Pink, pank, punk!

10:09 Fran Ibáñez Gea 0 Comments







El rosa es uno de los colores más controvertidos en nuestros días. La reivindicación feminista ha supuesto la elevación de esta tonalidad desde la sumisión al empoderamiento. Un deterioro de valores lo fue arrastrando hacia una marginación de debilidad ¿Cómo tratarían a este color el día que nació? 

Desde siempre existió, mas fue en la época Rococó cuando vio la luz con mayor intensidad. Un color genuino, diferente y valeroso heredero del mismísimo rojo. Era una seña de identidad para las clases más pudientes y apadrinado por las élites coronadas como Maria Antonieta. En Francia suponía un color de nobleza que, una vez llevado a cabo el desembarco de la dinastía Borbón en España, éste tuvo que convivir con el negro regio, color de corte y de elegancia absoluta que habían vestido los Austrias hasta el final de sus días. La Iglesia, que había cedido el azabache a las majestades, se había quedado con el grana, y no perdió oportunidad en tintar sus casullas con este nuevo color aristócrata que parecía estar de moda. Así, aportó una idea de masculinidad espiritual, de sosiego y de calma. El hombre sin armas más en conexión con el cielo que con la guerra. Del mismo modo que los toreros acogieron esta idea y lo convirtieron en el color de la suerte: en su capote siempre hay una cara rosa y otra de un color distinto permitiendo el juego de la cara y la cruz, de la suerte y la muerte, de la gracia y la desdicha. 

El romanticismo por su parte, lo convirtió en un color de fragilidad, destinado a embellecer a las mujeres dominadas por el patriarcado. Hasta que la Revolución Francesa lo rescató, lo arrancó de la nobleza y se lo quedó en tonos más llamativos como el púrpura. Perkins (1856) abre la puerta a los distintos tonos violáceos cuando descubre el tinte químico para el violeta, hasta entonces consiguiéndose desde la cochinilla de las indias. 

El rojo es un color que se abandona por sus connotaciones políticas sobre todo después de la Revolución Rusa y el período comunista, por lo que el rosa se ve como un aliado descafeinado, más suave y débil. Esa idea no deja que siga considerándose dentro de esferas sociales como un color que rebobina la historia de la actividad aristocrática, envainando Fitzgerald a su Gran Gatsby con un traje rosa desde los pies a la cabeza. La belle epoque, los años treinta no olvidan tampoco esta tonalidad bajo la idea de vanguardia, de lucha y de impulso. Al principio de siglo, Mariano Fortuny (hijo), el gran modista español, usó el rosa como cauce del orientalismo y lo exótico muy predominante y requerido por las tendencias del momento. 

Es el siglo XX el que echa a perder los valores que fundaron y extendieron este color. Los nazis colocan insignias rosas a los homosexuales que llevan a los campos de concentración. En la era Eisenhower, el rosa llega a su clímax con figuras como Marilyn Monroe que lo llenan de sensualidad y el erotismo hacia la mujer. Y el punk, consciente de esta transformación intenta salvarlo y lo lleva como rey de una cultura underground. Sin más, hoy día era traducido como el color de la mujer, acompañado de todas las connotaciones seguidas del machismo. El rosa para las niñas y el azul para los niños es una dictadura que empieza en los primeros meses de vida y se extiende como una epidemia durante toda la existencia. El siglo XXI da un golpe en la mesa y trata de democratizar el color devolviéndoselo al hombre sin tener que ser juzgado o sufrido de un escarnio público.



Lejos quedaba la idea de vestir al hombre en púrpura, y a la mujer de azul, el color más valioso y más difícil de conseguir en los tiempos de Velázquez. Pocas vírgenes se han vestido de rosa a lo largo de la historia del arte. El azul en cambio es el tono que siempre ha llevado consigo, hasta que empezó la majadería de privar un color a la otra mitad de la humanidad. 












 LA VIE EN ROSE

Museo del Traje de Madrid

16 de noviembre (2018)
3 de marzo (2019)






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