar con gran dificultad.

El bandolerismo cobrará mucha fuerza durante esta época. Será de los pocos recursos que la población civil tenga para defenderse de las tropas napoleónicas. Algunos nombres como Manuela Malasaña, Agustina de Aragón, Daoiz y Velarde o el General Castaños pasaron a la eternidad por su gesta patriótica nacional. Pero ante todo, será recordada aquella etapa por los lienzos de Goya del levantamiento y los fusilamientos de mayo. De esta época podemos citar dos leyendas locales muy conocidas hoy día: el ‘milagro’ del Nazareno cuando la madre abadesa le colocó las llaves para proteger el convento de Santiago y así impedir que los invasores entraran; y las hazañas del Carbonero Alcalde en la villa de La Peza, narradas por Pedro Antonio de Alarcón. Sin lugar a dudas, la trascendencia de este episodio aguarda en reforzar la ya presencia de algunos apellidos de ascendencia gala (Barquier, Barthes, Balinot, Capel) y en los restos de soldados napoleónicos que queden en los pozos de las viejas casas accitanas. 

Despertó el siglo XIX de una forma convulsa, de la cual no quedó ajeno Sir John Carr, quien conoció en Cádiz a Lord Byron y se sentía protegido por la presencia de tropas inglesas en la región. En su relato podemos ver cómo Guadix no quedó marginado de participar en la historia, y cómo se sobrepuso a las adversidades, imponiéndose ante las dificultades y aunando fuerzas hasta la extenuación.


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El Guadix de Jerónimo Münzer

9:30 Fran Ibáñez Gea 1 Comments

 


Aún no había mudado la piel el Wadi Ash de ocho siglos que la reconquista desmembró. En la transición entre dioses que en España se fermentó allá por 1492, un cartógrafo austro-alemán (humanista, médico y geógrafo) atendió a participar de los hitos que la historia celebraba en la península, haciendo un viaje a través de ella y llegando, naturalmente, a la recién nombrada y cristianizada Guadix (Gwadiis). Tras haber cruzado el levante y habiendo recorrido Barcelona y Valencia, nuestro germano huésped alcanza Almería, ciudad de la que parte al alba del 20 de octubre de 1494. En el camino descansa en Fiñana, cuyo alcaide, natural de Vizcaya, lo agasaja con preciados víveres y muestras de exóticas piezas: "un hermoso avestruz, con abundante plumaje de color grisáceo, y un osezno blancuzco, con el cual puso a jugar a unos perros de raza hispana, muy grandes, para divertirnos".  Se le pidió aguardar dos días más en la villa para organizar una cacería de jabalíes cerca del castillo. Una experiencia que nuestro viajero amigo declinó. 

"La ciudad de Guadix se recuesta sobre una bella planicie, y más allá el alcázar real, que está bellamente situado en un monte unido a la llanura. Creo que es en su perímetro como la ciudad de Nördlingen, en Suabia. Expulsados de ella los sarracenos, la habitan únicamente los cristianos. Toman arraigo en ella dos monasterios bastante hermosos de la Orden de San Francisco y de los Predicadores (Dominicos)." Ante esta crónica avistamos con facilidad el paisaje retratado por Münzer: en el vacío de un cráter se alza la alcazaba y sus reales alcázares, una ciudad de murallas y torreones dentadas, con puertas zigzagueando, bullicio y banderolas al aire. Extramuros, y bajo disposición de los nuevos dueños, los reyes católicos, la fundación de dos conventos, cuya hermosura recaería en el legado recibido por los esmerados antecesores. Podemos pensar pues, que si vino de Fiñana, accedió por el arco de la imagen, y su primera toma de contacto fue el arrabal morisco de Santa Ana. 

"Es su mezquita bastante bella, y hexagonal. Tiene setenta columnas libres, y en el centro un bello jardín cubierto, en medio del cual hay una fuente viva para sus acostumbradas abluciones. Ahora está dedicada a la bienaventurada Virgen María". Podemos suponer el vergel y la majestuosidad que supondría esta santa edificación para el alma de los wadihíes, orgullosos de albergar ciudadela palatina,  con suntuosos jardines del mismo empeño y armonía que el Generalife granadino. Una acequia madre que como cascada inundaba de riego en correntía y vitalidad cada rincón, enverdeciendo sobre lo estéril de la planicie y peinando la aridez con riachuelos de fertilidad. A la virgen nombraron Señora, y desde entonces ha custodiado ella misma aquel lugar enaltecido en la luz de Alá con oraciones a Cristo. El obispo y los canónigos perciben las rentas de la antigua mezquita*. Al año siguiente llegaría Fray García de Quixada, primero de los obispos de la reconquista en relevar a San Torcuato, por poderes habidos en el cardenal Mendoza. 

