La desmadrilización del arte (II)

12:04 Fran Ibáñez Gea 0 Comments

 

No sólo el patrimonio arqueológico de nuestros museos necesitaría pasar por una fiscalización de legitimidad, sino que dentro de este terremoto ha sido el arte y las pinacotecas las que se han atrevido a romper lanzas contra la quietud y reclamar a los museos nacionales obras, que bajo alguna consideración y buena voluntad, podrían tener mayor representatividad contextual en otros lugares. 

El caso más llamativo ha sido el sugerido por Málaga de proponer que "El fusilamiento de Torrijos" (1888) pueda viajar del Museo del Prado hasta el Museo malacitano sito en el Palacio de la Aduana. El peso de esta sugerencia recae en que este hecho tuvo lugar en la playa del Perchel, y que la memoria del general Torrijos está íntimamente ligada a la ciudad. Es posible que la lucha de Torrijos por la libertad signifique para Málaga lo mismo que la Constitución de 1812 y las Cortes para Cádiz. Un símbolo de la libertad contra la depredación y corrupción política. No obstante, si se creara un precedente de este tipo, habría que hacer una remodelación masiva de todos los cuadros, guiados bajo el criterio del lugar que representen. Así Granada se llenaría de un historial de Alhambras, Sevilla de Giraldas y Córdoba de Mezquitas pintadas. 

A pesar de ello, lejos de esta idea, el cuadro que encargó hacer el gobierno a Antonio Gisbert para el Museo del Prado, no tiene ningún nexo con esta reclamación. Por el mismo motivo que Málaga hoy puede hacer dicha petición, Sagasta ya entonces dispuso sufragar con el erario público esta obra para que fuese un referente a las siguientes generaciones y jamás olvidar en recuerdo perpetuo la dignidad y sacrificio de los caídos por la libertad, quedando a la altura referencial de los "Fusilamientos del 3 de mayo" (1814) de Goya. 

En cambio, es notoria la política que el Prado ha tenido y fomentado bajo su "Prado disperso" en el que a lo largo de su historia ha cedido a instituciones provinciales y académicas la custodia de algunas de sus obras. Sirva de ejemplo, con motivo del doscientos aniversario de la pinacoteca, la Universidad de Granada hizo una exposición sobre los lienzos que el museo nacional tiene en cesión en las dependencias universitarias. Por tanto, el Museo del Prado va más allá de sus propios muros y comparte este despliegue artístico a lo ancho y largo del territorio nacional. Una medida sensata para paliar el almacenamiento congestionado que sufre y dar visibilidad a su contenido.

Sí sería fortuita la cesión del "San Francisco arrodillado en penitencia" (1664) de la accitana Mariana de la Cueva y Barradas, actualmente en los depósitos del Prado. Gracias a investigaciones y hallazgos, principalmente resueltos por Carmen Hernández Montalbán, se dató la autenticidad y origen natal de la pintora. Para el Museo del Prado esto no representa gran descubrimiento en comparación con las obras maestras de Velázquez, Murillo o Tiziano que atesora. Su calidad no deja de ser humilde, como copia de un modelo de El Greco, a expensas de que recaiga en una mujer la autoría. Una reducida lista donde cada vez van saliendo a la luz más nombres y uniéndose al club de otras grandes artistas como Lavinia Fontana, Sofonisba Anguissola o Artemisia Gentileschi. Sin embargo, para Guadix sería un privilegio poder contar con esta pieza en el futuro museo de la ciudad, fomentando el papel que representó Mariana de la Cueva y Barradas en la pintura granadina del siglo XVII y aumentando la expresión pictórica al ya vasto patrimonio accitano. 

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