Entre el cielo y el destierro

22:23 Fran Ibáñez Gea 0 Comments




El patrimonio cultural y artístico es un elemento fundamental para entender el pensamiento y sentimiento de cada generación que nos ha precedido. Es una muestra auténtica e incondicional de la manera de comprender en clave visual lo que nos sucede. La conservación de este legado es una obligación rigurosa con la que debemos cumplir y ante la que tenemos que responder, pues en la atemporalidad de este testamento somos piezas de tránsito cuya labor ha de esquivar los peligros que les acechan y entregarlas intactas a las siguientes manos encargadas.

Al poco de estallar la guerra, Azaña hizo un gabinete para salvaguarda del arte y del patrimonio. Así nació la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico. Algunos de los elegidos para liderar este delicado proyecto fueron María Teresa León y Rafael Alberti; Rafael Zabaleta para la zona de Guadix y Baza. Las bombas habían estallado cerca  del Paseo del Prado y parte de la metralla había entrado dentro del edificio de Villanueva. Era una urgencia llevar los lienzos y esculturas a otro lugar. El gobierno de la República instó a que fueran trasladadas a Valencia. Comenzó así la evacuación. En palabras de León en 'La historia tiene la palabra', en aquel momento de máxima tensión por inventariar y recuperar, es de destacar el impacto que supuso el encontronazo con la negligencia de la institución eclesiástica, con un patrimonio aún incalculable a pesar de las desamortizaciones de Mendizábal -gracias a las cuales se integró la colección de las Trinitarias en el Prado- había piezas abandonadas o en un deterioro considerable. Llegados a aquel punto, al inicio de la contienda, no sólo había que salvar las obras de la artillería sino también las que sufrían del olvido al que estaban expuestas en conventos, monasterios e iglesias.

No fue ésta una tónica frecuente en la conducta de la Iglesia para con el patrimonio que custodia, pero sí desgraciadamente un hábito de desapego en aquellas comunidades de religiosos y religiosas que no prestaban la atención necesaria a las obras que en su poder y claustro quedaban.

Guadix, como muchas otras ciudades de España donde la Iglesia ha sido testigo y da testimonio del patrimonio cultural, tiene como catedral el lugar donde establecer su colección artística. Diego de Siloé y Torcuato Ruíz del Peral son dos piezas clave de esta maravilla arquitectónica. Fundada la ciudad como la Julia Gemella Acci por Julio César, pronto se convierte en un referente cristiano, ya que en ella se estableció la primera diócesis de la península, por uno de los siete varones apostólicos: San Torcuato. Desde el siglo I hasta nuestros días la grandeza y belleza patrimonial ha sido sustancial. La réplica de la Piedad de Miguel Ángel así como la sillería de Ruíz del Peral embargan en éxtasis de forma sobrecogedora. El silencio y el respeto al templo se hospicia en un reposo en el que las imágenes parecen converger. Los cielos esculpidos arropan la reverencia a la que invita su calidad artística. Sin el atropello que sufren otros monumentos abarrotados, la S.A.I. Catedral de Guadix conserva aún la calma que siempre la ha gobernado.

Buena parte de su patrimonio fue arrasado por la guerra y el sentimiento anticlerical, cortando cabezas y manos de esculturas. Una de las piezas que más sufrió este arrebato de la historia fue la patrona de la ciudad, la virgen de las Angustias, talla de Ruíz del Peral, la cual fue fusilada e incendiada demostrándose a qué puede llegarse si se participa en el odio y la incultura. La educación y la consciencia de la importancia que tiene este aspecto en nuestra sociedad no debe quedar marginal de forma reducida, elitista o hermética, sino ser apreciado por todos y todas, a los que abierta y formalmente se invita a resguardar.

La virgen de la Piedad, réplica de la original de Miguel Ángel y restaurada por Mari Ángeles Lázaro Guil, vio la luz por primera vez en Bolonia en los años treinta. El cónsul de España, la trajo a su ciudad natal siendo destruida en la contienda fratricida. Su recuperación integral y la protección de la que goza hoy es un triunfo sobre los desastres y el desprecio. Sobre el abismo que es capaz de crear el hombre. La Piedad de Miguel Ángel en Guadix es un símbolo de hermanamiento y de superación. La pureza del mármol de carrara, la inmaculada virtud de su blancura es capaz de sanar las heridas habidas. Una losa de serenidad que se asienta en la oscuridad. Es la misma paz sobre todas las cosas. 




Los lugares al culto, inspirados en la divinidad, siempre han evocado sentimientos en la grandeza humana. En su capacidad de crear, de imaginar, de expandirse. Haciéndose partícipe del medio, de su luz, pasando los límites corpóreos para abstraerse a un plano espiritual. Han hilvanado en la metáfora una belleza que alcanza la transverberación. En el museo catedralicio, una parada en la historia donde descansan las bulas papales y retratos de los obispos más influyentes de la diócesis, quedan a refugio alguna de las imágenes que aún se conservan del fundamental Torcuato Ruíz del Peral: San Antonio, San Buenaventura y San Francisco Solano. Sus caras, al igual que las expresiones en Velázquez, son tan actuales y vigentes como en el momento de su creación. El San Juanito de Pedro Atanasio Bocanegra o la Inmaculada Concepción de Mora son joyas engarzadas que dan esplendor a la corona que el arte conforma y con la que luce la cultura accitana. Sin lugar a dudas el museo es un paseo de miradas, donde desde el cardenal Mendoza, San Pedro, San Pablo, Santa Teresa o la Inmaculada expresan su inquietud, su potestad, su nobleza. Su admiración y su bondad, su fidelidad y su humillación. Todos ellos, atravesados por Dios, se redimen a la voluntad del cielo. 

Detalles. Una escalera que sigue los patrones de Leonardo, una ambientación en la casa del campanero, el mirador más privilegiado por excelencia que vigila cualquier punto de la ciudad. Eso es la catedral de Guadix, su torre y su museo, un conjunto arquitectónico que denota la importancia de la estética y la función en tiempos donde la brutalidad de los modales contrastaba con la delicadeza de los ornamentos. Entre el cielo y el destierro caben todas estas obras. Que si un día encontraron su principio en lo divino, podrían encontrar su fin en el olvido. 

Dios no lo quiera






Museo S.A.I. Catedral de Guadix

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