Apostar por uno mismo
Ser es algo, por sí, complicado. No debería serlo, pues en
esencia no hay hecho más elemental que ser uno mismo. En cambio, el eje
rotatorio que nos va descubriendo este mundo pule las aristas, debilita la
diferencia e intenta imponerse al espacio que se demanda. Las alas no consiguen
tener suficiente desenvoltura y el vuelo es más dificultoso. Igual que sucede
con las personas, sucede con las ciudades.
Toda comunidad vivida en historia, que se reconoce con su entorno,
que extiende la costumbre a sus habitantes tiene alma propia. Y ese palpitar
que acostumbran a sentir los paisanos lo advierten los foráneos. Esta energía
la adelanta la literatura y el arte, que son una traducción inequívoca de lo
inmaterial que se capta en el ambiente. El Madrid de suburbio que soslaya Valle
Inclán; el gato mismamente castizo de Galdós. Ese lago de Sanabria que padece
un sueño eterno, una campana que quiere tocar entre las aguas de San Manuel
Bueno y Mártir de Unamuno. O entre rubiales y alamedas, el caserío agrietado
carcomido por la pena y encalado de orgullo, regentado por Bernarda Alba en la
obra de Federico García Lorca. El paisaje y el paisanaje no necesariamente se
soportan, pero por un destino incierto no han tenido más remedio que
entenderse.
El aire contenido en las Meninas de Velázquez; el brillo en
el atardecer de las marinas o la nieve en Burgos de Sorolla. Pradilla mostrando
la rendición ante una Granada acaecida, en el barrizal de las victorias. La
familia de Felipe V empotrada en la imaginación de Van Loo porque no se conocía
en la austeridad de España palacio capaz de albergar tanto derroche Borbón. La
intuición puede llevar hacia un camino donde rija la realidad.
Hoy, en este tiempo de despertar o morir, la población es
consciente de su latido. Algunos han abandonado el pulso y han deshecho perseguir
cualquier parte de esperanza. Han consentido que se apodere la voz extraña que combate contra nosotros. Es difícil evitar el resbalón, sufrir la cornada de la crítica o caminar al mismo ritmo cuando menguan las fuerzas. Otros se retan por avivar la llama y desquitarse
del sueño que los entierra. Pongamos luz
a la intención, sembremos ilusión. Contagiemos ejemplo de superación, nunca de rendición. Busquemos
las vías que iluminen nuestros proyectos e invitemos a la comunidad entera a
formar parte de eso, a enriquecer el lugar, a conseguir ser referencia por la
calidad y variopinta oferta autóctona.
Recuperemos las viejas glorias de forma responsable. Sin ínfulas.
Arrastremos hasta el presente cualquier conato de grandeza y de felices épocas.
Todo está por hacer. Sorprendamos al futuro con nuestro trabajo. Nunca estuvo la aventura tan cerca.
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