El Guadix de Jerónimo Münzer

9:30 Fran Ibáñez Gea 1 Comments

 


Aún no había mudado la piel el Wadi Ash de ocho siglos que la reconquista desmembró. En la transición entre dioses que en España se fermentó allá por 1492, un cartógrafo austro-alemán (humanista, médico y geógrafo) atendió a participar de los hitos que la historia celebraba en la península, haciendo un viaje a través de ella y llegando, naturalmente, a la recién nombrada y cristianizada Guadix (Gwadiis). Tras haber cruzado el levante y habiendo recorrido Barcelona y Valencia, nuestro germano huésped alcanza Almería, ciudad de la que parte al alba del 20 de octubre de 1494. En el camino descansa en Fiñana, cuyo alcaide, natural de Vizcaya, lo agasaja con preciados víveres y muestras de exóticas piezas: "un hermoso avestruz, con abundante plumaje de color grisáceo, y un osezno blancuzco, con el cual puso a jugar a unos perros de raza hispana, muy grandes, para divertirnos".  Se le pidió aguardar dos días más en la villa para organizar una cacería de jabalíes cerca del castillo. Una experiencia que nuestro viajero amigo declinó. 

"La ciudad de Guadix se recuesta sobre una bella planicie, y más allá el alcázar real, que está bellamente situado en un monte unido a la llanura. Creo que es en su perímetro como la ciudad de Nördlingen, en Suabia. Expulsados de ella los sarracenos, la habitan únicamente los cristianos. Toman arraigo en ella dos monasterios bastante hermosos de la Orden de San Francisco y de los Predicadores (Dominicos)." Ante esta crónica avistamos con facilidad el paisaje retratado por Münzer: en el vacío de un cráter se alza la alcazaba y sus reales alcázares, una ciudad de murallas y torreones dentadas, con puertas zigzagueando, bullicio y banderolas al aire. Extramuros, y bajo disposición de los nuevos dueños, los reyes católicos, la fundación de dos conventos, cuya hermosura recaería en el legado recibido por los esmerados antecesores. Podemos pensar pues, que si vino de Fiñana, accedió por el arco de la imagen, y su primera toma de contacto fue el arrabal morisco de Santa Ana. 

"Es su mezquita bastante bella, y hexagonal. Tiene setenta columnas libres, y en el centro un bello jardín cubierto, en medio del cual hay una fuente viva para sus acostumbradas abluciones. Ahora está dedicada a la bienaventurada Virgen María". Podemos suponer el vergel y la majestuosidad que supondría esta santa edificación para el alma de los wadihíes, orgullosos de albergar ciudadela palatina,  con suntuosos jardines del mismo empeño y armonía que el Generalife granadino. Una acequia madre que como cascada inundaba de riego en correntía y vitalidad cada rincón, enverdeciendo sobre lo estéril de la planicie y peinando la aridez con riachuelos de fertilidad. A la virgen nombraron Señora, y desde entonces ha custodiado ella misma aquel lugar enaltecido en la luz de Alá con oraciones a Cristo. El obispo y los canónigos perciben las rentas de la antigua mezquita*. Al año siguiente llegaría Fray García de Quixada, primero de los obispos de la reconquista en relevar a San Torcuato, por poderes habidos en el cardenal Mendoza. 

Avistó sierra nevada y su blancura, como escarpados son los barrancos que nos encierran, y pobladas las aldeas vecinas de sarracenos expulsados de la ciudad. Un crisol de moros cautivos y cristianos cántabros en un lugar que tenía más de África que de Europa. Siguió su camino, llegando a los baños termales de Graena y haciendo noche en el castillo de La Peza (la Pessa) y así continuar hasta Granada. Un día, el 21 de octubre de 1494, quedará para la posteridad por haberse teñido de color, leal testigo y notario de aquella joven España recién nacida y unida, cuya impresión hoy sobrevuela, con la ligereza de una pluma en el aire, el tiempo. Ataviado al caballo, como Geoffrey Chaucer en sus cuentos de Canterbury, lo medieval y lo actual se dan la mano. 


*"En virtud de la potestad que el Gran Cardenal tenía por Bula de Inocencio VIII, despachada en Roma a 4 de agosto de 1486, expidió su Eminencia, en la Alhambra de Granada, el día 21 de mayo de 1492, su Bula erigiendo en catedral la Iglesia de Guadix (...) La erigió en la Iglesia Mayor, dedicada a la Encarnación de María santísima, sita en la Mezquita Mayor que  había sido de los moros (...) Por la misma Bula de erección aplicó el Gran cardenal a la fábrica de la santa Iglesia de Guadix todas las posesiones, censos y rentas que tuvo la Mezquita mayor". Asenjo Sedano, C (1990) Episcopologio de la Iglesia Accitana. IEPS. 

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