Toledo



Toledo es una urbe conservadora, una mantilla vetusta de piedra bañada por el Tajo que el Alcázar corona. Guarda en cada uno de sus estilos los tiempos en los que esta villa fue mezcla de culturas y religiones en convivencia, la grandeza de haber sido sede capital de un imperio. 

Exquisitamente volcada al turismo se recorre fácil y cómodamente. Al llegar a la estación de autobuses nos dieron un mapa y nos indicaron con absoluta claridad y en confianza lo que era mejor ver, y así hicimos. Un casco histórico pintoresco vestido de oro y acero destella en sus escaparates. La regia presencia castrense está en sus monumentos al igual que el fuerte peso de la fe de judíos, cristianos y musulmanes. El tiempo no ha consumido su rostro.

Personalmente, dos de sus grandes joyas son la Catedral de Santa María de Toledo, primado de España, y una obra fascinante y embriagadora: el entierro del Conde Orgaz, por el Greco. Este cuadro representa la muerte del señor de Orgaz cuyo cuerpo es tomado por San Agustín y San Esteban, mientras su alma en forma de bebé es cogida en brazos por un ángel y subida a la corte celestial entre la Virgen y San Juan Bautista a la vez que Jesucristo avisa a San Pedro de que le abra las puertas de la vida eterna. Pintado en un único lienzo con unas dimensiones sobrecogedoras para la época, este cuadro es uno de los mayores tesoros que guarda la ciudad y que es visita obligada. 






Málaga



Entre las dos farolas, la del cielo y la del mar, hay un orden de avenencias de sol, alegría y brisa marinera que hace de las calles malacitanas un torbellino de gratas sensaciones. 

Málaga es las vacaciones de Europa. Es una ciudad que desde los fenicios aguarda un sabor de tradición reinventando el centro en los tiempos del Marqués de Larios. Con una arquitectura dada al clima, señorial y elegante que viste fachadas desde Gibralfaro al Guadalmedina. Tiene una vida inquieta, siempre hay algo de lo que poder disfrutar. Buscando el relax por la mañana desayunamos en el puerto y caminamos por la orilla de la Malagueta, una playa que hay que aprovechar entre semana santa y el estío antes de que se abarrote hasta la bandera. Cuando el mejor sol del año brilla y calienta con ternura, dorando las aguas del mediterráneo, hasta que se funde en la noche, mientras en la sombra la espuma parece plata, los rayos buscan un camino de fuego sobre las aguas. Una bahía que abarca desde el puerto hasta el peñón del Cuervo, sitio idílico y espectacular playa escondida donde desembarcaría cualquier goleta. 

El Centro Pompidou, el Museo Carmen-Thyssen y el Museo Picasso Málaga, son tres de mis lugares favoritos para visitar sin falta. Cada uno de ellos tiene increíbles obras que enmudecen. El preciosismo y costumbrismo decimonónico, la obra del padre del cubismo y el arte contemporáneo divergente. Todo ello a unos pocos metros en el centro de la capital. 



Alhambra


Cuando el sol se va, los peces de la alberca duermen, 
para que la luna y las estrellas bajen al agua a vestirla de plata. 

¿Quién no se va a enamorar de un sitio donde las paredes están hechas de poemas? 
La Alhambra de Granada es una maravilla se mire por donde se mire, y un lugar de peregrinaje para encontrar belleza e inspiración. Es un milagro que aún quede de aquel tiempo el inmenso legado que hoy día se conserva. Los frágiles materiales que decoran los palacios no estaban pensados para sobrevivir a pocas generaciones. La eternidad sólo correspondía a Alá. Y es por eso que los surtidores que brotan frescor en nenúfares de mármol envuelven en inmortalidad a todos los visitantes que rondan por el Generalife y los palacios nazaríes. 
Alá tiene que ser muy grande, para haber iluminado de estética y armonía un lugar donde ahora gustosa se mece la primavera. 




Camisa  -  HyM
Pantalones  -  ZARA
Gafas de sol  -  CARRERA

Madrid






Ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo: la puerta de Alcalá. 

Después de pasar la ruta 66 española, la carretera insaciablemente recta que atraviesa la Mancha, llegué a Madrid. Una capital de la que me habían hablado muchas cosas, y ninguna de ellas se ponía de acuerdo, así que decidí descubrirla por mí mismo. 
Recuerdo que todo era de libro. Todo lo había leído. Todo lo había mirado. El retiro parecía fantasía. Hasta que el golpe de realidad me llegó cuando deambulando en la plácida y temprana noche giré la cabeza y ahí estaba, al fondo, la puerta de Alcalá. Era la misma sensación que tuve cuando vi por primera vez la Alhambra iluminada. Ahora sí, estaba en Madrid. 
Pero para alguien del sur, era todo demasiado objetivo y marcado. Su gente, en parte, estaba desangelada. Cada uno a lo suyo. Con finas eses y paso sereno. Muecas tristes y charla escueta. Un cateto suelto en la urbe al que en un par de días la nariz se le hizo al olor pestilente del metro. Madrid, aun siendo sólo edificios altos y algunas calvas de arboladas era una ciudad maravillosa donde se puede encontrar perfectamente de todo. Fue grato topar con esa parte castiza de la ciudad en la Latina, en su rastro y en su gente, en el Madriz de z. Lo que me pude divertir en Chueca. Un pulmón de risas y gatos pardos. Me quedé con ganas de más. De todo. De Madrid. De descubrir. De ver más arreboles desde el templo de Debod. De ir de Carlos III a Carlos III y tiro porque me toca como en la oca. De emborracharme de arte con sus museos y de contagiarme de ese sentido cosmopolita que sólo corre en las venas de las grandes ciudades.