Avistó sierra nevada y su blancura, como escarpados son los barrancos que nos encierran, y pobladas las aldeas vecinas de sarracenos expulsados de la ciudad. Un crisol de moros cautivos y cristianos cántabros en un lugar que tenía más de África que de Europa. Siguió su camino, llegando a los baños termales de Graena y haciendo noche en el castillo de La Peza (la Pessa) y así continuar hasta Granada. Un día, el 21 de octubre de 1494, quedará para la posteridad por haberse teñido de color, leal testigo y notario de aquella joven España recién nacida y unida, cuya impresión hoy sobrevuela, con la ligereza de una pluma en el aire, el tiempo. Ataviado al caballo, como Geoffrey Chaucer en sus cuentos de Canterbury, lo medieval y lo actual se dan la mano. 


*"En virtud de la potestad que el Gran Cardenal tenía por Bula de Inocencio VIII, despachada en Roma a 4 de agosto de 1486, expidió su Eminencia, en la Alhambra de Granada, el día 21 de mayo de 1492, su Bula erigiendo en catedral la Iglesia de Guadix (...) La erigió en la Iglesia Mayor, dedicada a la Encarnación de María santísima, sita en la Mezquita Mayor que  había sido de los moros (...) Por la misma Bula de erección aplicó el Gran cardenal a la fábrica de la santa Iglesia de Guadix todas las posesiones, censos y rentas que tuvo la Mezquita mayor". Asenjo Sedano, C (1990) Episcopologio de la Iglesia Accitana. IEPS. 

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El Guadix de James A. Michener

8:58 Fran Ibáñez Gea 0 Comments




Una vez que España vuelve a abrir sus puertas tras la autárquica posguerra, los americanos empiezan a  pulular por este Edén que tanto esplendor e idilio ofrece al Spaguetti Western. Pero no sólo es el foco del camarógrafo lo que les interesa, sino también redescubrir un país tan cercano a sus costumbres y tan intrínseco de su historia. Es el caso de James A. Michener, que después de haber sido combatiente en la segunda guerra mundial, se forjó un legado literario muy prolífero que, combinado con sus viajes alrededor del globo, darían pie a encontrar contenido para su obra, en este caso: Iberia (1968). Su presencia en España y Portugal durante la década de 1960 lo acercó a conocer la península ibérica, sus tradiciones y costumbres además de las aspiraciones, temores y realidades de aquellas personas que regentaban un país desértico en el que había más oasis que arena. 

Después de haberse alojado en el parador de San Francisco, y habiendo visitado la Alhambra y el carmen de la casa de Manuel de Falla, su siguiente destino fue "el famoso pueblo" de Guadix(1). Si bien la arquitectura troglodita de cuevas era un reclamo ambicioso para los turistas que llegaban a esta parte del mundo, y normalmente estando informados de este espectacular paisaje, el asombro que les despertaba al contemplarla era mayúsculo. No cabía descripción posible para sostener en palabras el marciano horizonte que bordeaba Guadix y sus tierras: 

Situadas en un paisaje lunar de colinas desoladas y pináculos rocosos, las casas de Guadix están excavadas en las laderas de las colinas, y cuando las chimeneas se canalizan a través de la roca sólida para que se puedan encender fuegos, son bastante cómodas. Este estilo de arquitectura ha sido adoptado en muchos países diferentes, sobre todo en el centro de Turquía, pero en Guadix hay una diferencia, porque las entradas a las cuevas han sido bellamente revocadas y decoradas con azulejos rojos, de modo que parecen las entradas a iglesias o villas de cierta importancia.(2

