La estética de la democracia

11:17 Fran Ibáñez Gea 0 Comments


Ilustración: Raúl Arias


Las civilizaciones han demostrado brillar por su historia, costumbres y adelantos. Su legislación, desde los faraones de Egipto hasta los gitanos del Almanjáyar, han regido los límites de acción incuestionables para cada comunidad. Los ritos celtas o las fiestas de un pueblo de Teruel presentan una celebración a la población que es compartida con propios y ajenos. Se crea un producto que nace de las tradiciones y se arroja al mundo. El doctor Fleming, Albert Einstein o Neil Amstrong dando pequeños pasos. Con el sistema ocurre lo mismo, estando dentro de la cultura, siendo un componente que articula la soberanía y aporta ornato a las corbatas y maletines, tiene en su reflejo un atractivo visual, en los gestos, expresiones y reflexiones, que nos identifican, que nos incluyen.

La democracia ha aportado a este país una cultura valiosísima de empoderamiento civil, tan sólo visto previamente en conatos valerosos fracasados. El martirio de estas intentonas por conquistar la libertad fue un caldo de cultivo que pasó de generación en generación hasta que 1978 tuvo su Biblia donde se les reconoce a ellos y se nos distingue a nosotros, herederos, como seres iguales. El parlamento de hombres enlutados, curas y militares dio paso a un rey constitucional abriendo las Cortes bajo la atenta mirada de Suárez, la Pasionaria, Alberti o Fraga. Todos en fraternidad. En otros tiempos también nos trajo el sufragio universal para hombres y para mujeres. Nos trajo el matrimonio igualitario, nos trajo la protección a las víctimas del machismo. Nos dio la posibilidad de hacer responsables y dueñas a las mujeres de su cuerpo. Pero mucho más antes aquellos que se reunieron en Cádiz, perseguidos y asediados por una Francia pseudopaternalista, hicieron que la libertad y la igualdad fueran rotuladas en oro en las mentes de cada español.

Han sido muchas las conquistas comunes que hoy parece se han apartado en un baúl del que nadie recuerda. Un alzheimer nacional, con todo el dolor y la angustia que conlleva el no reconocerse a sí mismo. Creen que el día que viven ha nacido de la nada. Que no hay experiencia. Viven sin historia. Para ellos nada sirvió que a Riego lo ahorcaran en la Cebada o que la sangre de un Torrijos fusilado bañara el mar de Málaga. Que Federico García Lorca descanse perdido y deshecho en harapos entre terrones de tierra. Y es plácido considerar que la paz y la tranquilidad con la que respiran los hayan obnubilado. 

La obscenidad de la corrupción ha maniatado y ultrajado este duro trayecto. Ha estallado la confianza y esa gente olvidadiza en vez de defender a la víctima, la han apedreado, le han declarado el silencio y se han puesto a coquetear con amistades tiranas. Ante el generoso abrazo que despierta la democracia unos pocos acólitos, tristemente cada vez más, avivan un llanto de autarquía, sequía y maltrato. Lo ven como bueno. El fascismo, ese engendro que vio nacer, hizo sufrir y congeló el siglo XX, pareciera que el calentamiento global, como con la viruela, la peste bubónica o el ántrax despertadas en el deshielo de Siberia hoy, ha abierto los ojos de su tumba gélida de conciencia de avaricia y arrogancia. Han echado brotes verdes en este otro siglo.

 El fascismo, que también goza de una estética atractiva de señoritismo y arrogancia, ha promulgado como Lutero en Wittermberg las cuatro malas verdades que esquilman la convivencia. Racismo, xenofobia, machismo y homofobia. Una caja de Pandora que asesta una puñalada a la tolerancia amable de la democracia. Una sanguijuela que haciendo el mal, se aprovecha de las últimas gotas de bien que queden. No existe principio de igualdad. Se reduce al mínimo el sentido de la libertad. Jamás comulgó el dueño con los esclavos. Sólo odio y miseria. En carnes propias viví cómo dos señoronas ponían una queja porque el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid exponía la obra de un artista catalán. Él era Jaume Plensa, y ellas dos infectadas maleducadas que me gustaría arrinconar en anécdota y no volver a repetir más.

La democracia trajo la Unión Europea de panes y peces. Fue ella quien redujo al recuerdo el muro de Berlín, que el Estados Unidos post-aparheid tuviera un presidente negro. El beso de Honecker y Gorbachov. La paz de Mandela, la madre Teresa, Rigoberta Menchú o Malala. Obama saludando a Castro. El No a la guerra de Irak, el 15-M y la siempre mano tendida con las víctimas del machismo, del terrorismo, de la injusticia. No hace falta remontarse a Cervantes, a los versos de Quevedo o a los brochazos de finura que acariciaba Velázquez. No hay que hablar de Armadas invencibles ni Escoriales para rescatar la grandeza de este país. Su fuerza no estuvo en que nunca se ocultara el sol en sus dominios. Fue en Madrid donde se trasvestían Almodóvar y McNamara en los años de la movida, en Barcelona donde Lluis Llach cantó a coro con todo el público L’estaca y los grises los desalojaron a palos. Carmen Thyssen atándose a los árboles del paseo del Prado o a Gutiérrez Mellado recriminando a Tejero a dos pasos mientras éste daba tiros en el techo del Congreso de los Diputados. El Guernica volviendo del MoMA, Maruja Mallo, Alberti y Dalí reviviendo el 27. Rafa Nadal, Pau Gasol, Alberto Contador y Fernando Alonso luciendo rojigualda. La duquesa de Alba en calesa por la feria de Sevilla o yendo a las goyescas de Ronda a ver torear a Morante o Enrique Ponce. Carlos Cano cantando la Murga de los Currelantes, Rocío Jurado entonando el himno de Andalucía. Serrat con las Nanas de la Cebolla de Miguel Hernández. Las universidades llenas de estudiantes. Los museos abiertos a todos los públicos. Goles del Barça, del Madrid, del Atlético…hasta del Betis. Pagando en euros y hablando de pesetas. Pinochet siendo juzgado, el nazismo condenado y el valle de los Caídos desmantelado de todo viejo honor.

En tiempo como los de hoy, donde parece que el terrorismo está en jaque, la conciencia feminista incluida en la agenda y un país que no se denomina desnutrido y analfabeto, es necesario hacer frente a las brechas, a las flaquezas. Lanzarse a salvar el medioambiente malherido. No permitir que el mediterráneo sea un cementerio de hermanos, por muy morenitos que sean. Saber que todos distintos, somos iguales. Que hay mucha ancha castilla que recuperar. Ojalá los años veinte que se nos vienen sean dorados para cumplir estos buenos propósitos ¡Salud y democracia!

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