Úbeda y Baeza

22:57 Fran Ibáñez Gea 0 Comments





El renacimiento español se acompasa entre dos bastiones alzados en el campo andaluz. Un mar de olivos custodia las ciudades de Úbeda y Baeza, amantes y rivales convergen en la aprobación que el mundo le concedió cuando fueron nombradas Patrimonio de la Humanidad. 

La grandeza y riqueza depositadas en estas villas durante el siglo xvi floreció en forma de monumentos palaciegos y eclesiásticos, sembrando de belleza las calles adoquinadas con una piedra cuidada y portadas revestidas con la clamorosa bendición del cielo. Una representación de la divinidad con un trazo firme y solemne. La señoría de Úbeda podría bien significarse en la plaza de Vázquez de Molina. El Ayuntamiento (Palacio de las Cadenas), la Basílica de Santa María de los Reales Alcázares y la Sacra Capilla del Salvador se engarzan para coronar en un mismo recinto el esplendor renacentista. Silva la penumbra de la luna la Noche Oscura de San Juan de la Cruz. Siloé y Vandelvira dan forma a Úbeda. Son los verdaderos artífices que materializan los deseos de poder y soberbia. Un nombre, Francisco de los Cobos, además de su ego e influencia, es el responsable. 
La ostentación se puede medir de muchas maneras, pero nos quedaremos con que es el único lugar de España que tiene una escultura del propio Miguel Ángel Buonarotti.

Por su parte, Baeza es la universitaria, la catedralicia. En un reguero de calles estrechas y plazas secuestradas se hallan tesoros de absoluta dignidad que los siglos han preservado como testimonio de gloria y magnificencia. La fuente de Santa María es el icono más característico de esta ciudad, entre el santo templo y el seminario de San Felipe Neri, su ecuánime fisonomía, que no peca por bronca ni diminuta, es la rectitud ante todas las cosas. Acuartelada por edificios de su quinta se corre la calle abajo hacia el palacio de Jabalquinto, uno de los más hermosos conservados del renacimiento español (hoy una de las sedes de la Universidad Internacional de Andalucía). Es de agradecer que la universidad siga impregnando de su aire las calles, dejando recorrido a los andares que un día paseara el propio Antonio Machado. La plaza del pópulo, cercana al conjunto monumental antes comentado pone la guinda a esta experiencia-paseo por el tiempo. Una escapada cuatro siglos atrás donde siempre se encuentra un rincón para Joaquín Sabina. 






 En Úbeda parece que el datáfono no ha llegado. Llevad el dinero en metálico.
Era de esperar que en pleno renacimiento difícilmente se disfrutara de las comodidades de nuestra era. 



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