El Guadix de James A. Michener

8:58 Fran Ibáñez Gea 0 Comments




Una vez que España vuelve a abrir sus puertas tras la autárquica posguerra, los americanos empiezan a  pulular por este Edén que tanto esplendor e idilio ofrece al Spaguetti Western. Pero no sólo es el foco del camarógrafo lo que les interesa, sino también redescubrir un país tan cercano a sus costumbres y tan intrínseco de su historia. Es el caso de James A. Michener, que después de haber sido combatiente en la segunda guerra mundial, se forjó un legado literario muy prolífero que, combinado con sus viajes alrededor del globo, darían pie a encontrar contenido para su obra, en este caso: Iberia (1968). Su presencia en España y Portugal durante la década de 1960 lo acercó a conocer la península ibérica, sus tradiciones y costumbres además de las aspiraciones, temores y realidades de aquellas personas que regentaban un país desértico en el que había más oasis que arena. 

Después de haberse alojado en el parador de San Francisco, y habiendo visitado la Alhambra y el carmen de la casa de Manuel de Falla, su siguiente destino fue "el famoso pueblo" de Guadix(1). Si bien la arquitectura troglodita de cuevas era un reclamo ambicioso para los turistas que llegaban a esta parte del mundo, y normalmente estando informados de este espectacular paisaje, el asombro que les despertaba al contemplarla era mayúsculo. No cabía descripción posible para sostener en palabras el marciano horizonte que bordeaba Guadix y sus tierras: 

Situadas en un paisaje lunar de colinas desoladas y pináculos rocosos, las casas de Guadix están excavadas en las laderas de las colinas, y cuando las chimeneas se canalizan a través de la roca sólida para que se puedan encender fuegos, son bastante cómodas. Este estilo de arquitectura ha sido adoptado en muchos países diferentes, sobre todo en el centro de Turquía, pero en Guadix hay una diferencia, porque las entradas a las cuevas han sido bellamente revocadas y decoradas con azulejos rojos, de modo que parecen las entradas a iglesias o villas de cierta importancia.(2

Pero más allá del atractivo paisajístico y la vibrante impresión que naciera en el americano encontrarse en un lugar tan llamativo como este, la razón de este viaje no fueron sus cuevas, sino la relación que la ciudad tenía con Pedro Antonio de Alarcón y El Sombrero de Tres Picos(3). En 1919 Falla estrenaría en ballet su "sombrero", y esta coincidencia era un valor añadido a la visita. Michener amaba esa composición, y justo después de haber pasado por la casa del compositor, no estaría demás poder pisar el lugar en el que el ilustre literato se inspiró para dar voz a la molinera y al corregidor. Casi cien años habían pasado desde que Alarcón escribiera sobre el tricornio, y aún llamaba la atención y avivaba el interés del público como queda comprobado con estas anotaciones. No fue aquella una buena época para la ciudad. El éxodo rural y las anteriores emigraciones a Alemania o Barcelona estaban denotando la escasez que se vivía aquí. En cambio, hablando con un accitano sobre esta situación, se podría decir que en medio de aquel panorama, Guadix era metrópolis(4), contando con autobuses y cine: "no hay dinero, pero al menos queda espíritu", confesaba este vecino sobre la privación de aquellos años. A fuerza de intromisión, estas palabras dan color a una España en blanco y negro, que por medio de las fotografías tomadas por su compañero Robert Vavra y aparecidas en su Iberia, contemplamos la grandeza presente en la adversidad de quienes en la humildad de su contorno no les evita rodearse de un halo de majestad. 


(1) Before long I was surprised to come upon the famous village of Guadix, for I had supposed that if lay farther south. 

(2) Set in a lunar landscape of bleak hills and rocky pinnacles the houses of Guadix are dug into the faces of the hills, and when chimneys are piped up through the solid rock so that fires can be lit, are quite comfortable. This style of architecture has been adopted in many different countries, most notably in central Turkey, but at Guadix there is a difference, because the doorways into the caves have been handsomely plastered and decorated with red tiles, so that they look like the entrances to churches or villas of some importance. 

(3)The reason I wanted to see Guadix had nothing to do with its architecture, handsome through that was. This was the pueblo in which Alarcón had located his short novel El sombrero de tres picos, and as I looked at the miserable economic level at which the villagers lived, I could hear the music which Falla had composed for this work and I could visualize the four leading actors in the rustic comedy, 

(4)Have you ever seen a trye back-of-the-mountain Andalusian village? I've seen Guadix. He laughed. 'That's a metropolis. They have buses and a cinema. They have no money but they do have spirit. No, I mean the really forlorn Andalucía. You haven't seen it and you can't know. 



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