Regalos trucados
Regalar es, normalmente, un problema. El hábito grácil de
obsequiar a alguien por cualquier honroso motivo es algo complicado. Un
nacimiento, una boda o un cumpleaños pueden ser de lo más inocuo comparado con lo que a algunos se les vino encima:
Empezando por la rocambolesca perla Peregrina, justicia le
hace al nombre. Es encontrada en Panamá y llevada hasta Sevilla como ofrenda a Felipe
II, siendo incluida dicha joya a las Colecciones Reales. La reina María Tudor
en el retrato de Antonio Moro parece portarla, mas investigaciones recientes clarifican que los Tudor ya contaban con una joya parecida y la Peregrina habría sido
encontrada después de que Moro pintara el lienzo. Un presagio. Después, reinas
de la corte española la lucirían como una de las joyas más queridas. Hasta que
llegan los franceses y el expolio es criminal. José Bonaparte (Botella o
Plazuelas, Pepe en cualquier caso) se la queda, se exilia con ella a Estados
Unidos, la vuelve a traer a Europa y la cede a Napoleón III quien cae en banca
rota y la pone a la venta. El segundo duque de Abercorn la compra y éstos la
vuelven a vender a una joyería inglesa en 1914 (con primera guerra mundial a la
vista), los cuales dan parte de la noticia a Alfonso XIII como posible interesado de recuperarla. Las negociaciones no
llegan a buen puerto y el rey decide adquirir una perla similar y regalársela a
su esposa, la reina Victoria Eugenia. En 1969 la perla original sale a subasta.
Nueva York es un hervidero de pujadores para hacerse con la codiciada pieza,
con la que Velázquez habría retratado a Felipe III engarzada en el sombrero. Desde
la casa real española se boicotea la subasta desautorizando la legitimidad de
la perla. El duque-consorte de Alba, jefe de la casa de la reina Victoria
Eugenia muestra la supuesta auténtica que Alfonso XIII le habría regalado. Se
desmiente la trama y finalmente es comprada por Richard Burton, como regalo a
la actriz Elizabeth Taylor. Así es como esta joya pasó de ser descubierta en
las cristalinas aguas del Panamá en el XVI a ser mordisqueada por el caniche de
Taylor en un hotel de Las Vegas. Glamour e intrigas forman un cóctel perfecto. Ni que decir tiene que después de la última subasta en 2017 que hubo de ella ahora se encuentra en paradero prudentemente desconocido.
La última sonada noticia fue emitida por el Museo del Prado,
receptor de una serie de donaciones por un magnate y coleccionista alemán
agradecido con nuestro país. Hans Rudolf Gerstenmaier legó once obras sin mucho
conocimiento de recepción. Y es que gran número de este depósito pertenecerían
por ley (Real Decreto 410/1995 de 17 de marzo) al Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía. Con salvadas excepciones, todas las obras más allá del nacimiento
de Picasso, 1881, pertenecen al Reina, quedándose el Prado con todos los
anteriores a esa fecha. Sí tuvieron más cautela el resto de mecenas como Plácido
Arango, Várez Fisa u Óscar Alzaga. Citando además al último Velázquez adquirido
mediante donación de William B. Jordan o el Madrazo por Alicia Koplowitz que le
valió ser nombrada académica honorífica de la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando. Hay que saber regalar y más aún a quién se le regala.
0 comentarios: