España espanta

18:34 Fran Ibáñez Gea 1 Comments




España es un país que no se descalza ante sus males. Otto von Bismark, el canciller que unificó Alemania, afirmó que somos un país al que temerle, en el momento que dejemos de pelearnos entre nosotros mismos. Nuestra historia la componen volúmenes mastodónticos en el que cada efeméride la cosen largos capítulos quijotescos. Pero parece que a los españoles España espanta. Es una daga frustrada que araña en el desconsuelo y confirma lo que Ana Belén cantaba: camisa blanca de mi esperanza, a veces madre, siempre madrastra. Identificamos el rechazo con la sabiduría, como si el que contraría al resto tiene siempre razón sine quanon de ser más distinguido en la verdad. Al final todos han terminado por rechazarlo todo pensando que iban a ser más listos que ninguno, y en cambio son tan tontos como nadie. De esto probablemente tengan culpa los del noventayocho, que tocaron las campanas para dar cuenta de que el barco se hundía mientras todos bailaban. Tildó con acierto Valle Inclán aquello del esperpento. Y a raíz nadie quiso que le pillase desprevenido. Todos se convirtieron en catedráticos del critiqueo, o cuñadismo, que lo llamaríamos hoy día. 


El siglo XX es una viva imagen de toda la vida de nuestro país. En él hay reinados de viejo abolengo, de los de pompa palatina y trompetín; hay derrocamiento de líderes, pronunciamientos, una corona vacante, enfrentamientos fratricidas, invasiones, holocausto, cambios políticos y sociales, territorios coloniales, antiguo régimen, comunistas, toque de queda, misa de doce, disparos en el techo del congreso, Freddie Mercury en Barcelona y Rocío Jurado en Sevilla, la bandera arcoíris en las calles. Los grises detrás. Carrillo y Fraga juntos. Y todo ello mientras Jordi Hurtado presentaba Saber y Ganar y Jesús Quintero entrevistaba a Lola Flores en el Loco de la Colina. Esa es, ni más ni menos, que la España del siglo XX. Del Por la Gracia de Dios al No Pasarán y al Una, Grande y Libre. Del Sin Ira Libertad al No a la Guerra y al Welcome Refugees y Hermana yo sí te creo. El balance ha sido positivo. En el pueblo español siempre ha habido una luz que ha despertado la cordura.


La cinematografía hispana es algo que se rechaza con crudeza. Ver la realidad representada resulta una broma pesada. Marisa Paredes se apenaba por cómo los españoles responden ante la cartelera española: ¿Una película española? ¡Qué horror! ¡Ni verla! Bien es cierto que durante el siglo pasado el cine gozó de gran popularidad debido a la presencia de fantásticos directores como Buñuel, García Berlanga, Amenábar, Bayona, Trueba, Sáenz de Heredia o Almodóvar entre muchos otros. A lo que se sumó el protagonismo de icónicas figuras que no podían faltar como Sara Montiel, Concha Velasco, Carmen Sevilla, Paco Rabal, José Luís López Vázquez, Fernando Fernán Gómez, Pajares y Esteso, Gracita Morales, Paco Martínez Soria o Alfredo Landa. Una lista interminable de figuras y caras entrañablemente conocidas que daban color a una España triste y gris. Una generación de artistas relevados por jóvenes transgresores. 

Pepi Lucy Bom y otras chicas del montón es una de las cinematografías más destacadas dentro de la movida en la que se trata todo tipo de temas, hasta entonces considerados tabú o underground, y se ponen en primera fila (desde luego la lluvia dorada de una Alaska adolescente hacia Carmen Maura no estaba hecha pero sí pensada para todos los públicos). Las chicas Almodóvar no son actrices cualquiera. Convierten la actuación en un arte plástico más rompedor con la estética de la posguerra. Aun así Almodóvar para el público puritano que había quedado conforme con el régimen, sus películas eran una guarrería, como era todo aquello que se saliese del tiesto. Otra España que espanta. Drogas, sida y libertad sexual resultó un cóctel molotov contra el público 'de orden y de bien' que se guarecía en tradicionalismos, y sirvió para hilvanar barricadas entre los que se sumaban a los nuevos tiempos y los que conservaban los resquicios de lo que quedaba. Presumir el progreso no era un asunto de fácil buen ver. Hoy día Pedro Almodóvar o Alejandro Almenábar son directores de culto con una trayectoria y una estatuilla dorada que los avala. 

Todo esto más la sátira de Torrente mal entendida hizo perder parroquianos que no se identificaban con un cine que habían conocido de la mano de Antonio Molina, Juanita Reina o Pepe Sacristán. Imagen que se renovaría con comedias que tiraban de estereotipos peninsulares como reclamo en su cartelera. Algo bastante masticado que sorprendentemente parece no haber perdido sabor. Fernando Trueba, en la continuación del exitazo La niña de tus ojos se le ocurrió decir que no se sentía español ni por un momento y el público le hizo boicot, declarándole el vacío en las salas. Una actitud muy familiar como infantil. Un amor propio párvulo: en esta relación de amor-odio España se mete con España y nadie más. 



A pesar de todo, es la bandera de España y todo lo que la viste lo que crea crispación en la opinión pública. El mal matrimonio que mucha gente ha creado entre los símbolos patrios y el ala conservadora del parlamento no es una casualidad. De la calle Génova cuelga una larga bandera nacional que hace telón a las siglas del Partido Popular. Se ha vuelto una incondicional decoración en todos sus mítines. Se han apropiado del sentimiento español. Es un casamiento bajo ningún consentimiento. Todos hemos tenido malas juntas alguna vez. Encasillan la verdad de este país en una tauromaquia de garrafón, en pulseritas en una mano que sujete un fino de Jerez en feria y en salir de misa un domingo mientras se hacen los suecos cuando hay gente pidiendo limosna a sus pies. Y es que en el momento que alguien dice 'esto con Franco no pasaba' o 'si Franco levantara la cabeza' se retratan como tales: fachas nostálgicos. 