Pero más allá del atractivo paisajístico y la vibrante impresión que naciera en el americano encontrarse en un lugar tan llamativo como este, la razón de este viaje no fueron sus cuevas, sino la relación que la ciudad tenía con Pedro Antonio de Alarcón y El Sombrero de Tres Picos(3). En 1919 Falla estrenaría en ballet su "sombrero", y esta coincidencia era un valor añadido a la visita. Michener amaba esa composición, y justo después de haber pasado por la casa del compositor, no estaría demás poder pisar el lugar en el que el ilustre literato se inspiró para dar voz a la molinera y al corregidor. Casi cien años habían pasado desde que Alarcón escribiera sobre el tricornio, y aún llamaba la atención y avivaba el interés del público como queda comprobado con estas anotaciones. No fue aquella una buena época para la ciudad. El éxodo rural y las anteriores emigraciones a Alemania o Barcelona estaban denotando la escasez que se vivía aquí. En cambio, hablando con un accitano sobre esta situación, se podría decir que en medio de aquel panorama, Guadix era metrópolis(4), contando con autobuses y cine: "no hay dinero, pero al menos queda espíritu", confesaba este vecino sobre la privación de aquellos años. A fuerza de intromisión, estas palabras dan color a una España en blanco y negro, que por medio de las fotografías tomadas por su compañero Robert Vavra y aparecidas en su Iberia, contemplamos la grandeza presente en la adversidad de quienes en la humildad de su contorno no les evita rodearse de un halo de majestad. 


(1) Before long I was surprised to come upon the famous village of Guadix, for I had supposed that if lay farther south. 

(2) Set in a lunar landscape of bleak hills and rocky pinnacles the houses of Guadix are dug into the faces of the hills, and when chimneys are piped up through the solid rock so that fires can be lit, are quite comfortable. This style of architecture has been adopted in many different countries, most notably in central Turkey, but at Guadix there is a difference, because the doorways into the caves have been handsomely plastered and decorated with red tiles, so that they look like the entrances to churches or villas of some importance. 

(3)The reason I wanted to see Guadix had nothing to do with its architecture, handsome through that was. This was the pueblo in which Alarcón had located his short novel El sombrero de tres picos, and as I looked at the miserable economic level at which the villagers lived, I could hear the music which Falla had composed for this work and I could visualize the four leading actors in the rustic comedy, 

(4)Have you ever seen a trye back-of-the-mountain Andalusian village? I've seen Guadix. He laughed. 'That's a metropolis. They have buses and a cinema. They have no money but they do have spirit. No, I mean the really forlorn Andalucía. You haven't seen it and you can't know. 



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El Guadix de Walter Starkie

18:00 Fran Ibáñez Gea 1 Comments

 El irlandés Walter Starkie, en los albores de la Europa entreguerras, se dispuso a camuflar sus atuendos de profesor del Trinity College y adentrarse en las aventuras que en este lado del Mediterráneo le depararían. Armado con su violín, a veces extinto de alguna cuerda, y los conocimientos de haber leído a viajeros anteriores, Starkie no podía perderse el exotismo presente en Granada, en sus cuevas del Sacro Monte y en la Alhambra. Naturalmente, allí fue recomendado, y entre estos apuntadores se encontraba Manuel de Falla, para visitar Guadix y su entorno, que en aquellos años veinte aún rezumaba el aire de un siglo anterior. 

Habiendo pernoctado en su travesía desde la capital en la precaria venta del Molinillo, se adentró en tierras de Guadix por Diezma, Darro y Purullena, llegando al anochecer a una posada accitana digna de mencionar la atención y recibimiento que tuvo*. Desde luego sólo faltan piratas a sus andanzas, o enjaretados bandoleros, en este plano de picaresca, que no se hallaba en los libros sino en la vida real, propia del siglo de oro español. "El principal interés de mi visita a Guadix era ver las cuevas de los gitanos en la Cañada de los gitanos" cosa que hizo, no sin antes llevando un enlapado escudero gitano, Quitolí, que lo guiaba por las calles y se beneficiaba del irlandés a costa de numerosos vinos por su labor**. Sin embargo, fue gracias a él por lo que llegó a las cañadas de las cuevas, cuya descripción sobre el lugar se asimilaba al encuentro de una civilización perdida: 

A través de varias calles llegamos a un conjunto de covachas que parecía una conejera. Por la noche las cúspides de las montañas con cavernas como colmenas en su falda hasta el ápice, producen un efecto fantástico, parecen volcanes en erupción interna que lanzan entre su lava infinidad de fulgores. Se dice que la mitad de los habitantes de la ciudad viven en aquellas viviendas subterráneas. Muchas de ellas son más lujosas que las de Sacro Monte, porque tienen ventanas y puertas de ladrillo. Nosotros, sin embargo, pasamos de largo por estas suntuosas cuevas y subimos a otras más distantes que son tan primitivas como las de los Pieles Rojas. 

Magnífica incursión por las cárcavas trogloditas, caóticas, enjambradas y laberínticas. Y no sólo recae en su fisonomía el atractivo. Un palpitante magnetismo invocado abducía al forastero a sumergirse en su entorno: un gitano batía el metal en el yunque cantando un martinete mientras trabajaba. En un pronto, Quitolí lo llevó al funeral por un niño, cuyo velatorio arrancado por jaleos, se llenaba de soles y oles en una fiesta de madrugada. La perplejidad del irlandés no tenía parangón***. Aquí la muerte era una brecha ausente que congregaba a familiares, amigos y vecinos para despedir al mortal infeliz hacia la divina legítima gloria. Allí conoció a Juan Bermúdez Heredia, alcalde de los gitanos, juez y mediador entre las autoridades payas. Una solemne institución respetada por la comunidad. También a la Serafina, la Coroca y la Triné, embajadoras de erotismo y suntuosidad, maestras del zorongo, zarandeo, tanyana y manguindoy, cuyo arte era el éxito de su subsistencia. 

Ajeno a este espacio místico y tenebroso como pudieran ser las cuevas profundas de Guadix hace ahora cien años, Starkie también tomó contacto con la ciudad y sus tertulias en el café principal, populosas y coloridas****. Nada que ver con la experiencia sensorial que le despertaron los gitanos de la cañada en aquel lugar ilícito, primitivo y legendario. La ruta de las cuevas calés se convirtió para este violinista irlandés en un fósforo encendido en la noche de su memoria, cuyas impresiones no podrían haberse titulado de otra manera como así fueron: Don Gitano. 


Fotografía de portada: El Velatorio de López Mezquita (1910) Museo de Bellas Artes de Granada. 
Resto de fotografías: Guadix en la década de 1920. Obtenidas de la Fototeca virtual de Guadix, cortesía de Antonio Cuerva Hernández.

Sobre la traducción que en 1944 hace su amigo Antonio Espina: Don Gitano. Aventuras de un irlandés con su violín en Marruecos, Andalucía y en la Mancha. 

*Al llegar a Guadix me hospedé en una humilde posada de jornaleros donde la cama costaba 1,50 pesetas. Para comer me dieron cabrito y tomate, rociado con excelente vino tinto, que sólo costaba a diez céntimos el jarro. La posadera, una mujerona gorda, insistió en que probase otro delicado plato favorito de los andaluces: perdiz sin güeso. Yo esperaba un ave, pero lo que vi en mi plato fue una patata sin pelar. El plato es sencillo; se toma una patata asada, se le unta de ajo añadiéndole sal y pimienta y se obtiene una perdiz sin güeso; comida digna de un pobre músico ambulante, y práctica porque sólo cuesta diez céntimos. 

** Mi primer encuentro fue Quitolí, un hombre achaparrado, bizco, feísimo, con una capacidad ilimitada para la bebida. No le elegí por gusto, pero una vez que nos conocimos no hubo manera de quitármelo de encima. (...) Su cooperación me trae inevitables altercados. Él bebe por tres, yo por uno.

*** El aire pesaba con los olores de sudor, cera derretida y el aroma de las flores. Yo quedé petrificado contemplando aquella patética serie estatuaria de rostros inconscientes en medio de toda aquella grotesca orgía de saltos, piruetas y danzas. Un hombre, empujándome, entró en la cueva, sacó un frasco de aguardiente que llevaba escondido, bebió un trago y después, acercándose al cadáver del pequeñuelo, le roció la cara. Brillaba el líquido al escurrir por las pintadas mejillas.  

****En el Café Pasajes, las tertulias de ambos bandos se colocaban en sitios opuestos y yo como extranjero me colocaba allí donde los ángeles querían llevarme (...) Al principio no advertí la tensión existente entre los dos partidos, pero en cuanto el vino se subía a la cabeza, según pude advertir, las lenguas se desataban y un combate de invectivas se cruzaba entre ellos. 

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El Guadix de Merrill Mclane

9:09 Fran Ibáñez Gea 0 Comments

A Merrill Mclaren, inmerso en unos estudios de antropología por The American University,  le sugirieron un proyecto desafiante que consistía en averiguar el motivo por el cual la etnia gitana, en sus quinientos años de presencia en España, no se había integrado -asimilado culturalmente- a la sociedad como otras minorías (judíos y moros)*. La pista del lugar donde hallar la respuesta la ofrece una reseña, cuarenta años antes escrita por el irlandés Walter Starkie, quien en su obra Don Gitano (1936) apunta que no podría ser otro este enclave que Guadix, cuyo barrio de cuevas, a modo de gueto, albergaba aún con absoluto esplendor la vitalidad de esta comunidad. 