Muchos no conocieron ni vivieron la dictadura. Tampoco se creen el mito que la izquierda, hija de la república (en una bruma el barco velero cargado de sueños que cruza la bahía), creó una vez muerto el perro. Avivaron la rabia. Aquella contracultura no fue más que una deuda que resolver desde el final de la guerra. La distorsión que se infundió devolvió la moral hispana a unos niveles de antiguo régimen. El pensamiento crítico se dinamitó. La dictadura se ocupó de ser un padre severo que culpó de sus males a los hijos rebeldes y amamantó hasta la inutilidad a los hijos mansos. La soberanía de cuarteles y sacristías insultaba a los que salieron el 14 de abril a la puerta del Sol a ondear la tricolor, a pedir pan y libertad.

La Transición, uno de los hitos de antier, es revisada hoy con escepticismo y severa crítica. ¡Ínfulas Sancho! que diría el hidalgo. Con el 23F se especula. Lo hace la España que ahora espanta, que ahora asusta. Este país se ha convertido en una obra de arte moderna. Causa sensaciones pero pocos la entienden. Quien no se la explica replica lo que digan otros. Pero la majestad de sus pinceladas son imborrables. Son de acero. Cataluña vuelve a sacar del baúl las fronteras. A España precisamente, que tenía ciudadanos desde Manila a Buenos Aires ¿Habrá algo más internacional que el español y su gente? ¿Habrá algo más plural, que lo mismo está la Alhambra que una catedral? España espanta.

A España nadie la odia. No se engañen ¿Quién anhela su pobreza, los que piden trabajar o los que quieren seguir malviviendo? No hay más ciego que el que no quiere ver. Pero España no encuentra más que fuerza en su flaqueza. Es una completa inspiración que tiene embobada a su gente. Anestesiada de sus dolores, de sus quejidos. Si el español no se alza es porque está dormido en el Edén de Andalucía. Porque tiene donde remendar sus males. Toda España es arte. No hay lugar donde no esté presente. Ante eso no cabe duda, nadie se extraña. Ahí España no espanta. Menos mal. El mediterráneo es una fragua donde forjar descanso. Por donde escurrir rencores y abrir ventanas. No hace faltan las complicaciones. Nuestros mayores de hoy recuerdan la tristeza en una España feliz, en la que los niños llevaban en la mano una onza de chocolate metida en pan. Donde la guardia civil se avistaba en la bodega y el seat seiscientos podía llevar el doble de pasajeros. En la televisión había una cadena que emitía hasta las nueve. Se fumaba en los hospitales. Siempre ganaba el Real Madrid ¿Qué más hacía falta? ¿Para qué se quería más? Ese fue el gran problema. No darse cuenta del pozo en el que habían caído y ser capaces de seguir sonriendo. Qué linda ingenuidad. La vida seguía, como si no fuera con ellos. Muchos pobres habían sido siempre, daba igual quién les pusiera ahora el collar. Así les sorprendió la democracia ¿votar? qué más da. De España espanta la cárcel que llevan. Buen notario fue Federico (García Lorca), que retrató en melodía el drama que emanaba, y aún no ha habido aire suficiente que se lleve aquel tiempo que hoy todavía nos aguarda.

Camufló el machismo en una autoridad inmaterial, en la jaula mencionada. Todos eran presos. Bernarda Alba, Doña Rosita, el Novio y la Novia, Yerma. Un destino bajo el yugo del qué dirán. De una moral ronca y despiadada que destroza, degüella y aniquila al que no pasa por el confesionario. España espanta. Hicieron de Dios un tirano. Convirtieron los templos en aquelarres. Se apoderaron de la fe. Trapichearon con la santa cruz. Ni a Cristo dejaron tranquilo. Pretenderán que hoy las iglesias se llenen de creyentes ¡Si espantaron a todos! Ya sólo pueblan con graves lagunas beatas parroquianas. Van por dura costumbre con traje de domingo a la misa de doce. Acuden a su cita con el altar para encontrarse con sus amigas. Para luego charlar, un motivo para evadirse de su abandono. Enristran sus collares y las faldas de modista. Ellas custodian y regentan la vieja España.


¿España espanta? Para nada. Mi España salió a las calles el 8 de marzo para reivindicar que éste era un país feminista. Que no quieren ni una manada más suelta. Salió a celebrar con orgullo la diversidad sexual. Tiene una cultura inabarcable que suma tesoros a la lista de Patrimonio de la Humanidad. Mi España tiene un corazón fuerte, comprometido. Le duelen las muertes en el mediterráneo. Llora cuando sus hijos se marchan. Acampó en la Puerta del Sol para solucionar la crisis. Su solidaridad, su valentía, su tenacidad. A España hay que levantarla sin complejos, y no con un ¡arriba! sino con un profundo ¡viva! que es lo que sabe hacer, vivir, a pesar de sus pesares. 


Fran Ibáñez Gea

1 comentario:

  1. Que bien escrito y expresado está el sentimiento que muchos españoles tenemos hacia nuestra patria. España espanta? La España que muchos quieren imponer si, la España que muchos elegimos no.
    Bravo! Quiero leer más artículos como éste.

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