Bajo esta misión en el brazo, Merrill llegó a la ciudad en la década de 1970. Se alojó en el Hotel Comercio, tomando tantas notas de la impresión que le causó este lugar que le ocupó el primer capítulo de su libro East from Granada (Al este de Granada). No podía ser otra la bienvenida y el recibimiento. Hubieron de esperar a que un parsimonioso carro tirado por dos mulos se apartara para entrar por la puerta: "el diminuto recibidor, desierto a excepción de numerosas moscas, estaba amueblado con cinco o seis sillas y dos mesas, en una de la cual había una pila de revistas y el Ideal del día. Además de dos jaulas con canarios". La ternura que impregna al americano de este lugar es tal que pasa del asombro a la adoración en los días que se hospeda. Se le confiesa que ese aspecto de capa caída se debe a la fugaz edad dorada en la que los comerciantes hacían de aquellas salas sus embajadas para los negocios previstos en la ciudad. En cambio, fueron esos días en los que Guadix se mostraba tan primitiva como genuina. La decadencia se disponía sobre la recordada Huerta de los Lao (San Eduardo) o en la prístina ermita de San Sebastián, en la que Merrill apostó que para este siglo no seguiría en pie, y contra fortuito pronóstico no se cumplió. El mercado del sábado fue otro de los atractivos que más influyeron en el retrato vívido que se iba haciendo sobre la ciudad, a galope de los caballos allí presentados, con su coro de vendedores, sus olores y variopintas personalidades. 

Sin lugar a dudas, la arteria principal y la orquesta que sonaba en aquel centro neurálgico era la calle Ancha. El Dólar con Don Florián; Antonio, el zapatero (aún no era el Chato el doce); y El primero de abril con Pepe Falco, quien será anfitrión y guía por excelencia. Sobre este respecto, Merrill hace un inciso en el que comenta que en Guadix, como en otras ciudades, después de 1939, por simpatizar con el régimen, calles y tiendas cambian de nombre (Falco recibió el traspaso de la librería Primero de Abril de una franquista, en la entonces calle Jose Antonio). Merrill es llevado a su destino, las cuevas, quien habla con los gitanos, llegando a que Ramón de la Toñica y conociendo a sus parroquianos. Simpatiza y le fascina el denso aire de fraternidad que orbita entre ellos, sus historias y sus expresiones. Algunas palabras en romaní incluidas en su dialecto. No queda exento de conocer alguna trifulca o contencioso latente entre calés. Se comenta el Cascamorras, le entusiasma abiertamente la gastronomía, así como la "mesa camilia"**. 

Visitan otras localidades como Cortes y Graena, Hernán Valle, Huélago, Fonelas, Baza, Benalúa, hasta encontrarse con la romería de San Torcuato en Face Retama. Excursiones sucesivas por los alrededores, la subida a la rambla Baza, hasta la Cueva del Monje -bajo una experiencia mística en el arrebol accitano, en custodia del poeta-kiosquero José López- o a ver los perros ahorcados cerca del cementerio, a los que dedica otro capítulo de su libro. Este episodio, cotidianeidad en aquellos tiempos, era un trágico modus operandi que no se correspondía con la generalidad y el cuidado que se tenía con los animales propios, pues es un tema que causaba controversia y terror por los dueños. Merrill afirmaba que "algunos habían estado allí por mucho tiempo, y en el seco aire andaluz se habían momificado". Esto también era Guadix, que no empaña la imagen que Merrill había reposado sobre el carácter y personalidad de la hoya. Así, trabó gran amistad con muchos de sus acompañantes, creando un recuerdo profundo para este recóndito lugar, un Comala o Macondo, que traspasa y conmueve. 








Estas fotografías pertenecen a su libro East from Granada, y fueron tomadas por él mismo. 

*This came about after I had retired from the Federal government and was doing graduate work at American University in anthropology. The faculty suggested that a challenging project would be to try to find out how the Gypsies had avoided assimilation during their five hundred year's stay, outlasting Jews and Moors. 

** One cool evening they introduced me to the mesa de camilia (brazier or fire box) placed under the table in the living room to warm the bodies of the ones sitting aroung the table. The heat was retrained by a heavy tablecloth that fell to the floor. Years before, they used charcoal, placing slices of lemon or lavender on the charcoal to give it a pleasant odor. 

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